¿Por qué el feminismo no es el machismo «invertido»?

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Muchas son las reacciones que estigmatizan al feminismo, relativizando reclamos urgentes y necesarios para alcanzar una sociedad libre de violencias contra las mujeres. Algunas de las voces que buscan deslegitimar el movimiento lo acusan de ser un machismo «invertido». ¿Cuál es el error de este argumento? ¿Qué es en realidad el feminismo? (Foto de portada: Gustavo Yuste)



Argentina se encuentra en emergencia por violencia de género. Según el último informe de la Asociación Civil Casa del Encuentro, entre el 1° de enero y el 31 de octubre de 2017 fueron asesinadas 245 mujeres, lo que resulta en un promedio de un femicidio cada 29 horas. Las cifras van en aumento, pero el Estado continúa sin implementar políticas públicas que prevengan las situaciones de violencia antes de que ocurran. Además, desde distintos sectores continúan surgiendo argumentos falaces que buscan desacreditar al feminismo y sus expresiones, y que reproducen la desinformación en un contexto en el que debatir el sentido común es fundamental.

Algunas de las voces que estigmatizan el movimiento son la que afirman que, en realidad, el feminismo es el machismo invertido, como si ambos términos se trataran de un par de opuestos complementarios.

Algunas de las voces que estigmatizan el movimiento son la que afirman que, en realidad, el feminismo es el machismo invertido, como si ambos términos se trataran de un par de opuestos complementarios. Este es un error común que continúa presente en el imaginario social y que es necesario desterrar desde un principio, para dar la legitimadad necesaria a una lucha contra los basamentos culturales que originan la desigualdad entre géneros. 

(Leer nota relacionada: 5 errores comunes sobre el feminismo)


Foto: Mar Garrote Cortínez


A pesar de la similitud sonora entre ambas palabras, es importante destacar que el machismo es un sistema de creencias y valores traducidos en prácticas sociales e institucionales que concibe a las mujeres como inferiores por su condición de género. Perpetúa patrones de comportamiento arraigados en la cultura, en función de los cuales son agredidas, disciplinadas y relegadas de los privilegios reservados para los varones en múltiples ámbitos. No se trata de prejuicios personales o de acciones aisladas de algunos individuos, sino de una estructura social que influye en el sentido común y en la naturalización de una forma particular de ver el mundo, basada en el punto de vista masculino y heterosexual.

El machismo es un sistema de creencias y valores traducidos en prácticas sociales e institucionales que concibe a las mujeres como inferiores por su condición de género. Perpetúa patrones de comportamiento arraigados en la cultura, en función de los cuales son agredidas, disciplinadas y relegadas de los privilegios reservados para los varones en múltiples ámbitos.

Así, es el hombre el que históricamente fue concebido como el único sujeto válido para producir conocimientos, opinar, gobernar, obtener puestos de conducción y liderazgo. Este sistema cultural es el que constituye una cadena de desigualdades que se reflejan en la vida cotidiana. Es lo que por ejemplo lleva a que la sola pertenencia al género sea un obstáculo más para que una mujer pueda obtener un empleo y cobrar el mismo salario que un varón.  Y también lo que mantiene vivos ciertos mandatos: la mujer como ama de casa y madre disciplinada o bien objeto de deseo masculino, en todos los casos carente de verdadera voluntad y decisión sobre sí misma y su propio cuerpo.


Foto: China Díaz


Por el contrario, el feminismo es un movimiento social y político que lucha por visibilizar y eliminar estas desigualdades que oprimen a las mujeres, cuestionando los sentidos comunes naturalizados al interior de las relaciones de dominación. No busca invertir los términos del sexismo para subordinar al varón, sino construir una sociedad en la que el género no habilite la discriminación y la violencia, garantizando derechos que son vulnerados e ignorados por el Estado. El problema es que los roles asentados desde hace siglos causa el miedo de aquellos sectores que contaron con privilegios construidos desde una necesaria opresión, y eso es lo que lleva a demonizar el movimiento.

El feminismo no busca invertir los términos del sexismo para subordinar al varón, sino construir una sociedad en la que el género no habilite la discriminación y la violencia, garantizando derechos que son vulnerados e ignorados por el Estado.

Si bien el feminismo abarca una multiplicidad de expresiones en su interior, esta heterogeneidad no deja de lado un componente esencial que no hay que perder de vista: la reivindicación histórica de la mujer, la emancipación de toda clase de mandato y disciplinamiento para romper finalmente las cadenas culturales asociadas a los géneros, que hace tiempo dejaron de ser binarios.



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