Dios: la misa-ficción

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Arthur Schopenhauer solía decir que el humor consiste simplemente en poner algo allí donde no va. Esta podría ser la fórmula que condense lo que ocurre con Dios, obra creada, dirigida e interpretada por Lisandro Rodríguez, que tuvo su estreno el sábado pasado en la capilla del Centro Cultural Recoleta. Por supuesto, se trata de una fórmula demasiado escueta en comparación con lo que nos ofrece en esos 60 minutos, y cabe destacar que la risa no es el único efecto generado por esta propuesta tan osada como valiosa dentro de la escena teatral y en estos tiempos. Puede verse los sábados a las 17 hs. y los domingos a las 21 hs. en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).


Cuando el espectador entre al Centro Cultural Recoleta y pregunte por Dios, seguramente alguien responderá: «Segundo cantero a la derecha» (y esa podría ser la primera carcajada de la tarde: que alguien tenga una respuesta ante tamaña pregunta ya es para celebrar). Pero cuando ese espectador llegue al segundo cantero, vire a la derecha y entregue su ticket, no ingresará precisamente a una sala de teatro sino a una capilla acondicionada para albergar toda clase de espectáculos. La apuesta de Lisandro Rodríguez desafía las convenciones e instala algo allí donde no va: una misa en un teatro o una obra en una capilla. Da igual. De cualquier modo ese «algo» permanece fuera de su sitio; y eso es lo que inquieta, desconcierta, incomoda.

Hay un hombre con una guitarra (Lisandro Rodríguez), un cura (Horacio Banega) y un coro de dudosos ángeles. Todos dispuestos delante del escenario, más allá de la cuarta pared. Pero sucede que aquí no hay cuarta pared; al inicio de la obra vemos cómo estallan esas fronteras cuando los miembros del coro ayudan a subir unas cajas de madera que parecen muy pesadas y llevan la proverbial advertencia de «frágil» (y este detalle no es menor, porque en el transcurso de la obra se movilizan fragilidades todo el tiempo, de aquí hacia allá). Sobre las tablas hay dos armadores (Norberto Laino y Sofía Cobás Alé), quienes manipulan esas cargas y desembalan maquetas, cuadros y esculturas para construir el sentido de una muestra de arte. Y aquí emerge el nombre de León Ferrari, fuente de inspiración para esta creación dramatúrgica.

Aborto, misoginia, poder, disciplinamiento de los cuerpos, fidelidad, servidumbre, relaciones de dominación, sujeción, sometimiento son tan sólo algunos de los temas que recorre esta misa-ficción previa a la llegada del Papa a la Argentina.

Dios obra

Cada una de las secciones de la liturgia católica cobra una nueva dimensión fuera de su lugar; todo resuena de otro modo desde esa ajenidad, desde esa exterioridad; los fieles devienen espectadores

Todo lo que sucede a continuación no es ni más ni menos que una misa: rito, ritual, rutina, liturgia desbocada, lo sacro fuera de su sitio. Acá no hay parodia, burla o provocación injustificada (aunque, claro, ciertas sensibilidades podrían resultar heridas después de la expectación). La propuesta supone de inmediato una escisión clave entre los miembros del público: estarán por un lado quienes reconozcan estos ritos y puedan repetirlos casi de memoria; habrá otros que se verán obligados a desempolvar viejas costumbres olvidadas en los tiempos de infancia, cuando los padres dictaminaban qué hacer y qué no; y estarán también los neófitos, todos aquellos que jamás han puesto los pies en una iglesia.

Sin embargo, nadie quedará afuera de este relato porque -se sabe- Dios es ubicuo, está adonde quiera que uno vaya. Aún en estos niveles diferenciados de lectura, todos vibrarán en la misma frecuencia ante el ritmo acompasado de los rezos; todos temblarán de la misma forma ante las palabras que el padre lance desde el púlpito; y nadie podrá evitar mover el pie al compás de alguna canción. Este quizás sea uno de los puntos fuertes de la propuesta: esas canciones son la clave, operan como un hilo conductor a lo largo de toda la misa-ficción, y de algún modo tienden un puente entre dos esferas que nadie vincularía a priori: la religión y la cultura masiva. Melodías peligrosamente pegadizas, acordes de ejecución más o menos sencilla, letras fáciles de recordar y, en apariencia, inocentes: todos estos componentes apuntan, en definitiva, a aumentar el número de fieles o de clientes.

La apuesta de Lisandro Rodríguez desafía las convenciones e instala algo allí donde no va: una misa en un teatro o una obra en una capilla

Cada una de las secciones de la liturgia católica cobra una nueva dimensión fuera de su lugar de origen; todo resuena de otro modo desde esa ajenidad, desde esa exterioridad; los fieles devienen espectadores. Cada palabra adquiere un nuevo significado, un peso diferente: el rezo, las canciones, las lecturas bíblicas, las lecciones de vida en boca del sacerdote. Todo se torna macabro pero sin ningún esfuerzo por alterar la esencia del rito y los contenidos. Por supuesto hay pequeños desvíos a modo de guiños, pero el espectador tendrá que ir a rastrearlos por sí mismo; contar más sería -ya que estamos- una verdadera blasfemia, y mucho más en tiempos anti-spoilers. Aquí el poder reside en la forma, porque hay un contenido que parece estar alojado en el recipiente ¿equivocado? Aunque, si lo pensamos bien, quizás no haya mejor lugar para albergar a Dios ya que, después de todo, se trata de la ficción más longeva y exitosa.

El programa de mano que espera a cada espectador en su butaca es en sí mismo una obra de arte.


FUNCIONES de Dios, obra de teatro: Sábados a las 17 hs. y domingos a las 21 hs. en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930)
Localidades $120 | Duración: 60 minutos 
Esta obra puede herir la sensibilidad religiosa, moral e ideológica del espectador. Queda bajo su decisión ingresar a la misma. 
No aconsejable para menores de 18 años.
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Intérpretes: Norberto Laino, Horacio Banega, Sofía Cobás Alé y Lisandro Rodríguez
Diseño de iluminación: Matías Sendón
Escenografía y diseño espacial: Norberto Laino y Lisandro Rodríguez
Asistencia de dirección y producción: Manuel Schjaer
Dirección y dramaturgia: Lisandro Rodríguez
Esta obra fue producida con el apoyo del Centro Cultural Recoleta 
Co-producido por Elefante Club de Teatro

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