El otro lado del éxito: juego de mamushkas entre ficción y realidad

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El otro lado del éxito es un relato potente, narrado en varios planos o capas, al modo de una mamushka o un juego de cajas chinas. Por un lado, somos testigos de la historia de María Enders (Juliette Binoche), una célebre actriz y estrella refulgente en el mundo del drama europeo. Por otro, nos convertimos en espías de una ficción paralela: la obra de teatro que María representó veinte años atrás encarnando el papel de Sygrid, y que ahora vuelve a sus manos con el desafío de darle vida a Helena, como coprotagonista de una joven promesa hollywoodense bastante escandalosa: Jo-Ann Ellis (Chloë Grace Moretz).

En la obra, Sygrid es una veinteañera manipuladora que inicia un peligroso affaire con su jefa, y Helena es la jefa en cuestión: una mujer madura, algo insegura, confundida en medio de un arrebato amoroso intempestivo y, por tanto, susceptible de ser manipulada por el vendaval juvenil. La obra llega a María en un momento particular de su vida y su carrera profesional. El argumento de la ficción no ha cambiado sustancialmente y los personajes tampoco; quien ha cambiado es María. Ella está convencida de seguir siendo Sygrid, pero el paso del tiempo la ha condenado a representar el papel de Helena y convertirse en la segundona de una jovencita algo impertinente. Pese al profundo rechazo que siente hacia este personaje y a los malos augurios (la anterior actriz que encarnó a la tal Helena acabó suicidándose), decide aceptar el rol en honor a la memoria del fallecido dramaturgo Wilhelm Melchior, su gran mentor y posiblemente el hombre a quien le deba su salto al estrellato. Con el objetivo de prepararse mejor para su interpretación –y tal vez para reencontrarse a sí misma– María viaja junto a su fiel asistente Valentine (Kristen Stewart) al pequeño pueblo suizo donde residía el autor de la obra, con la secreta ilusión de poder ensayar las líneas en el mismo ambiente en el que fueron escritas, para intentar llegar al corazón de aquellos personajes que fueron creados entre esas montañas, en el seno de esas campiñas, en medio de la niebla invernal.

Esta estructura ya es –en sí misma– eficaz, pero el director logra darle forma y una dinámica que elude estratégicamente la posible confusión y monotonía de un relato de estas características. La historia nos atrapa de inmediato, y no sólo genera expectativas acerca de la trama principal sino también en torno a la narración de fondo. Los pequeños fragmentos de la obra expuestos a lo largo de los ensayos que María prepara junto a su asistente, y las descripciones desplegadas en medio de los ásperos debates entre las protagonistas para llegar a comprender la esencia de estos personajes en toda su complejidad, nos brindan la información suficiente como para estar atentos y receptivos al paralelismo que poco a poco va revelándose entre ambas historias. Y es que los dos hilos argumentales se entrelazan hasta converger en un punto tan ambiguo como la niebla que las protagonistas esperan en lo alto de las cumbres suizas como presagio ineludible de un “mal clima” (la llamada Serpiente de Maloja, que además le da título a la obra teatral).

El aspecto más destacable del film es justamente esa complejidad del esquema narrativo y el modo en que el director lo ha llevado a cabo. Los diálogos son excelentes: lo suficientemente contundentes como para comprender las líneas generales y cerrar algunos sentidos y, a la vez, lo suficientemente ambiguos como para dejar puertas abiertas y no predeterminar un único recorrido de lectura. Por momentos quedamos desconcertados ante una línea, hasta que pronto descubrimos que es parte de la obra ficcional (la marcada intencionalidad de esos equívocos hacen del relato una arquitectura precisa, una maquinaria de relojería, no por ello menos espontánea). Hay quienes dirán que el guión es denso o pesado, pero la opacidad siempre conlleva una exigencia mayor, un esfuerzo algo más arduo por parte del espectador para desentrañar los posibles sentidos. ¿Acaso lo queremos todo servido en bandeja de plata? Atrevámonos al desafío. Otra de las objeciones (ya se ha oído por ahí) es la duración. “¡Demasiado larga!”, arguyen las voces críticas. Sólo hay que decir que si la historia es lo suficientemente buena, no hay por qué exasperarse. Y este es el caso: los minutos no duelen.

Desde lo visual, el trabajo de Assayas es impecable. Bellísimos planos desde lo alto de las montañas suizas, hermosos paisajes, locaciones convenientes y escenificación pertinente. Las actuaciones de las protagonistas son excelentes: de Binoche no hace falta decir mucho porque su talento es innegable, y ciertamente consigue convencernos de lo que se le antoje, se apropia de sus personajes a niveles insospechados y, a diferencia de Helena, la madurez no parece atemorizarla en absoluto; en cuanto a Stewart, no desentona para nada, está a la altura de esta excelente versión de Binoche y sin lugar a dudas se supera a sí misma desde la última vez que la vimos en pantalla en Siempre Alice (claro que con un personaje mucho más grato que aquel de la hija de Moore). La música merecería un apartado especial; el clave y los mejores compositores europeos obtienen un lugar central en ciertas escenas, aunque la película en su totalidad es bastante modesta desde el punto de vista sonoro, con grandes silencios y sonido ambiente. Pero el grand finale acompañado por el Canon de Pachelbel nos deja extasiados en la butaca, con la sensación de que se ha proyectado en pantalla una gran película. Probablemente ocurriría lo mismo si se tratara del peor film de la historia (tal es la potencia de la música), pero sospechamos que en este caso la sensación se corresponde en gran medida con la realidad.

FICHA TÉCNICA

Título original: Clouds of Sils Maria

País: Suiza – Francia – Alemania

Año: 2014

Duración: 124 min.

Dirección y guión: Olivier Assayas

Elenco: Juliette Binoche, Kristen Stewart, Chloë Grace Moretz

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