Como una estrella apagada: nuevas mujeres

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No es usual escuchar los tonos del interior en una obra de teatro del under porteño; y en las opulentas producciones del comercial es aún más extraño. Si esos acentos aparecen en las dramaturgias capitalinas, por lo general se utilizan como recurso de comicidad o detalle pintoresco de algún personaje. Esto no ocurre en Como una estrella apagada, de Victoria Sarchi. Aquí la autora recrea con gran compromiso y credibilidad las voces, acentos y timbres catamarqueños para dar vida a un relato potente que se atreve a indagar en la violencia de género sin golpes bajos. Con este sólido trabajo Sarchi demuestra que las historias protagonizadas por mujeres deben tener su espacio en la cartelera teatral.


En el programa de mano, Victoria Sarchi explica en un breve párrafo el origen de su obra y dice: «Como una estrella apagada surge de la necesidad imperiosa e inexplicable por contar historias (…) Del recuerdo de mis abuelos y de haber nacido mujer en un mundo de hombres».

Afortunadamente en nuestras sociedades globalizadas repletas de ofertas culturales, aún permanece intacto el deseo por contar historias; y en la escena teatral cada vez son más las mujeres que encarnan aquellos roles que hasta no hace tanto tiempo parecían exclusivamente reservados a los hombres. Es el caso de las dramaturgas. Ese viraje no supone mejores o peores producciones, pero sí una mirada radicalmente diferente sobre los modos de contar e interpretar.

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Hay una casita de piedra sobre un valle en la provincia de Catamarca, y el espectador podrá imaginar las distancias ante cada «subí» o «bajá» en boca de los personajes. En la casita viven dos mujeres: Sora (Anabel Denápole) Yole (Gabriela Ibarguren), junto a sus perros Diego (María Eugenia Gómez) Pelandrum (Sol Montero). Sora y Yole no son madre e hija —aunque sus modos de relacionarse se asemejan bastante a ese vínculo—, sino suegra y nuera.

Las mujeres llevan una vida apacible hasta que un regreso inesperado rompe ese clima de calma que toda previsibilidad provee. Tras cinco años de haberse esfumado por completo, Miguel (Alejandro Robles) regresa a sus pagos y pretende que todo siga igual, «en su debido lugar».  Sin embargo, la actitud de ambas revela que todo ha cambiado de manera rotunda y, quizás, irreversible.

Miguel llega desde Buenos Aires con nuevo acento y promesas de cambio. Asegura haberse «curado de sí mismo» luego de concurrir a una iglesia y afirma que es un hombre nuevo; aún así, su madre y su esposa no parecen del todo convencidas de esa recuperación ni demasiado cómodas ante su presencia. Cinco años es mucho tiempo, pero las heridas más profundas aún no han cicatrizado.

Afortunadamente en nuestras sociedades globalizadas repletas de ofertas culturales, aún permanece intacto el deseo por contar historias; y en la escena teatral cada vez son más las mujeres que encarnan aquellos roles que hasta no hace tanto tiempo parecían exclusivamente reservados a los hombres.

Sora mima a su hijo pródigo pero no deja pasar el tren a la hora de los reproches. Yole, por su parte, prefiere esquivarlo para evitar cualquier tipo de contacto (y en ese recelo emerge el miedo más puro). El tercero en discordia es Danilo (Emiliano Marino), aquel joven afable que ha consolado a Yole durante la ausencia de Miguel. Contar más echaría por tierra los giros dramáticos que la obra presenta y que sin dudas sorprenderán al espectador.

La composición de los personajes está muy bien lograda y cada uno lleva a su criatura al borde de la intensidad dramática. Estas interpretaciones, los acentos pulidos y las sonoridades del norte recreadas por las manos de los dos músicos en la sala —Gastón Matorra en guitarra y Ezequiel Quinteiro en bombo legüero— pintan la atmósfera y nos ubican en la historia. Sora y Yole de algún modo vienen a demostrar que es perfectamente posible vivir y autosustentarse sin la imperiosa necesidad de un ego masculino alrededor del cual orbiten todas las cosas de este mundo. Aquí no emerge un nuevo hombre sino dos nuevas mujeres.


Funciones: sábados a las 20 hs. en Teatro del Pueblo (Av. Roque Sáenz Peña 943)
Localidades: Alternativa Teatral o en la boletería del teatro

FICHA ARTÍSTICO-TÉCNICA:
Autoría/Dramaturgia: Victoria Sarchi
Intérpretes: Anabela Graciela Denápole, Maria Eugenia Gómez, Gabriela Ibarguren, Emiliano Marino, Sol Montero, Alejandro Robles
Músicos: Gastón Matorra, Ezequiel Quinteiro
Escenografía: Carolina Beltrán
Diseño de luces: Diego Bellone
Diseño de Sonido: Gastón Matorra, Ezequiel Quinteiro
Operación técnica: José Binetti
Diseño web: Silvana Angela Sabetta
Asistencia de dirección: Verónica Parreño
Prensa: Más Prensa, Analia Cobas, Cecilia Dellatorre
Dirección de actores: Franz David Toro
Dirección general: Victoria Sarchi

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