«Vine a alterar su confianza»: por qué ver Douglas, el especial de Hannah Gadsby

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Luego del éxito internacional de Nanette, la comediante australiana vuelve con otro especial en Netflix. Con el ingenio que caracteriza su humor, Gadsby posiciona este show desde otro ángulo, pero sin abandonar la crítica contra la opresión de la cultura machista. Lo anecdótico y lo histórico se cruzan para dar lugar a una comedia que continúa desafiando límites. (Foto: Ali Goldstein/ Netflix)



En 2018, Hanna Gabsby empujó los límites de la comedia con Nannette, el show que marcó un punto de inflexión en su carrera y le valió el reconocimiento internacional. Estrenado en un contexto en el que las demandas del feminismo alcanzaron difusión masiva a través de múltiples denuncias – cristalizadas, por ejemplo, en la consigna mundial Me Too –  Nanette desarmó aquel mecanismo del humor que invisibiliza violencias e identidades. “Construí mi carrera en base a chistes de autocrítica. Y no quiero seguir haciéndolo. ¿Entienden lo que la autocrítica significa para alguien que ya existe en los márgenes? No es humildad. Es humillación”, sentencia en una de las frase más memorables del especial

La comediante continúa demostrando su ingenio para el metahumor y su habilidad para avanzar y retroceder en el monólogo, así como también para generar una conexión única con la audiencia, sin dejar de lado la crítica a un sistema opresivo, que sigue encontrándose en la base del show.  

Douglas, el nuevo show de Gadbsy lanzado recientemente en Netflix, representa la vuelta de un humor filoso y crítico que, sin embargo, se posiciona desde un ángulo distinto del de su predecesor. Su décimo especial o, como también ella lo llama, “un segundo álbum difícil” luego del éxito de Nantte, no pretende competir, sino presentar un cambio de forma. La comediante continúa demostrando su ingenio para el metahumor y su habilidad para avanzar y retroceder en el monólogo, así como también para generar una conexión única con la audiencia, sin dejar de lado la crítica a un sistema opresivo, que sigue encontrándose en la base del show.  

Siendo consciente de la diferencia con Nanette y en un movimiento audaz, Gadbsy comienza diciendo que establecerá las expectativas del público desde el principio, dando una hoja de ruta de lo que es el especial. La crítica a la cultura estadounidense, al machismo, al movimiento antivacunas, las referencias a la historia del arte son algunos de los ejes que luego irá desarrollando, incluyendo uno en el que se centra particularmente: su autismo, diagnosticado en 2016. “Este show explica mi relación entre lo que piensan que piensan que me ven pensar y lo que soy capaz de pensar. Porque me gusta la forma en que pienso. Puedo encontrar el cierre que la expanda”. 

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Aunque no utiliza el mismo recurso que caracterizó a Nanette – en donde recurrió al impacto para encontrar su voz y compartir su historia personal – en Douglas, sigue encontrándose ese juego constante de crítica al status quo, propio de un sistema que excluye las diversidades. Su monólogo sobre el autismo funciona así como punto de conexión para otras temáticas, entre ellas, el desarrollo de la cultura desde una perspectiva unilateral y masculina, y las etiquetas puestas a las cosas en ese proceso. Nombrar y retratar, como decisiones conscientes, donde yace el poder no solo de escribir la historia, sino también de formar identidades en el camino. 

Su monólogo sobre el autismo funciona así como punto de conexión para otras temáticas, entre ellas, el desarrollo de la cultura desde una perspectiva unilateral y masculina, y las etiquetas puestas a las cosas en ese proceso.

Gadsby explota ese ángulo y lo desnaturaliza desde lo anecdótico, por ejemplo, con su historia sobre el saco de Douglas – una parte de la anatomía de las personas con útero, nombrada así por un médico – o al contar su experiencia con un doctor que le recetó “la píldora”, en referencia a las pastillas anticonceptivas. El cuerpo y el control sobre el mismo es, de este modo, otro de los tantos temas que subyacen y que se atraviesan, por momentos, de forma incisiva. Los lleva adelante sin las mismas tensiones que buscaba generar en Nanette, pero igual de desafiante.

«Vine a alterar su confianza, porque encontré una forma de compartir mi pensamiento», dice Gadsby hacia el final. Eso es lo que en definitiva, la comediante de 42 años propone en este show: invitar, una vez más, al análisis con el humor, hacer visibles las formas de pensamiento, salir de los caminos lineales y de las categorías estancas, moldear la comedia, que también puede ser un acto político. 



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