La historia detrás de la Marcha del Orgullo LGBTIQ

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Este sábado se llevará a cabo de la XXVI Marcha del Orgullo LGBTIQ, una movilización que tuvo sus orígenes a principios de la década del ’90 y que, con el paso del tiempo, creció para visibilizar los reclamos y ocupar la escena pública. Detrás de las miles de personas que todos los meses de noviembre se congregan alrededor de todo el país, hay una historia de luchas para defender los derechos del colectivo. ¿Cómo surgió la marcha? ¿Cuáles fueron los inicios de movimiento? (Foto de portada: Emmanuel Briane y lanueva.com)



“Libertad, Igualdad, Diversidad”. Esa fue la consigna con la que se realizó la primera Marcha del Orgullo Gay-Lésbico en la Ciudad de Buenos Aires, el 2 de julio de 1992. Fue un acto político al que asistieron alrededor de 300 personas, que nunca imaginaron la repercusión que este primer encuentro tendría en los años sucesivos. En aquella época, los derechos de la comunidad aún se encontraban lejos: la marcha buscaba visibilizar las legislaciones represivas, vigentes desde la dictadura, y que, incluso hoy en día, se hacen presentes en las prácticas de las fuerzas de seguridad, a través de numerosas represiones que han recrudecido en el último tiempo.

En aquella época, los derechos de la comunidad aún se encontraban lejos: la marcha buscaba visibilizar las legislaciones represivas, vigentes desde la dictadura, y que, incluso hoy en día, se hacen presentes en las prácticas de las fuerzas de seguridad, a través de numerosas represiones que han recrudecido en el último tiempo.

La convocatoria fue impulsada por varias organizaciones, entre ellos, Gays por los Derechos Civiles, presidida por Carlos Jáuregui, activista que se convirtió en emblema de la lucha LGBTIQ, instalando el debate en el centro del escenario. En una casa porteña de la calle Paraná, los integrantes del colectivo decidieron que era momento de ocupar el espacio público y de enfrentar el sentimiento de vergüenza impuesto por la sociedad, tomando al orgullo como respuesta política. Tal como relata a Página/12 César Cigliutti, uno de los participantes, fue allí donde se armaron carteles, banderas y también máscaras, que muchos usaron por miedo a las persecuciones y a la discriminación.


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Caros Jáuregui en la Primera Marcha del Orgullo Gay-Lésbico



Al comité organizador de esa primera marcha, se sumaron también la Convocatoria Lesbiana, el Grupo de Investigación en Sexualidad e Investigación Social (ISIS), la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), la Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina (SIGLA), y Transexuales por el Derecho a la Vida y a la Identidad (Transdevi). Con el paso de los meses surgieron nuevas agrupaciones referentes de la comunidad trans, como Travestis Unidas (TU), de la mano de Kenny de Michelis. Así fue cómo el colectivo fue incluido oficialmente en la segunda convocatoria de 1993, dando origen a la sigla LGT. Las marchas fueron cobrando masividad, a la par de la diversificación de las identidades, y de los reclamos, que exigieron desde un inicio legislación adecuada para garantizar los derechos de las minorías sexuales.

A partir de 1997, la movilización comenzó a realizarse en el mes de noviembre, en conmemoración a la fundación de Nuestro Mundo, el primer grupo de diversidad sexual del país y de Latinoamérica. Creada en 1967, en Gerli, Gran Buenos Aires, por activistas comunistas del Sindicato de Correos, la agrupación fue la base que después permitió el surgimiento de otras organizaciones y su posterior fusión en el Frente de Liberación Homosexual (FLH), liderado por el escritor Néstor Perlongher. El colectivo se encargó de difundir panfletos y publicaciones para concientizar acerca de la igualdad de derechos, hasta que se disolvió con el inicio de la dictadura cívico-militar, en 1976, luego de haber pasado a la clandestinidad ante las persecuciones de la Triple A. Los miembros que no se exiliaron fueron desaparecidos.


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Las cacerías

La gesta colectiva que llegó por primera vez a Plaza de Mayo en 1992 tuvo como referencia a la denominada Revuelta de Stonewall, en Nueva York, Estados Unidos, el 28 de junio de 1969. Considerada a nivel mundial un hito fundante del movimiento por la diversidad sexual, la protesta expresó el hartazgo de la comunidad ante las razzias policiales. Las fuerzas de seguridad inspeccionaban locales públicos, exigían identificaciones y detenían a todas aquellas personas que no se insertaran en los parámetros de la heteronormatividad. Ese día, la multitud que se encontraba en el bar de Stonewall puso un freno al atropello de los derechos, cobrando visibilidad en los principales medios de comunicación.

La gesta colectiva que llegó hasta Plaza de Mayo por primera vez en 1992 tuvo como referencia a la denominada Revuelta de Stonewall, en Nueva York, Estados Unidos, el 28 de junio de 1969. Considerada a nivel mundial un hito fundante del movimiento por la diversidad sexual, la protesta expresó el hartazgo de la comunidad ante las razzias policiales.

En Argentina, el hostigamiento y las cacerías fundadas en defensa de la “moral” y las “buenas costumbres” era también parte de la realidad cotidiana. De acuerdo a lo relatado a Página/12 por Esteban Paulón, actual vice presidente de la Federación Argentina de Lesbianas Gays Bisexuales y Trans, se estima que durante la dictadura cívico-militar hubo 600 desaparecidos del colectivo LGBT y que existió “especial ensañamiento hacia ellos y ellas”. Durante la década del ‘80, y luego del retorno a la democracia, el clima represivo no perdió fuerza: persistieron los edictos policiales, la Ley de Averiguación de Antecedentes o el inciso 2° H, a partir de los cuales se detenía a integrantes de la comunidad y se armaban causas, acusándolos de “escándalo”, “resistencia a la autoridad”.

De acuerdo a Página/12, es por esto que las principales consignas que rondaban en las marchas durante la década del ‘90 fueron la derogación de los edictos; la penalización de los actos discriminatorios; el reconocimiento de derechos civiles; documentos legales para personas transexuales que habían hecho cambio de sexo; separación de la Iglesia y el Estado, implementación de una ley de educación sexual inclusiva; preservación de identidad, seguridad y organización de toda minoría. Los reclamos acompañaron una interpelación directa a los funcionarios estatales, expresada en una nota publicada en Diario Popular, el 29 de septiembre de 1993: “Exigimos que los políticos empiecen a tomar posición en contra de la discriminación. De una vez por todas la dirigencia política debe dejar de pensar que somos ciudadanos de segunda». 

Durante la década del ‘80, y luego del retorno a la democracia, el clima represivo no perdió fuerza: persistieron los edictos policiales, la Ley de Averiguación de Antecedentes o el inciso 2° H, a partir de los cuales se detenía a integrantes de la comunidad y se armaban causas, acusándolos de “escándalo”, “resistencia a la autoridad”.

Aquella Marcha del Orgullo que surgió con unos centenares de persona supo conquistar el espacio público.  El paso del tiempo demostró que la comunidad LGBTIQ ya no volverá a callar ante los derechos vulnerados por una sociedad que busca reprimir todo lo que no se corresponde con la heteronormatividad. En un contexto en el que la violencia institucional sigue estando a la orden del día, la historización de la lucha resulta así fundamental para defender los derechos alcanzados y alzar la voz por los que aún faltan ganar.


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