El silbido de vientos lejanos: cinco poemas de Edith Vera

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Como un secreto a voces, los poemas de Edith Vera perduran en el tiempo y encuentran nuevos lectores, sobreviven a la injusta sentencia del olvido. En El silbido de los vientos lejanos, poesía reunida editada por Caballo Negro y Eduvim, la autora desplega una habilidad inusitada para traficar optimismo y luminosidad sin caer en el exceso de la dulzura o la sensiblería. Con la palabra justa, sus poemas se edifican como un árbol que sabe en su propia biología cuál es la cantidad exacta de frutos que se debe dar en cada estación. 



Sobre la autora

Edith Vera (1925-2003) nació y murió en Villa María, Córdoba. Egresó como maestra-bachiller y trabajó en Leones y en San Francisco del Chañar, se trasladó a Córdoba para estudiar abogacía y finalmente regresó a Villa María, donde estudió el profesorado de Jardín de Infantes y apenas egresó fue nombrada directora del Jardín de Infantes Antonio Sobral, cargo que ejerció hasta 1979, cuando fue cesanteada por la dictadura militar, y que no le fue restituido con la llegada de la democracia. En 1960 recibió el Primer Premio en el concurso “Campaña para una Buena Literatura para Niños”, organizado por el Fondo
Nacional de las Artes, por Las dos naranjas (1969) y el Premio “Alberto Burnichon Editor”, al libro mejor editado en Córdoba en el bienio 1997/1999, por El libro de las dos versiones. Además de poesía, escribió cuentos y artículos. Su obra, mayormente desperdigada e inédita, circuló durante décadas por revistas, antologías, programas de radio, fotocopias y blogs.

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1 –

Me encuentro con el pasado
y él, con una brizna entre los labios,
se disculpa.
–No es así –le digo, dándole a beber
un poco de agua clara.
Yo sé que todo pasó, toda emoción,
todo amor y todo dolor
fue mi quehacer en esta tierra,
bajo nuestro sol,
bajo nuestra luna.
Ni una hebra dejé
fuera de la desordenada urdimbre de mi vida.

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2 –

Cómo decir que el tamarindo es eso,
un tamarindo, un árbol,
pero que es algo más en la memoria?
Es el resumen de la infancia mía
mi alfabeto de hojas.
Isla de maravilla en su patio olvidado,
es también el recuerdo del abuelo y la abuela
que esperaban a su sombra quién sabe qué milagros.
Él les vio quedarse yertos y siguió dando flores.
En su copa moraban los pájaros del viento
y yo aprendí entre ellos,
trepando por sus ramas,
a descifrar lenguajes
que sólo se comprenden en el ritmo de ese árbol.
Tamarindo, hasta ahora
me llegan esas voces.

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3 –

Si encuentras a la que fue mi infancia
le pones violetas en el pelo,
tréboles en los ojos,
una uva en la boca
y almendras en el corazón.
Ella comprenderá.

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Edith Vera

El silbido de vientos lejanos (Caballo Negro, 2022), de Edith Vera.


4 –

Decidido está:
No voy a cultivar mi pena
sacándola cada día al sol
como a un balcón de mayo.
Cultivaré el amor como una rosa
acercando a sus hojas
el amanecer de todos los rocíos.
¡Ah! Y acercaré a sus hojas
un gusano que turbe su alegría.
El amor odia la monotonía.

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5 –

Tengo la absoluta certeza
de que un bosque encendido vuela sobre mi cabeza
y que uno de sus pájaros
traza con el ala
el recorrido exacto de la vida
descendiendo entre las piedras grises.
Abajo, abiertas mis venas y arterias,
esperan.
viejos aromas de resinas exhuma el bosque
cuando las garras
dejan su huella en la piel.

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