Despidos en el Estado: la historia detrás de los “ñoquis”

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A casi cuatro meses del cambio de gestión, muchas de las perspectivas de quienes eran sus principales detractores se cumplieron de forma acelerada y hasta sorpresiva. Los números estimativos manejan cifras de entre 10.000 y 30.000 despedidos en todo el territorio nacional y, a partir del mes de abril, se espera en el ámbito público una nueva tanda mucho más grande, dado que 25.000 contratos se pondrán en revisión. Ocultos detrás de denominaciones como ñoquis, vagos o “grasa” militante, muchos trabajadores perdieron rápidamente su empleo en un contexto económico inestable. ¿Cuáles son las historias detrás de estas etiquetas? 


Por Giuliana Sordo y Laura Verdile

El 29, 30 y 31 de marzo, se están llevando adelante nuevos paros nacionales de distintos sindicatos frente a las olas de despidos y a las políticas económicas del gobierno desde la asunción de Mauricio Macri como presidente el 10 de diciembre de 2015. Los despidos se registran en el Estado y en el sector privado, sumando entre ambos ámbitos más de 100.000. Asimismo, la situación económica posibilita a los empleadores privados licuar sus costos sin que haya ningún tipo de contención por parte del Estado.

Muchos de los criterios de los despidos se construyen alrededor de un discurso a partir del cual se afirma que los trabajadores no tienen las cualificaciones necesarias para cumplir con sus tareas y que la permanencia en el puesto está estrechamente ligada a una cuestión partidaria. El término “ñoquis” se ha difundido como una forma de desprestigiar a los trabajadores y sus implicancias han generado el consenso en algunos sectores para llevar adelante estas políticas laborales. La mecánica a través de la cual se efectivizó la terminación de muchos contratos por parte de las nuevas autoridades deja ver la arbitrariedad con la que se procedió en determinadas situaciones y la falta de conocimiento de casos particulares.

Desde La Primera Piedra, proponemos cuestionar estas naturalizaciones a través de los testimonios de cinco trabajadores estatales que reflejan la situación actual que se vive, no sólo en los ministerios a los que pertenecen, sino también en todas las dependencias estatales.

Los no-vagos: las tareas, los roles y el trabajo de los despedidos

Si bien el discurso oficial afirma que en el Estado sobran trabajadores, la realidad es que, en la mayoría de los casos, siempre se encuentran empleados atiborrados de tareas. Cuando las políticas estatales se acrecientan, lo mismo sucede con la cantidad de personas encargadas de implementarlas, pero ¿que haya muchos trabajadores, significa que sobren? En estos casos, ¿qué tareas son las que se dejan de cubrir?

Pablo Fracchia (33) trabajaba en de la Dirección Nacional de Derechos Humanos, dependiente del Ministerio de Seguridad, el único sector político del ministerio capacitado para iniciar sumarios administrativos al personal de la fuerza. “Allí, mi eje de trabajo era la diversidad de género, la violencia de género y la diversidad sexual”, afirma a La Primera Piedra. “Nosotros nos encargábamos de la implementación de un protocolo para modificar el trato a la víctima de violencia sexual o de género al momento de la denuncia en comisarías. Trabajábamos, además, en la creación de centros integrales de género, que eran espacios para que las víctimas que existan dentro de las propias fuerzas puedan denunciar este tipo de hechos y se puedan iniciar las investigaciones. También nos centrábamos en el respeto a la no discriminación por su orientación sexual o su identidad de género dentro de las cuatro fuerzas federales”.

Liliana Morinigo (49) trabajaba desde octubre de 2015 en el área de limpieza de la Secretaría de Derechos Humanos, dependiente del Ministerio de Justicia. “Además de las oficinas de la Secretaría, también me mandaban al sitio de memoria ‘Club Atlético’. Ahí estaba en período de prueba para quedar fija, hasta que vino el telegrama», manifiesta a La Primera Piedra. «Me llamaron recién en octubre, porque en ese momento se empezaron a habilitar pabellones en la Ex Esma que necesitaban limpieza, por lo que otras áreas de la Secretaría necesitaban más personal, como las oficinas y el resto de los sitios de memoria de CABA. Entraba a trabajar a las 6 de la mañana, iba a las oficinas y después al sitio para seguir trabajando. Al ‘Club Atlético’ empecé a ir con otra chica que entró a trabajar un día antes que yo. Cuando terminamos el período de prueba, las dos íbamos a ser pedidas para quedar fijas en el sitio”.

Por su parte, María Fernanda Viñas (24), estudiante de sociología, ex trabajadora de la Dirección de Seguimiento y Estrategias de la Comunicación, dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros de Nación, expresa: “Trabajé desde enero de 2013 a enero de 2016. Hacíamos seguimiento y relevamiento de la agenda de Gobierno, realizábamos distintos informes de prensa y análisis de medios de comunicación”.


Julieta

Julieta Palladino – 21 años – Ex trabajadora del CCK – Ministerio de Medios Públicos

“Nos enteramos de todo por Twitter mientras estábamos esperando a que alguien nos dijera algo. Lombardi dijo que éramos todos ñoquis y que no íbamos a continuar. Pero no vino nunca a decirnos personalmente las razones por las cuales no se nos iba a re contratar. Se puede fijar tranquilamente en una base de datos que todos mis compañeros y yo fuimos siempre a trabajar en horario. Decir que no hacíamos nada es una excusa para que la gente crea que esto está bien”.


En muchas situaciones, los argumentos otorgados para justificar los despidos fueron el exceso de personal, la efectivización de contratos en los meses previos al cambio de gestión y la falta de experiencia o de funciones en el puesto. Sin embargo, en diversos casos, la trayectoria laboral no fue un factor a considerar a la hora de desvincular a los empleados.

Así sucedió con Juan Carrá (38), un periodista con experiencia profesional de más de ocho años. Trabajó como redactor en La Capital y en El Atlántico de Mar del Plata, donde fue también jefe de la sección de Policiales y subjefe de Redacción hasta el vaciamiento de la empresa. Una vez en Buenos Aires, comenzó trabajar en InfoJus Noticias, en donde se desempeñó como Redactor y editor durante dos años. Colaboró también en más de veinte medios, entre ellos Perfil, Revista Anfibia y Caras y Caretas.

En este mismo sentido, Julieta Palladino (21), estudiante del profesorado de Música, comenzó a trabajar en el Centro Cultural Kirchner a partir del mes de julio de 2015, durante las vacaciones de invierno escolares, en la sala de personajes de Zamba, “una propuesta educativa con juegos didácticos, direccionada a los niños”. El puesto requería una formación de la que Julieta no carecía. “Todos mis compañeros eran estudiantes para para ser o eran docentes. Había un maestro, una psicopedagoga, una profesora de Historia, una profesora de Música y una estudiante de Teorías de la Educación. Todos laburaban y todo eran aptos para el puesto”, afirma.

A la espera del despido

En muchos lugares, la forma a través de la cual se procedió a llevar adelante los despidos fue deshabilitar y desactivar usuarios en computadoras o en tarjetas magnéticas, sin ningún aviso previo, con lo que directamente se impedía que los trabajadores ficharan y desarrollaran sus tareas normalmente. De acuerdo a los entrevistados, ese indicio no fue seguido de demasiadas explicaciones. Frente a esto, creció la incertidumbre y los reclamos de los trabajadores por encontrar respuestas que no siempre se obtuvieron, sino que fueron, en ocasiones, seguidos de falta de argumentos suficientes.

Pablo Fracchia, que ya había empezado a sospechar de su futuro laboral al comprobar que él y varios compañeros del Ministerio de Seguridad no podían acceder a su correo de trabajo, comenta: «Un día, a mitad de enero, no pude ingresar el usuario que utilizaba en la compu, entonces llamo a una de las personas de sistemas y me dicen que estoy despedido. Nadie me vino a avisar nada y nunca me llegó el telegrama, aún al día de hoy. Me enteré por la gente de sistemas. Cuando me despidieron hice una publicación en mi Facebook que tuvo como 25.000 compartidos. Eso levantó la lupa sobre lo que estaba pasando en la dirección porque particularmente habían echado a parte del equipo que, por ejemplo, había identificado el cuerpo de Luciano Arruga. Toda esa difusión en los medios me repercutió en lo personal, porque hubo un especial interés en que yo no vuelva y en que no esté en ninguna instancia de negociación”.

Una situación similar sucedió con Juan Carrá, cuyo caso se puede replicar en muchos otros trabajadores que perdieron su puesto laboral: “No hubo un proceso de despidoLlegué un jueves a la mañana a trabajar, a fines de enero, y cuando quise entrar  a la computadora, el usuario estaba desactivado. Ese día comprobamos que éramos más o menos unos diez los que teníamos el mismo problema. Al mediodía llega otra de las nuevas directoras y por orden de la editora entrante de la gestión actual, Sabrina Santopinto nos leyó una lista de personas que teníamos que hacernos presentes en una sede del Ministerio para notificarnos de algo, no nos decían de qué. Por supuesto nosotros ya a esa altura estábamos más que convencidos de que era nuestro despido. En ningún momento nos dieron una justificación concreta. En un momento, logramos tener una reunión con Santopinto y con un asesor del ministro y nos plantearon que el recorte del personal era una decisión política de quien ingresó, y que no nos podían dar a nosotros precisiones de por qué éramos parte de los despedidos”.

Liliana Morinigo, por su parte, recuerda: “El 16 de enero se cumplían los tres meses del contrato a prueba, fue un sábado y el viernes 15 a mi compañera la piden de la Ex Esma, porque no tenían personal para cubrir todo. Yo voy al Atlético y ahí se empezó a correr la bola de que haber ido a la Ex ESMA era como haber sido salvada. Siempre después del sitio hago algunos trámites pero ese día le digo a mis compañeras que me iba directamente a casa, porque lo que no quería es que llegara el telegrama a casa y lo recibieran mis hijos. Dicho y hecho, cuando ese día doblé en la esquina de casa vi el correo, y sí era el telegrama.”.


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Juan Carrá – 38 años – Ex Redactor InfoJus Noticias – Ministerio de Justicia y DDHH

«Se bajó muchísimo la producción y la cantidad de notas que publicamos ese tiempo se ceñían básicamente a la agenda del ministro. Se dejaron de cubrir los temas de lesa humanidad, violencia institucional, violencia de género y aquellos sobre derechos, que eran las noticias básicas que llevaba adelante Infojus Noticias durante su funcionamiento. Nosotros tratábamos de pedir explicaciones al respecto, porque además temíamos que terminará pasando lo que pasó. Nos decían que te-
nía que ver con un proceso de transición.»


María Fernanda Viñas comenta: “Desde el cambio de gobierno, al no haberse presentado ninguna autoridad en la Jefatura de Gabinete, nuestros coordinadores pidieron una reunión con el Subsecretario de Comunicación, quien los recibe bien y los felicita por nuestro trabajo. Se mostró bien predispuesto para la continuación de todos los trabajadores e incluso afirmó que debíamos dejar de lado los prejuicios ideológicos. La tarde del 29 de diciembre de 2015, una de las trabajadoras del área de Recursos Humanos nos acerca un listado de nombres y nos comunica que a todos los que estuvieran en esa lista no se les iba a renovar el contrato. El 30 de diciembre, UPCN (uno de los sindicatos de trabajadores estatales) “logró” que nos extendieran un mes más el contrato mientras ellos negociaban la continuidad de los trabajadores. A pesar de eso, el 29 de enero de 2016 nos llegó a todos el telegrama de despido”.

En el Ministerio de Medios Públicos la situación no fue muy diferente. En el Centro Cultural Kirchner la incertidumbre se vivía desde antes de que el nuevo gobierno se definiera: “Nuestros superiores nos decían que no se sabía qué era lo que iba a pasar. Nadie nos daba una respuesta, todo dependía de quién ganara las elecciones. Tuvimos un par de asambleas en las que decidimos exigir estabilidad laboral, el reconocimiento del CCK y de nosotros mismos como trabajadores del Estado, porque el modo de contrato era muy malo. Después de muchos pedidos, el 2 de diciembre nos llegó un mail para que presentáramos un montón de papeles para hacer un nuevo contrato de enero a diciembre de 2016. Teresa Parodi había hecho un acuerdo con Hernán Lombardi para que todos continuáramos trabajando un año más. Estaban todos los papeles listos para que él llegara y pusiera la firma. Obviamente, eso no pasó y el arreglo no importó. Pero no sé cómo fue la interna”.

El proceso, en este caso, fue largo y, sin embargo, inconcluso. Julieta explica: “En enero nos convocaron a una entrevista sobre la que no nos dieron mucha información para considerar la continuidad de nuestros puestos. Nos contaron que era para la gente que había quedado, que estaba recopilando datos para hacer un informe, tener todo ordenado y poder estar seguros de tener registrada a toda la gente en el momento en que llegaran las nuevas autoridades. Nosotros teníamos legajo, teníamos todo. Luego de eso, teníamos que esperar a una segunda entrevista de las nuevas autoridades. Todavía la sigo esperando, nunca me llamaron. Nos mandaron un mail, nos hicieron llenar una base de datos online con los datos, con nuestro CV y nos respondieron: ‘Gracias por los datos, evaluaremos tu perfil’. Me dio mucha bronca”.

El “ñoqui” como excusa: la reacción del Estado

La historia se repite en cada una de estas entrevistas. El término “ñoqui” se popularizó en los funcionarios y en los medios para designar a los trabajadores despedidos. Sin embargo, en muchas situaciones se desconocía la tarea real que los empleados llevaban adelante. En estos casos, los cambios de conducción no trajeron consigo entrevistas que permitieran tomar conocimiento del personal, o indagaciones que posibilitaran el relevamiento de las tareas. Incluso en algunos lugares se dejaron de asignar nuevas funciones en programas sólidos de trabajo y políticas estatales. ¿Cómo se puede calificar, entonces, algo que se desconoce?

María Fernanda, en sus últimos días en la Jefatura de Gabinete, asevera: Jamás vinieron las nuevas autoridades a ver qué hacíamos, cuál era nuestro trabajo ni tampoco a asignarnos nuevas tareas. Nos transformaron directamente en ñoquis”. Además, las razones que se especifican no terminan siendo las más favorables para no creer que existen persecuciones políticas: “A pesar de que yo estaba en una lista de UPCN para continuar en mi puesto, me sacaron de la misma. Cuando consulté al gremio, ellos me explicaron que la razón fue que a la gestión no le gustó un tweet que marqué como favorito en mi cuenta personal”.

Frente a la desprolijidad burocrática, Julieta reclama: “Nos enteramos de todo por Twitter mientras estábamos esperando a que alguien nos dijera algo. Lombardi dijo que éramos todos ñoquis y que no íbamos a continuar. Pero no vino nunca a decirnos personalmente las razones por las cuales no se nos iba a re contratar. Se puede fijar tranquilamente en una base de datos que todos mis compañeros y yo fuimos siempre a trabajar en horario. Decir que no hacíamos nada es una excusa para que la gente crea que esto está bien”. Frente a las promesas incumplidas de continuidad laboral en el CCK, perdió totalmente las esperanzas de que se concreten nuevas acciones: “No podemos hacer nada más a esperar a que Lombardi cumpla con lo que dijo y entrevistarnos a todos. Porque la excusa es que somos ñoquis, que no hacemos nada y que somos todos militantes sin experiencia laboral. Pero jamás nos entrevistó para comprobar eso”, menciona.


“A pesar de que yo estaba en una lista de UPCN para continuar en mi puesto, me sacaron de la misma. Cuando consulté al gremio, ellos me explicaron que la razón fue que a la gestión no le gustó un tweet que marqué como favorito en mi cuenta personal”.

 María Fernanda Viñas – 24 años – Ex trabajadora en la Jefatura de Gabinete de Ministros


Por su parte, Liliana es firme en su declaración: «Nosotros no somos ni ñoquis, ni militantes. Ñoqui es un sustantivo y yo no lo voy a tolerar como adjetivo hacía mi persona. Soy linda, buena o mala, pero no soy ñoqui. Y grasa militante, tampoco. Aparte, fuera del horario laboral hago de mi vida lo que se me antoje y dentro del trabajo lo único que milito es la lavandina y la escoba. No hago otro tipo de militancia”. Pero además Liliana reflexiona: ¿Cuál es el problema si uno milita una política de estado porque cree en un país más inclusivo? No creo que sea un pecado tan grande pensar en otro tipo de país”

Los testimonios señalan realidades y mecanismos internos que no se mencionan a la hora de instaurar discursos respecto de lo que sucede en el Estado. Pablo Fracchia menciona: “El discurso oficial es que sólo están echando militantes, pero hacen listados con nombres sin saber quienes son. Ellos dicen que echan militantes pero también contratan militantes del Pro y están metiendo gente de sus espacios políticos en el estado. Entonces, es un contrasentido decir que echan militantes cuando los están contratando”.

Situación en los ámbitos laborales

La inestabilidad en el ámbito laboral a partir del cambio de gestión forma parte de la realidad concreta y cotidiana del Estado nacional. En el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, a cargo de Germán Garavano, y, específicamente en la Secretaría de Derechos Humanos, los trabajadores sufren un alto grado de incertidumbre frente a la nueva tanda de despidos que se espera a partir del 31 de marzo. Se van corriendo rumores y se va generando una situación que no está buena. Así van los compañeros volviéndose locos y pensando que les tocará a ellos. No se puede vivir así”, comenta Liliana Morinigo.


Liliana

Liliana Morinigo – 49 años – Ex trabajadora de limpieza en la Secretaría de DDHH – Ministerio de Justicia y DDHH

«Nosotros no somos ni ñoquis, ni militantes.

Ñoqui es un sustantivo y yo no lo voy a tolerar como adjetivo hacía mi persona. Soy linda, buena o mala, pero no soy ñoqui. Y grasa militante, tampoco.

Aparte, fuera del horario laboral hago de mi vida lo que se me antoje y dentro del trabajo lo único que milito es la lavandina y la escoba.

No hago otro tipo de militancia”


En InfoJus Noticias, también a cargo del Ministerio de Justicia, hubo una primera ola de despidos que afectó principalmente a la conducción. De acuerdo a Juan Carrá, el Jefe de Redacción y la Subdirectora fueron echados y “el argumento que hubo es que la remoción se dio porque no podían continuar en el nuevo proceso de la agencia”.  Aproximadamente veinte días después, desapareció una gran cantidad de notas del portal. Antes de que esto sucediera, Juan afirma: «Se bajó muchísimo la producción y la cantidad de notas que publicamos ese tiempo se ceñían básicamente a la agenda del ministro. Se dejaron de cubrir los temas de lesa humanidad, violencia institucional, violencia de género y aquellos sobre derechos, que eran las noticias básicas que llevaba adelante Infojus Noticias durante su funcionamiento. Nosotros tratábamos de pedir explicaciones al respecto, porque además temíamos que terminará pasando lo que pasó. Nos decían que tenía que ver con un proceso de transición. Se decía que iba a haber un canal de televisión, una radio y que iba a haber toda una serie de cosas que en definitiva después no se completaron, porque terminamos todos afuera, salvo un pequeño grupo que queda trabajando ahora en un proyecto que ya no es InfoJus Noticias”.

Esta falta de tareas para aquellos que continúan en funciones también se vive en el CCK: “Teóricamente hay un 12 o 18% de trabajadores que quedó y que no está haciendo nada porque como no hay programación y no se sabe cuándo va a abrir de nuevo, no pueden organizar nada, van a cumplir horario. No les dan tareas para hacer. Hay muy poca gente en un lugar gigante y hermoso, explica Julieta Palladino.

La misma situación se repite en el Ministerio de Seguridad, a cargo de Patricia Bullrich, y en la Dirección Nacional de Derechos Humanos: “Desde que asumió el gobierno nuevo, nunca nadie se presentó para ver quiénes somos y qué hacíamos, por lo tanto, nunca entendimos cuál fue el criterio para despedirnos. Fuimos nombres, nunca se supo que tarea desempeñabamos”, afirma Pablo Fracchia, que además aclara: Hay una intención sistemática del gobierno de eliminar programas específicos de derechos humanos, con la desarticulación de los mecanismos de memoria, verdad y justicia. Echaron indiscriminadamente en todo el Estado nacional pero también tuvieron una línea clara de desarmar los aparatos que venían investigando estas cuestiones”.

Para poder ser más claro en las definiciones, Pablo profundiza: “De los 30 que éramos en la Dirección, echaron a 15. No importó a quién pero se recortó la mitad del equipo. A los que quedaron los reacomodaron en distintas tareas pero que no tienen que ver con lo que estábamos trabajando, no son sobre memoria, verdad y justicia. La primera indicación del nuevo director, que asumió después de que nos echaran, fue poner a mis compañeros a desarmar archivos y a donarlos como papel para el Garrahan. Esa fue la tarea que tuvieron durante este último mes. Ahí hay una intencionalidad concreta”.

¿Cuál es el futuro predecible?

«Todo ese ejército que se va a ir formando, no solamente por los despedidos en el Estado sino en el sector privado, es lo que quieren para bajar los costos laborales. Las empresas privadas ya empezaron con las suspensiones, vacaciones, con lo mismo que ya hemos vivido en la época del menemismo, y así va a terminar. Tenés que laburar por dos pesos con cincuenta porque hay una fila buscando trabajo. Imaginate con mi edad. Uno ha pasado tanto para que los hijos no vivan esto, para que de un plumazo, en tres o cuatro meses, se destruya algo que después nos va a llevar generaciones reparar. Yo pensé que esto no lo iba a ver más. Esto no se levanta así de un día para el otro. Pero sí se destruye de un día para el otro. Nadie se pone a pensar en las consecuencias de semejante nivel de desempleo«, manifiesta Liliana Morinigo.


Pablo

Pablo Fracchia – 33 años – Ex trabajador de la Dir. Nacional de DDHH – Ministerio de Seguridad

“Desde que asumió el gobierno nuevo,

nunca nadie se presentó para ver quiénes somos y qué hacíamos. Por lo tanto, nunca entendimos cuál fue el criterio para despedirnos. Fuimos nombres, nunca se supo que tarea desempeñabamos”


En estos primeros meses de la gestión de Mauricio Macri, los resultados de las políticas económicas a nivel nacional son más claramente visibles, como es habitual, en los sectores más vulnerables. Desde La Primera Piedra, a través de los testimonios de estos trabajadores de diversas instituciones estatales, buscamos reflexionar sobre esta situación en todo el arco nacional y sobre las etiquetas que encasillan a los trabajadores despedidos sin dar lugar a mayores análisis.  

En esta situación las expectativas no parecieran ser optimistas. Detrás de los puestos de trabajo que se pierden, hay tareas que dejan de realizarse, programas interrumpidos y numerosas políticas de Estado que desmanteladas. En el marco de múltiples paros frente a una nueva tanda de despidos que se avecina, la acción de los sindicatos es importante para lograr que las reincorporaciones de los trabajadores sean efectivas y que las políticas consigan seguir en funcionamiento.

El acento no sólo debe estar puesto en el achicamiento del Estado, sino también en lo que implica que haya programas enteros que empiecen a perderse, en la arbitrariedad de despidos a mansalva en ciertos ministerios y en los intereses que afectan ciertas políticas estatales que fueron punta de cañón en los primeros pasos de estas políticas.



Colaboración en las entrevistas: Lucía De Dominicis
Foto de portada: Laura Verdile

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