Tres documentales ambientalistas que hay que ver sí o sí

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El pasado 5 de junio fue el “Día mundial del Medio Ambiente”, fecha que se celebra a nivel internacional desde 1974 con el fin de llamar la atención de las poblaciones e inducir a la acción política en los asuntos que atañen al medio ambiente. La efeméride fue establecida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) mediante una resolución y, cada año, origina numerosas manifestaciones de colectivos ambientalistas en las calles, campañas de reciclaje y reforestación, conferencias mundiales y películas que aspiran a proporcionar a los espectadores una conciencia ecológica. A propósito de esta conmemoración, presentamos tres documentales ambientalistas que son clásicos del cine.

Por Julieta Escat



1 – “Koyaanisqatsi” (1982)

Es un documental experimental dirigido por Godfrey Reggio, un director cinematográfico estadounidense especializado en documentales de ese género. El título es una locución del idioma hopi, hablado por los indígenas del noreste de Arizona (Estados Unidos), cuya traducción aproximada es “vida desequilibrada”. Este largometraje es el primero de “la trilogía qatsi”: le siguen Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi (2002).

Koyaanisqatsi (1982) no incluye testimonios ni explicaciones, pero logra transmitir un mensaje profundo sobre el medio ambiente a través de imágenes, sonidos y música.

Los documentales experimentales carecen de un hilo narrativo argumental y procuran que los espectadores sientan emociones, experiencias, sentimientos y concepciones del mundo, a diferencia de los documentales testimoniales, que exponen ciertas problemáticas apelando al raciocinio de los interesados. En este sentido, Koyaanisqatsi (1982) no incluye testimonios ni explicaciones, pero logra transmitir un mensaje profundo sobre el medio ambiente a través de imágenes, sonidos y música.

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Aunque el sentido final de este documental puede variar según la interpretación de cada espectador, algunos de sus fragmentos parecen aludir al incremento vertiginoso de las sociedades, al consumismo y a la producción en serie, a la contaminación atmosférica, lumínica y visual, al desarrollo de las industrias publicitaria, tecnológica, militar y espacial, a la enajenación de los trabajadores fabriles, a los daños causados por las grandes industrias tanto en el aire como en el agua, a la incesante actividad extractiva y al agotamiento de los recursos hídricos naturales. Los juegos de cámara constantes, de rápida a lenta y viceversa, acentúan uno u otro tópico.

el significado último de este documental, en verdad, lo termina de configurar cada quien en su mente. Sin dudas es una película que hace despertar a los espectadores

La música juega un papel muy importante en este documental, ya que sin ella el sentido final del filme no sería el mismo. Ciertos cánticos ancestrales se entremezclan con una música instrumental que, por momentos, se acelera y, por otros, se ralentiza. Algunos sonidos son abrumadores y otros, alarmantes, lo que genera cierta sensación de confusión, de esa que se experimenta en las grandes urbes.

Pero por mucho que se intente poner en palabras, el significado último de este documental, en verdad, lo termina de configurar cada quien en su mente. Sin dudas es una película que hace despertar a los espectadores y, por su extrañeza, es profundamente plausible y recomendable.

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Ficha técnica

Título original: “Koyaanisqatsi”  / Año: 1982
Duración: 85 minutos / País: Estados Unidos
Guion: Ron Fricke, Michael Hoenig, Godfrey Reggio y Alton Walpole
Dirección: Godfrey Reggio / Producción: Godfrey Reggio
Música: Philip Glass / Montaje: Ron Fricke y Alton Walpole
Productora: IRE Production


2 – “Una verdad incómoda” (2006)

 Este documental trata sobre el cambio climático y tiene como protagonista a Albert Gore, el ex-vicepresidente de Estados Unidos que acompañó al entonces presidente Bill Clinton entre 1993 y 2001. Cabe recordar que, además, fue el candidato del Partido Demócrata para la elección presidencial de 2000 y perdió contra George W. Bush del Partido Republicano. Durante y después de sus años como funcionario público, ejerció un papel importante dentro del activismo ecologista, y prueba de ello es este documental guionado y conducido por él.

El largometraje, ganador de dos premios “Óscar”, mezcla el testimonio que el propio Gore brindó en diversas conferencias sobre el cambio climático con algunas animaciones. El filme propone abandonar la perspectiva que sostiene que el calentamiento global no es posible porque la Tierra es demasiado grande como para que la humanidad pueda provocar un daño duradero en el ambiente, y plantea que hay numerosas investigaciones científicas que prueban que el cambio climático es un hecho y no una mera teoría especulativa.

La población mundial no para de aumentar desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y eso implica una mayor demanda de alimentos y agua y, por lo tanto, una mayor presión sobre los recursos naturales y una gran deforestación.

Gore menciona, por ejemplo, el papel decisivo que tuvieron los estudios de Roger Revelle, el científico estadounidense que empezó a medir el dióxido de carbono alojado en la atmósfera terrestre. Gracias a sus investigaciones se sabe que el dióxido de carbono emitido por la humanidad provoca un aumento generalizado de la temperatura. Gore explica que cuando los océanos se calientan, originan tormentas, huracanes y tornados de grandes magnitudes, ya que el incremento de la temperatura del agua genera un aumento de la velocidad del viento y del grado de humedad.

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Además, el calentamiento global acarrea el derretimiento de los glaciares que se encuentran en los polos norte y sur, lo que a su vez ocasiona una elevación del nivel del mar y el hundimiento de las zonas costeras del planeta. También afecta a las estaciones y a los nichos ecológicos. Por ejemplo, los arrecifes de coral de todo el mundo están sufriendo un fenómeno conocido como “blanqueamiento masivo de corales” debido a las altas temperaturas y, al mismo tiempo, eso provoca que los peces que dependen del equilibrio de ese ecosistema estén en peligro de extinción.

Según Gore, hay tres grandes conflictos entre la humanidad y el planeta. En primer lugar, la población mundial no para de aumentar desde los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y eso implica una mayor demanda de alimentos y agua y, por lo tanto, una mayor presión sobre los recursos naturales y una gran deforestación. En segundo lugar, la revolución tecnológica, aunque proporciona beneficios en cuestiones médicas y comunicacionales, provoca un aumento de las emisiones de dióxido de carbono.

existe un esfuerzo por parte de las agencias publicitarias por instalar la idea de que la humanidad debe elegir entre la economía (es decir, el progreso industrial y el consumo) y el medioambiente, y esta falsa elección genera confusión en las sociedades

En tercer término, existe un esfuerzo por parte de las agencias publicitarias por instalar la idea de que la humanidad debe elegir entre la economía (es decir, el progreso industrial y el consumo) y el medioambiente, y esta falsa elección genera confusión en las sociedades, hasta el punto de que muchas de ellas creen que el calentamiento global es sólo una especulación y no un hecho real.

El documental plantea una pregunta central: ¿cómo reaccionamos cuando escuchamos las advertencias que esgrimen los científicos ecologistas de todo el mundo? Según Gore, mientras los votantes de cualquier país no reclamen por las consecuencias del cambio climático, seguirán existiendo políticos que ignoren esta problemática. Hacia el final del film, el activista propone, como solución al calentamiento global, cambiar las formas de vida: comprar lámparas y electrodomésticos de bajo consumo, utilizar un termostato para ahorrar energía en la calefacción y la ventilación, aprovechar el transporte público y/o las bicicletas para trasladarse, plantar árboles, utilizar fuentes de energía renovables y reducir la dependencia al petróleo. En suma, se trata de un documental altamente recomendable porque es muy completo: denuncia un problema, pero también enumera algunas soluciones al respecto.

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Ficha técnica

Título original: “An inconvenient truth” / Año: 2006
Duración: 97 minutos / País: Estados Unidos
Guion: Albert Gore / Dirección: Davis Guggenheim
Producción: Lawrence Bender, Scott Z. Burns y Laurie David
Música: Michael Brook / Montaje: Jay Cassidy y Dan Swietlik
Productoras: Lawrence Bender Productions y Participant Productions


3 – “Comprar, tirar, comprar” (2010)

 Este largometraje da a conocer, a través de documentos históricos, testimonios de expertos y una voz en off, los mecanismos de funcionamiento de la “obsolescencia programada de los productos”. El documental relata dos historias paralelas: por un lado, está la historia de un hombre al que se le rompe la impresora y, cuando va al local en donde la compró, el vendedor le dice que le sale más barato comprar una nueva que reparar la que ya tiene. No conforme con esa respuesta, el hombre se pone a investigar de qué manera puede reparar la impresora que dejó de funcionar de un momento a otro. Mientras tanto, el filme relata cómo se originó el paradigma de la obsolescencia programada, que es el motor de las sociedades de consumo actuales.

A partir de los años veinte, según cuenta el documental, los principales fabricantes de Europa y Estados Unidos empezaron a acortar la vida útil de los productos para aumentar las ventas. Por ejemplo, en 1924 un grupo de hombres de negocios se reunió en Ginebra (Suiza) bajo el nombre “Phoebus” con el fin de controlar la producción de las bombillas de luz.

El grupo decidió que, en vez de durar 2.500 horas, las lámparas incandescentes debían tener una vida útil de 1.000 horas, ya que de esa manera los consumidores comprarían con mayor regularidad. Además, el grupo empezó a multar a los fabricantes que producían bombillas eléctricas de más larga duración, y prueba de ello es un documento de 1929 que el filme da a conocer. Para los años cuarenta, “Phoebus” ya había alcanzado su objetivo: las personas compraban lámparas nuevas con mayor frecuencia.

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Pero la obsolescencia programada no se limitó a ese objeto en particular,  sino que se extendió a muchos otros, como las medias de nylon y las heladeras. De hecho, años después de la “crisis de Wall Street” de 1929, Bernard London, un inversor inmobiliario ruso-estadounidense, publicó un informe titulado “Finalización de la depresión a través de la obsolescencia programada” (1932), en el que sugería que la mejor manera de reactivar la economía era acortar la vida útil de todos los productos de manera obligatoria.

en los años cincuenta el concepto volvió a mencionarse, esta vez en boca de Brooks Stevens, un diseñador industrial estadounidense, pero con una ligera diferencia: en vez de “obligar” al consumidor a comprar, ahora se trataba de “seducirlo”

Creía que, de esa forma, las fábricas continuarían produciendo, las personas seguirían consumiendo y que habría empleo para todos. Su idea no se puso en práctica, pero en los años cincuenta el concepto volvió a mencionarse, esta vez en boca de Brooks Stevens, un diseñador industrial estadounidense, pero con una ligera diferencia: en vez de “obligar” al consumidor a comprar, ahora se trataba de “seducirlo”, es decir, de hacerle creer —mediante las agencias publicitarias— que debía vender los productos que tenía en locales de segunda mano y adquirir objetos “nuevos, bonitos y modernos”.

Tan arraigado está este paradigma en las sociedades contemporáneas que hasta se enseña en las carreras de Diseño y de Ingeniería. Entre los testimonios que da a conocer el documental, se destaca el de Serge Latouche, un economista francés, quien sostiene que un crecimiento ilimitado es incompatible con el planeta limitado en el que vivimos. Y es que la obsolescencia programada destruye los recursos naturales y genera un flujo constante de residuos electrónicos, que termina en países del Tercer Mundo, como Ghana. De hecho, en Agbogbloshie, una ciudad de ese país, dejó de existir el río Odaw a partir de que la zona se convirtió en un basurero de “chatarra tecnológica”.

El documental en su conjunto funciona, a la vez, como una fuente de información histórica, un llamado de atención sobre los daños ambientales que generan la obsolescencia programada y el hiperconsumo en el planeta

Hacia el final del filme, aparece de nuevo el hombre cuya impresora había dejado de funcionar. Descubre que los fabricantes colocan dentro de las impresoras un chip “Eeprom”, que tiene prefijado un recuento de impresiones y, cuando llega a un número determinado, el artefacto se bloquea y deja de imprimir. Sabiendo eso, el hombre contacta a Vitaliy Kiselev, el programador informático ruso que creó un software que permite resetear el chip contador. A partir de entonces, la impresora del hombre se desbloquea y funciona de nuevo.

El documental en su conjunto funciona, a la vez, como una fuente de información histórica, un llamado de atención sobre los daños ambientales que generan la obsolescencia programada y el hiperconsumo en el planeta y una invitación para que los espectadores cuestionen sus propios hábitos de consumo. Por todo ello, el filme se vuelve absolutamente indispensable.

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Ficha técnica

Título original: “The Light Bulb Conspiracy” / Año: 2010
Duración: 52 minutos / País: España
Guion: Cosima Dannoritzer / Dirección: Cosima Dannoritzer
Producción: Davina Breillet / Producción ejecutiva: Joan Úbeda y Patrice Barrat
Música: Marta Andrés y Joan Gil Bardagi / Montaje: Georgia Wyss
Productoras: Televisión española, Televisió de Catalunya, Arte France, Article Z y Media 3.14


Por Julieta Escat


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