DDHH son ahora – Entrevista a Giselle Tepper de HIJOS: «Juzgar hoy a los genocidas es reparar un daño que se le ha hecho a todo el pueblo»

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Con la intención de desmitificar la idea de que los derechos humanos pertenecen al pasado y la memoria es algo que debería quedar en el olvido, el ciclo “Los derechos humanos son ahora” intenta recuperar testimonios, crónicas o entrevistas que indaguen su importancia y vigencia en la realidad actual.

«Hijos e hijas por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio» es uno de los organismos de derechos humanos que refleja una de las tantas consecuencias de la dictadura en las generaciones posteriores. Mediante el escrache y la búsqueda de condena social, salieron a gritar contra un contexto de impunidad que los provocaba. “El delito de lesa humanidad tiene que ver con haber dañado a la humanidad en su conjunto, entonces si vos o alguien no tienen un pariente desaparecido, ni nadie cercano, no importa, porque a vos te impusieron que durante muchos años haya un país con pobreza”, manifiesta con firmeza Giselle Tepper, militante de la organización.


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— ¿Por qué te sigue pareciendo importante la lucha por la defensa de los derechos humanos?

— En HIJOS, tenemos un desafío y una decisión que es no alimentar la idea de que los derechos humanos son una cuestión del pasado. La definición de la organización está enmarcada en la consideración de qué son los derechos que tenemos en cuanto personas y seres humanos. Esta idea de que la lucha por la memoria, la verdad y la justicia representa un pasado, unos desaparecidos, unas madres, familiares o abuelas. Pero nosotros creemos que tiene que ver justamente con el derecho a la vida y nos atañe como seres humanos ayer, hoy, mañana y siempre. Por eso, intentamos poner la discusión en que los derechos deben ser garantizados y respetados en todo momento de la vida de las personas y el que tiene el rol y deber de garantizarlos es el estado. Nuestra lucha con otros organismos de derechos humanos respecto a los delitos de lesa humanidad cometidos por un estado no democrático, busca que esos crímenes sean juzgados y condenados sin que eso excluya discutir otros delitos que hoy están cometiéndose y que tienen, obviamente, que ser juzgados y castigados. Igual, el debate tiene que estar centrado en que nuestro objetivo como sociedad sea la garantía y respeto de todos los derechos, porque a veces parece que hay intentos de falsear la cuestión para intentar desprestigiar esta lucha, por eso, nosotros defendemos la igualdad de derechos, y creo que eso es algo muy importante, porque hay muchos sectores que hablan en contra de seguir avanzando en el juzgamiento de la violación de derechos humanos durante la dictadura y son los mismos que después piden mano dura, que piden pena de muerte, que creen que un pibe como Luciano Arruga por ser pobre puede ser desaparecido por la policía bonaerense, o que criminalizan la pobreza y la protesta. Entonces lo que hay que desenmascarar es qué sectores son los que instalan que hay unos derechos humanos del pasado y unos del presente.

Hay muchos sectores que hablan en contra de seguir avanzando en el juzgamiento de la violación de derechos humanos durante la dictadura y son los mismos que después piden mano dura, que piden pena de muerte, que creen que un pibe como Luciano Arruga por ser pobre puede ser desaparecido por la policía bonaerense, o que criminalizan la pobreza y la protesta.

¿Cómo viven desde HIJOS su participación en los juicios por los delitos de lesa humanidad?

 — Desde HIJOS y las distintas regionales que hay en el país de la organización somos querellantes, es decir, parte acusadora de los genocidas y damnificada. Por otro lado, participamos como testigos, muchos compañeros han dado testimonios por haber estado al momento del secuestro, o haber sido incluso secuestrados y tienen ese recuerdo para poder contarlo, o los testimonios de otros compañeros se basan en poder contar qué tipo de daño generó la desaparición forzada y el terrorismo de estado. Desde que empezaron a reiniciarse los juicios hemos aceptado que se venía un cambio histórico muy grande y decidimos sostenerlos desde adentro y fuera de los tribunales. Es decir, con la preparación de los escritos necesarios, aprendimos muchísimo de derecho penal a un punto de que no lo podemos ni creer, porque, básicamente, había que desafiar a un poder muy grande que es la impunidad. Formamos la comisión de legales en donde algunos abogados, investigadores y otros compañeros empezamos a armar las querellas. Tenemos la particularidad de haber trabajado nuestras propias querellas, es decir, son casos que desde HIJOS fuimos investigando y armando las pruebas. Cuando vamos viendo que los juicios llegan a debate oral y público, a testimonio y a condena, es increíble. También sostenemos este proceso desde la calle, porque entendemos que los juicios tienen la particularidad de ser históricos, entonces tenemos que mostrar qué pasa dentro de un poder que sigue teniendo lógicas corporativas, lógicas anónimas de cerrarse, de no querer poner la cara cuando, por ejemplo, hay una absolución; así que siempre que hay una sentencia hacemos una actividad. Además, siempre que hemos necesitado reclamar ante el poder judicial, lo hemos hecho desde la calle y también desde otras instancias más formales.

— Mientras hay quienes creen que no se debe profundizar el proceso de memoria, verdad y justicia y los juzgamientos a los genocidas, actualmente, ¿en qué situación ves el proceso de los juicios?

— Los juicios son un gran avance histórico sin antecedentes a nivel mundial, porque son tribunales del mismo país los que lo llevan a cabo. Ya hay más de 600 genocidas condenados, la mayoría de ellos con cárcel común, pero muchos tienen el privilegio de la prisión domiciliaria o la excarcelación hasta que se confirme el fallo. Son muy pocos los genocidas con sentencia firme, pero sí hay varios en primera instancia, y eso es muy importante. Hemos avanzado como sociedad, porque creo que son procesos sociales, con el juicio y castigo de lo que fue específicamente el brazo armado del terrorismo de estado. Pero, en este momento, vemos la incapacidad del poder judicial, por acción u omisión, de juzgar a los civiles. Sistemáticamente, observamos la permanente falta de mérito como manera de garantizar la impunidad para civiles. En los casos en los que existe complicidad de empresas como Ford, Ledesma, Las Marías o La Nueva Provincia, los casos llegan a juicio por los delitos de los militares, pero no llegan a Vicente Massot o a Carlos Pedro Blaquier, por ejemplo.

Hemos avanzado con el juicio y castigo de lo que fue específicamente el brazo armado del terrorismo de estado. Pero en este momento vemos la incapacidad del poder judicial, por acción u omisión, de juzgar a los civiles.

— En relación a estas trabas en los juicios, durante este año particular por las elecciones, hubo una oleada de intentos de promover la ansiada “reconciliación nacional” por parte de diferentes charlas y también con el apoyo de varias editoriales del diario La Nación. ¿Qué pensás sobre eso?

La Nación es un diario que hoy tiene el beneficio de que sus propietarios no sean indagados junto a los responsables de Clarín y otros civiles que están imputados en la causa de lo que fue la apropiación de la empresa de Papel Prensa, una empresa que tenía una mayoría accionaria del estado y hoy tiene una mayoría privada de Clarín y La Nación. Entonces, no es nada sorprendente que ese diario pida impunidad para sus propios crímenes, no es nada sorprendente que Clarín lo siga haciendo, no es nada sorprendente que intenten desestabilizar constantemente. Me parece que, si bien es nefasto y no tenemos que dejar de sorprendernos, repudiarlo y enojarnos, sabemos de dónde viene: del puño y letra de los Mitre que son genocidas civiles de la última dictadura cívico-militar, entonces desde ese lugar, raro sería que celebren un nuevo procesamiento de un civil. Después de todo, es el mismo diario que cuando condenaron a Videla dijo: “El ex-presidente fue condenado”. ¿Quién le dice ex-presidente a Videla? Un amigo político, nadie más. Este año se siguió alimentando lo que viene haciendo La Nación desde su fundación. Es un diario de élite, es un diario que ha representado en su momento lo peor de las prácticas políticas y hoy lo sigue haciendo, pero no es más destructivo con la democracia, porque sabe que hay un pueblo que la está defendiendo.

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Escrache a Videla cuando tenía prisión preventiva con arresto domiciliario por el robo de bebés – Año 2006

— Volviendo a la organización, ¿Cómo fueron los comienzos de HIJOS y cómo sentís que fue tu militancia en los ’90 y hoy?

— Los comienzos de HIJOS como red nacional tienen que ver justamente con un momento generacional de una adolescencia muy marcada por un contexto de impunidad, por las leyes de Obediencia Debida, de Punto Final y los indultos. La organización surge de un gran grupo de jóvenes que de un duelo personal hizo una lucha colectiva y eso es lo que trasciende en estos 20 años, desde ese 1995 que nos fundó. En el nombre está mucho de lo que fue la lucha de los ’90: por la identidad y la justicia contra el olvido y el silencio. Tuvimos que salir a marcar qué íbamos a hacer contra la impunidad, lo que después fue el escrache y también el exigir a la par la construcción de condena social. En lo personal, me sumé estando todavía en la secundaria. Inicialmente con lo que fue el programa de radio que estaba en FM Latinoamericana, fui teniendo momentos de participación más cercanos y otros más lejanos, pero creo que a muchos nos pasa que una vez que te acercas a HIJOS no sentís que te vas. A muchos nos reunió nuevamente el momento de los juicios a los genocidas, por las querellas, los testimonios o porque creímos que era el momento para volver a poner el cuerpo en la militancia. En este sentido, hoy creo que estamos siendo parte de políticas de estado que antes nos parecían inimaginables. Antes dominaba el olvido, la impunidad, el silencio, incluso algún intento de reconciliación. Entonces, esas políticas de estado que hoy sí suceden como los juicios a los genocidas y la recuperación de los ex centros clandestinos, son las que nos están reuniendo todavía en un espacio de lucha en el que entendemos que aún queda mucho por hacer y justamente ahí es donde se rompe esta idea de que hay derechos humanos de antes y de ahora. Un pibe que es víctima de violencia institucional está siendo vulnerado hoy en su derecho, pero hay sectores que no quieren hablar de eso. Me parece que si vamos a hablar de derechos, es necesario que pongamos toda las vulneraciones sobre la mesa y veamos dónde está realmente la crisis; si es que está donde piden más cámaras de seguridad y más policías, o donde un pibe por ser pobre tiene una expectativa de vida que es la que le pone la bala de un policía.

— Mencionabas la violencia institucional, ¿crees que es algo que persiste por la dictadura? ¿Por qué sigue tan vigente hoy? 

— Fundamentalmente, siempre sostuvimos que la violencia institucional se mantiene por las mismas prácticas de los genocidas y la impunidad, la formación disciplinaria para las fuerzas armadas de este país fue pensada para reprimir al pueblo. Una de las raíces está claramente en ese terrorismo de estado y, posteriormente, en una profundización con la impunidad de los ’90, ahí hubo una continuidad que generó más impunidad. De todas formas, entendemos que hay una diferencia desde el poder ejecutivo actual en cuanto a eso, hay una intención de que eso cambie, pero falta mucho, y lo que seguimos viendo es que las principales víctimas son pibes y pobres. El derecho a la vida está siendo vulnerado con todas esas prácticas, también porque esta impunidad hizo que mucha de esa “mano de obra desocupada de la dictadura” quede a cargo de comisarías, entonces, ¿por qué va a dejar la picana un tipo que estuvo en la ESMA si lo consagra la impunidad y después va a la comisaría y es jefe? Definitivamente la violencia institucional viene de este recorrido histórico.

Un pibe que es víctima de violencia institucional está siendo vulnerado hoy en su derecho, pero hay sectores que no quieren hablar de eso. Me parece que si vamos a hablar de derechos, es necesario que pongamos toda las vulneraciones sobre la mesa y veamos dónde está realmente la crisis; si es que está donde piden  más cámaras de seguridad y más policías, o donde un pibe por ser pobre tiene una expectativa de vida que es la que le pone la bala de un policía.

— ¿Qué crees que habría que hacer para que eso siga cambiando?

— Ahí es difícil, todavía no lo encontramos del todo. Es un cambio muy grande en lo cultural, tanto de la sociedad como del estado. En la formación de las fuerzas, que si bien está avanzando, hay capas geológicas de esa escuela para torturar y reprimir al pueblo que todavía existe. Como las fuerzas tienen una lógica verticalista de formación, seguramente todo se irá modificando de esa manera. Nosotros hemos participado en instancias de formación en generaciones más nuevas y la verdad es que o coincidió con los grupos que fuimos o realmente hay algunos cambios. Hay algunos pibes que me parece que entienden que hay una intención de generar unas fuerzas de la democracia y se suman de esa manera. El principal problema es que todavía hay algunas prácticas de disciplinamiento que generan mucha violencia interna y es parte de lo que hay que cambiar. El principal desafío es ese: cómo seguir sacando de las fuerzas tanto lo ideológico como a los genocidas que todavía no fueron identificados y probablemente algunos de ellos sigan en las fuerzas. También nos merecemos un debate mucho más amplio en la sociedad sobre qué es lo que implican unas fuerzas de la democracia y qué tipo de fuerzas queremos. Pero, en definitiva, lo que falta es poder reparar mucho de lo que hizo el terrorismo de estado en las fuerzas.

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— ¿Cómo fueron los primeros escraches de HIJOS?

— La verdad es que el primer escrache surgió de forma bastante espontánea, no es que se planificó hacer escraches, así como tampoco las madres organizaron su primera ronda en Plaza de Mayo. HIJOS toma el escrache como una herramienta contra la impunidad caminando adelante. Tampoco es una herramienta que hayamos dejado atrás, la volvimos a usar este año con Blaquier y Massot, y sinceramente el marco es absolutamente distinto. En cada escrache teníamos una bandera muy larga que decía “Al servicio de la impunidad” y la poníamos adelante de la casa de los genocidas, delante de la valla que siempre ponía la policía, porque era la policía al servicio de la impunidad. Hoy hacemos un escrache y no hay policías. Hay una diferencia enorme en cuanto a operativos de seguridad en la participación de los escraches; antes nos volvíamos de muchos lugares corriendo de la policía. Además, ahora estamos señalando grandes avances pero también limitaciones que todavía existen en la corporación judicial para avanzar. En ese momento, decidíamos los escraches a través de reuniones y distintas instancias. Había mucho resguardo de la información, mucha preocupación en chequear, en tener que ir a sacar una foto para que lo reconozca un sobreviviente, y después, íbamos a la plaza del barrio unas semanas antes a volantear, a convocar a los vecinos, a preguntarles. Para nosotros ningún escrache hubiera tenido sentido si los vecinos no participaban porque justamente lo que se quería señalar era que el genocida vivía en ese barrio, y hacer que la condena social se activara para que se sintiera encarcelado en su propia casa. Así que, básicamente, tenía que ver con conseguir información para poder confirmar que tal vivía en tal lugar, hacer guardias. En algunos escraches los mismos vecinos nos decían que los habían visto irse. En este sentido, los vecinos tenían esa participación fundamental, los escraches no eran sólo de H.I.J.O.S, sino que se utilizaban como una herramienta para denunciar la impunidad.

El principal desafío es seguir sacando de las Fuerzas tanto lo ideológico como a los genocidas que todavía no fueron identificados y probablemente algunos de ellos sigan en las Fuerzas.

— Pensando en las próximas elecciones a presidente, ¿qué crees que va a suceder en materia de derechos humanos los próximos años?

— Hay un pueblo que en este último tiempo vivenció una recuperación de derechos históricos y, en ese sentido, creo que primero va a existir una gran defensa de eso. Ese es uno de los logros de haber respondido a muchos reclamos sociales con políticas de estado. Lo importante sería conocer mejor a los Ministros de Economía de cada candidato a Presidente, porque ahí está la matriz desde la que vamos a poder discutir los derechos. Si bien podemos separar el derecho a la vivienda como tal y el derecho a la educación como tal, sabemos que vivimos en un sistema capitalista, con sus mejores o peores condiciones y la matriz es económica, entonces ahí va a estar la definición de qué va a pasar con nuestros derechos. Ojalá lo que suceda de acá en adelante tenga que ver con seguir avanzando, ampliando e incluyendo. Sí compartimos que hay dos proyectos de país, y que la diferencia está en lo económico. Tampoco hay mucha pronunciación sobre los derechos que nos preocupan por parte de algunos candidatos. La verdad es que no sé bien qué es lo que viene, sí sé qué es lo que esperamos: que se profundice lo que hay hasta ahora, que no se retroceda ni un paso y en eso somos muy contundentes. Cada vez que hay algún intento de retroceso, hay una barrera que se pone desde la sociedad. Nosotros nos encontraremos donde se estén defendiendo esos derechos adquiridos y yendo por más.

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— Este año arrancaron con la radio La Imposible desde la Ex Esma, ¿qué los moviliza a hacer comunicación?

— Desde que nos empezamos a juntar como regional en Buenos Aires tuvimos programas de radio y, cuando inauguramos La Casa de la Militancia en el Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex Esma) en el 2011, empezamos a pensar en abrirla para justamente enmarcarla en lo que es para nosotros una radio para la militancia. En ese sentido, entendemos la militancia de muchas maneras, no sólo en lo partidario. Consideramos a la comunicación como una de las herramientas fundamentales de la militancia política, de construcción de la lucha. Pensamos en una radio que esté abierta a otros espacios, porque para nosotros la militancia tiene que ver con un compromiso, con la solidaridad y con esa convergencia de muchas personas haciendo radio desde un lugar que nosotros reivindicamos que es la comunicación popular. Por eso, siempre nos movimos en las radios comunitarias, Radio Latinoamericana y FM La Tribu.

— ¿Por qué surgió el nombre “La Imposible”?

— Para nosotros la palabra imposible tiene muchos sentidos, es algo que siempre nos pareció parte de la rebeldía de la lucha; que nos digan que no se puede y buscar hasta encontrar que sí, entonces elegimos esa palabra porque nos identificaba mucho en nuestra forma de ser y hacer. Es una radio que para nosotros tiene por obligación y deber reivindicar la militancia popular y comunitaria, porque entendemos que justamente eso es reconocer y reivindicar las luchas de las víctimas detenidas y desaparecidas que estuvieron acá, que son alrededor de 5000. No le pusimos una definición pero esta radio de alguna manera es una forma no sólo de elegir cómo nosotros queremos hacer comunicación, porque entendemos que es una herramienta importante en la lucha política, también lo pensamos como forma de llegada para mucha gente que no vino a visitar nunca el espacio, que todavía no se animó a poner el primer piecito.

Hubo un intento de instalar un plan económico, de exclusión, de hambre, de pobreza para la mayoría y concentración y riqueza para pocos y, ante la resistencia política de un sector de la sociedad, se cometió un genocidio.

— ¿En qué creen que hay que seguir insistiendo a la hora de exponer lo que fue la última dictadura cívico-militar?

— Si bien hay quienes creen que la participación en organizaciones políticas, armadas, puede ser o no algo cuestionable, lo que hizo el terrorismo de estado nos lo hizo a todos. En ese sentido, hacemos un gran hincapié en el concepto de lesa humanidad, es decir que la humanidad ha sido dañada en su conjunto. Nos esforzamos en que se comprenda eso, porque muchas veces nos quedamos en la teoría de los dos demonios, en un conflicto político de un grupo contra otro grupo y nosotros lo que sostenemos es que hubo un intento de instalar un plan económico, de exclusión, de hambre, de pobreza para la mayoría y concentración y riqueza para pocos, y que, ante la resistencia política de un sector de la sociedad, se cometió un genocidio. El terror fue el método para eliminar desde lo político a lo que era un obstáculo para un plan económico. Cuando se abre el debate sobre la participación en las organizaciones, lo aceptamos, lo damos, lo que no podemos desconocer es que eso no fue en abstracto, fue en el marco de un terrorismo de estado, en el marco previo de una triple A, que fue de lo más crudo para poner un concepto de esa represión. Creemos que las discusiones hay que recuperarlas en contexto.

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Escrache a Astiz – Año 2000

— Claro, el accionar de las agrupaciones armadas es diferente a llevar adelante un plan sistemático de genocidio por parte del terrorismo de estado.

— Sí, el delito de lesa humanidad tiene que ver con haber dañado a la humanidad en su conjunto, entonces si vos o alguien no tienen un pariente desaparecido, ni un amigo ni nadie cercano, no importa, porque a vos te impusieron que durante muchos años haya un país con pobreza, con baja calidad de educación, despolitizado. Es ahí donde se entiende que el terrorismo de estado fue el método para eliminar a un sector de la población, pero para implantar un plan económico que perjudicó a todos. Por otro lado, se ha podido demostrar que si nos organizamos, luchamos y vamos por esas ideas que consideramos justas, se puede, dando cuenta de cómo una sociedad que decide qué es lo que quiere y lo que no, pueda organizarse. Nos importa marcar que esos delitos fueron contra todo la población y que juzgar hoy a los genocidas es reparar un daño que se le ha hecho a todo el pueblo. Entonces, los juicios no son para las madres, para los familiares, para los sobrevivientes, para un testigo o para alguien que milita en una organización y se siente convocado, sino que son de todos.



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