Evangelismo en América Latina: ¿cómo es la relación entre la religión y el poder?

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El avance de los gobiernos de derecha que se vive en América Latina coincide con un crecimiento en la visibilidad de las iglesias evangélicas en territorio político. Los reclamos y las luchas contra la “ideología de género”, la educación sexual integral o la legalización del aborto han sacado a las calles a miles de fieles evangélicos a lo largo del continente, quienes, sin embargo, no han consolidado partidos políticos que ganen en las urnas. ¿Qué impacto real tiene la religión en el giro a la derecha del continente latinoamericano? (Foto de portada: Leo Correa/AP)

Por Laura Verdile y Lucía De Dominicis



En 2018, Argentina vio el fenómeno de cerca: la avenida 9 de Julio un día se llenó de pañuelos celestes, bebés de plástico alzados en el aire y una costosa estructura de escenarios, pantallas y pancartas que exigía a los legisladores su voto en contra de la legalización del aborto, a días de la sesión en la Cámara de Senadores. La masiva movilización fue encabezada por la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas, que reunió en Buenos Aires a fieles de todo el país. En ese mismo momento, la campaña electoral de Jair Bolsonaro, en el país vecino de Brasil, estaba tomando fuerza detrás del slogan “Dios encima de todos”. En el marco del avance de la derecha en América Latina, este tipo de movimientos políticos no son aislados y llevan a los ciudadanos a preguntarse por el impacto de la religión en el espacio electoral.

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¿Quiénes son los evangélicos?

Para hablar del crecimiento de los grupos evangélicos, es necesario tener en cuenta la complejidad que suponen como parte de una corriente religiosa. Tal como explica la socióloga María Pilar García Bossio, las iglesias evangélicas nacieron con la Reforma Protestante a partir del siglo XVI al separarse de la lógica imperante en el catolicismo: no reconocen al Papa como autoridad, lo que implica que no existe una estructura jerárquica que las unifique, existiendo así comunidades nucleadas en torno a distintas comprensiones de la Biblia. “Esto es fundamental para pensar la variedad de opiniones y de creencias en torno a la participación de la política”, afirma García Bossio. “Cuando estamos hablando de evangélicos en América Latina, muchas veces nos referimos a un grupo específico y a un sector dentro del mismo, que serían los pentecostales”, agrega. Ya hacia finales del siglo XX, estos últimos se habían constituido en la rama prevaleciente del mundo evangélico latinoamericano.

Si bien el catolicismo continúa siendo la religión mayoritaria en el continente, cabe destacar el crecimiento progresivo de los grupos evangélicos: de acuerdo a los datos del Pew Researcher Center, entre 1910 y 2014, los católicos pasaron de 94% a 69% de la población y los evangélicos, de 1% a 19%.

En general las iglesias protestantes evangélicas en América Latina han tenido una posición más cercana a posturas de defensa de los derechos humanos e incluso de posiciones de centro izquierda, mientras que los medios de comunicación y algunas comunidades pentecostales han tendido a ubicarse en una centro derecha y en versiones que serían más conservadoras, si pensamos en mega iglesias como el caso por ejemplo de la Iglesia Universal del Reino de Dios”, relata García Bossio. Si bien el catolicismo continúa siendo la religión mayoritaria en el continente, cabe destacar el crecimiento progresivo de los grupos evangélicos: de acuerdo a los datos del Pew Researcher Center, entre 1910 y 2014, los católicos pasaron de 94% a 69% de la población y los evangélicos, de 1% a 19%. En Argentina, se estima que la pertenencia evangélica ronda entre el 12% y el 15%, una cifra relativamente baja en comparación con otros países latinoamericanos, como Brasil, donde supera el 25%.



¿Cuáles son, entonces, las razones de su expansión? De acuerdo a García Bossio, son los elementos que interpelan directamente a la comunidad los que distinguen a los evangélicos de otras religiones, escapando a la matriz occidental judío-cristiana y disputando el territorio. “Por un lado tienen un contenido más ‘mágico’, es decir que existe una relación más cercana con el milagro y con dios, menos institucionalizada, a diferencia de lo que sucede con la iglesia católica. Al mismo tiempo, la formación de los pastores es mucho más rápida – por lo menos en las iglesias pentecostales -, lo que genera que haya una proliferación importante de comunidades en espacios donde la iglesia católica tiene un proceso mucho más largo de establecimiento, de construcción de un territorio y de sus sacerdotes”, explica la socióloga.

“Al mismo tiempo, gran parte de la legitimidad de las iglesias evangélicas, sobre todo ante el Estado, está dada por lo mismo por lo que se ha legitimado durante mucho tiempo la iglesia católica: la acción social en sectores populares, en barrios periféricos y, en el caso particular de Argentina, en todo lo que tiene que ver con las personas en las cárceles y en la recuperación y prevención de adicciones. Esto los ha vuelto actores interesantes para dialogar con el Estado, avanzando así sobre un terreno que ante era casi monopolio de la iglesia católica, relata García Bossio. De esta forma, los grupos evangélicos capitalizan aquellos espacios a los que el catolicismo no accede con la rapidez necesaria dada su logística. Tal como describe en un artículo en la revista Nueva Sociedad, Pablo Semán, Doctor en Antropología Social, “en cada barriada nueva donde la iglesia católica se plantea llegar, ya hay una o varias iglesias evangélicas”, proceso que se da desde la periferia hacia el centro de las ciudades.


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Foto: Nueva Sociedad

¿Qué pasa con la política?

En el último tiempo, hechos como la victoria de Bolsonaro – fuertemente ligado a los grupos evangélicos durante su campaña – han llevado a reflexionar sobre las relaciones entre la derechización del continente latinoamericano y la consolidación de esta corriente religiosa. Sin embargo, el vínculo con la política abarca múltiples aspectos que escapan a la mera correspondencia entre creencias y electorado. Al respecto, explica García Bossio: “No hay una identificación directa entre participación religiosa y opción política, no podemos decir que una persona evangélica de determinada iglesia va a votar a la izquierda o a la derecha por su pertenencia religiosa, a como tampoco podemos decir lo mismo de un católico, por ejemplo. Sí hay líderes y asociaciones religiosas de segundo orden, que reúnen iglesias que tienen algunas posturas en común, pero esto no quiere decir que haya una necesaria relación entre el creyente, su iglesia y un voto específico”.

A su vez, la relación entre los grupos evangélicos y la política atravesó distintos factores a lo largo de la historia. “En los últimos treinta años – y, en particular, en los últimos diez – se puede observar una pérdida del miedo que tenían las iglesias más históricas de entrometerse en las denominadas ‘cosas del mundo’. Así, hay un giro de las iglesias pentecostales hacia la santificación del mundo y, en ese sentido, a volverse políticamente activas, igual que sus miembros”, cuenta García Bossio. Como también explica Pablo Semán, es partir de la década del ‘70 en que los pentecostales dan sus pasos en la arena pública en defensa de un pluralismo religioso limitado, buscando su reconocimiento a la par del catolicismo. De acuerdo al antropólogo, posteriormente, los grupos evangélicos presentaron un atractivo para los políticos que apuntaban a dar legitimidad a sus proyectos y veían con buenos ojos las redes tendidas por las comunidades religiosas.


Foto: Gustavo Gavotti

Las alianzas políticas fueron de las más diversas: en Brasil, por poner solo un ejemplo cercano, los grupos pentecostales más poderosos pasaron de apoyar las candidaturas de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, a la de Bolsonaro en las últimas elecciones. En este punto, cabe destacar la agenda a partir de la cual los grupos evangélicos cobraron visibilidad en el último tiempo: la cruzada contra los derechos sexuales y reproductivos.La posición frente a lo que denominan como ‘ideología de género’ ha tendido a movilizar a muchas de esas iglesias que en otro momento estuvieron a favor de proyectos políticos que, en términos económicos, proponían cuestiones en torno a la redistribución de la riqueza y del lado del más desfavorecido”, destaca García Bossio. De acuerdo a Semán, los grupos evangélicos capitalizaron la reacción conservadora contra los avances en materia de género y diversidad, sumando fuerza a proyectos políticos y oriéntandose sistemáticamente a la derecha.

Sin embargo, el giro del continente latinoamericano obedece a muchas otras causas. “No creo que necesariamente las iglesias, fieles y pastores tengan que llevar a un giro a la derecha, creo que esto viene de la mano de sectores de derecha a los que ese discurso legitima y de algunos pastores particulares que sí tienen una agenda con la que buscan universalizar valores particulares a la totalidad de la población, de la misma forma en que lo ha hecho la iglesia católica en América Latina durante 500 años”, destaca García Bossio. “Creo que las iglesias y pastores con esa agenda política conservadora son minoritarios, pero se presentan a sí mismos como necesarios frente a organizaciones políticas tradicionales en crisis, que a su vez buscan legitimarse con discursos religiosos que no sean los del catolicismo, deslegitimados como herramientas de interpelación política por una serie de cuestiones históricas, agrega.

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El caso Brasil

La relación entre la iglesia evangélica y la política no nació con la elección del presidente Jair Bolsonaro en Brasil, pero este triunfo le dio a esta corriente religiosa una visibilidad inédita en el escenario latinoamericano: por primera vez, un candidato abiertamente evangélico que invoca al nombre de Dios en sus discursos políticos asumió la presidencia del país. El slogan de su campaña (“Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”) y los 57,8 millones de votos que consiguió en la segunda vuelta le otorgaron finalmente la victoria, que se vio acentuada en aquellos estados que cuentan con una población mayormente evangélica. Bolsonaro jugó bien todas sus cartas: apeló a los valores cristianos, a la lucha contra la “ideología de género” y retomó el temor que se veía en el interior de los templos religiosos por el fin de la familia y el orden social existente.

La relación entre la iglesia evangélica y la política no nació con la elección del presidente Jair Bolsonaro en Brasil, pero su triunfo le dio una visibilidad inédita en el escenario latinoamericano: por primera vez, un candidato abiertamente evangélico que invoca al nombre de Dios en sus discursos políticos asumió la presidencia del país.

El actual presidente brasileño buscó, al mismo tiempo de mostrarse como líder, ser considerado un “hombre común”, ajeno a la oxidada estructura de los partidos políticos. Mientras los candidatos debatían en televisión, él decidió dar una entrevista exclusiva en Record, el canal evangélico más popular del país. Los líderes evangélicos llamaron a votar por Bolsonaro en la previa a las elecciones y su discurso se propagó por redes sociales y grupos de WhatsApp gracias al apoyo de las iglesias. Sin embargo, no se presentó a las elecciones a través de un partido confesional, lo cual también fue estratégico. Tal como afirma García Bossio, tradicionalmente, en Brasil “la población vota a un pastor para las cámaras de representantes o incluso para prefecto o intendente, pero no los vota vía un partido confesional, sino como representantes de un partido mayor”. Así, Bolsonaro no apuntó a conseguir un voto exclusivamente religioso, pero se impulsó a partir de sus bases ideológicas y morales.

El crecimiento exponencial de los fieles evangélicos en Brasil es un fenómeno que llama la atención de investigadores y políticos por igual. Mientras que en 1970 un 92% de los brasileños se consideraba católico, en 2010 ese número bajó a un 64,6%, según datos del censo IBGE. Al tiempo que la población católica disminuye, los sectores pentecostales se fortalecen: en 2010 un 22,2% de la población se encontraba agrupada en religiones evangélicas, y el número continúa en aumento. Las nuevas religiones han conseguido articularse mejor a los cambios de la vida moderna y a los poderes de las industrias mediáticas. Aunque las iglesias evangélicas no estén directamente relacionadas al avance de la derecha en la región (ya que han apoyado en el pasado movimientos populares que trabajan con sectores vulnerables de la población), en los últimos años se han plegado a la lucha contra los avances en diversidad de género y universalización de derechos que, según su posición, no se condicen con los valores cristianos de la familia.



A pesar de su reciente expansión, las iglesias evangélicas no son una novedad en América Latina. Tal como se mencionó, su relación con la derecha no debe ser leída de forma lineal, sino que se encuentra cruzada por múltiples factores, dentro de las cuales no es menor la reacción a la agenda de género. Aunque el escenario es complejo, los hechos de los últimos meses permiten realizar al menos una lectura: es la resistencia a la ampliación de derechos sexuales y reproductivos y el trastocamiento de los proclamados «valores morales», lo que en definitiva interpela al conservadurismo y une a la religión y a la política.

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