Fruto Rojo, de Tomás Litta: yo también amé

por
Invitame un café en cafecito.app

Los poemas de este libro van en dirección contraria a esa corriente narcisista que nos invade: acá se admite el dolor, se admite que nos equivocamos, se admite que compramos espejitos de colores cuando nos pensábamos expertos en comercio internacional y soberanía.

Vivimos tiempos complicados, en donde el cinismo es más fácil de conseguir que un lugar que venda comida barata. La poesía, aunque nos guste pensar lo contrario, no puede solucionar eso, aunque sí puede causarnos un alivio temporal. Nos logra bajar o subir la fiebre, depende el efecto que estemos buscando. Y eso es lo que produce Tomás Litta con los poemas de Fruto rojo (Santos Locos, 2019).

Lo primero que pensé cuando terminé de leer este libro fue una frase corta y obvia: “Yo también amé”. Así dicha no suena más que a una verdad de perogrullo, porque ¿quién no amó alguna vez? Sin embargo, cuando el efecto de esas primeras lecturas empezó a asentarse en mí, me di cuenta de que esa oración tonta, ya no lo era tanto. Reconocer que uno amó es un paso más que serio en este mundo, donde se nos quiere imponer el amor propio como la solución y muchas veces no es más que una cara lavada del egoísmo y el egocentrismo.

(Leer también: EDITORIALES INDEPENDIENTES #2 – SANTOS LOCOS: “LO DIFÍCIL ES PERDURAR Y ESO ES A LO QUE APUNTAMOS” )

Los poemas de este libro van en dirección contraria a esa corriente narcisista que nos invade: acá se admite el dolor, se admite que nos equivocamos, se admite que compramos espejitos de colores cuando nos pensábamos expertos en comercio internacional y soberanía. Porque una de las pocas verdades de las que al menos yo estoy seguro, es que las cosas van a fallar. A la larga o a la corta, por mucho o por poco. ¿Y si empezáramos a pensar desde esa cruel certeza?

“Yo también amé”, me repito. Incluso ahora, que escribo esto. Y al admitir que amamos, deberíamos reconocer inmediatamente que no somos tan importantes como creíamos. Y tampoco la otra persona. Somos simplemente eso, personas. Bien escribe Litta: “el amor mutuo es un privilegio, lo mutuo es una utopía”.

(Leer también:5 poemas de amor alternativos: deconstruir el romanticismo)

¿Esto significa, entonces, que no existe el amor? Por supuesto que existe, si hasta incluso yo también amé, como dije antes. Lo que quiero decir, y creo que este libro también, es que el amor que intentamos construir la mayoría de las veces no tiene mayor esperanza que una torre de jenga. En cambio, si pensáramos en otras estrategias, disminuiríamos el riesgo de terminar como Gerardo Sofovich después del ataque de ira de Luciano Pereyra en el prime time de la televisión de aire.

Entrar a este libro es tomarse un ibuprofeno ambiguo: los síntomas pueden crecer, disminuir, transformarse o explotar como papelitos de colores mientras suenan las Kumbia Queers. Pero de algo podemos estar seguros: esa pastilla no es un placebo. Nos queda un consuelo y aparece escrito en uno de los poemas: “tranqui que el dolor pasa, pero para pasar el dolor, hay que pasar por el dolor”. Yo también amé y amo y estoy acá. No fue gratuito, pero tampoco fue tan grave. Sigamos arriesgándonos, que para eso estamos. No nos pensemos como formularios difíciles de llenar ni como un premio. Ahora tenemos una ventaja: existe este libro como una ayuda más. Dicho todo esto, y como se puede leer en Fruto rojo:algo pide silencio: es la primera hoja de este otoño”.

TE PUEDE INTERESAR