Aborto legal, seguro y gratuito: «Estamos llamadas a transformar la sociedad»

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«Hablar del derecho a decidir, a interrumpir un embarazo es hablar de una cuestión que hace a los derechos humanos de la salud de las mujeres, como así también al derecho a sus decisiones y su autonomía», afirma para La Primera Piedra Nina Brugo, integrante histórica de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que viene construyendo un lugar en el feminismo desde hace décadas. En la siguiente entrevista, su trayectoria y el recorrido de una lucha que está llegando a un momento histórico. (Foto: Nadia Díaz)



Abogada laboralista y militante de larga trayectoria, Nina Brugo es una de las referentes históricas de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito que viene luchando desde hace años para un momento que finalmente llegó con la fuerza de generaciones unidas en una sola voz. «No pueden pararnos y eso se ve en todos lados, en los medios de transporte, en las calles, en los pañuelos, en las palabras de las compañeras», sostiene con la convicción de quien estuvo presente desde los inicios de un movimiento que desbordó sus fronteras para atravesar la sociedad.

«No pueden pararnos y eso se ve en todos lados, en los medios de transporte, en las calles, en los pañuelos, en las palabras de las compañeras», sostiene Brugo con la convicción de quien estuvo presente desde los inicios de un movimiento que desbordó sus fronteras para atravesar la sociedad.

Fue entrando al feminismo de a poco, acercándose gracias a la red tejida por innumerables reuniones, asambleas y Encuentros Nacionales de Mujeres que calaron profundo: hoy es una de las activistas de presencia permanente, que forman parte de un movimiento que alcanzó dimensiones hasta hace un tiempo inimaginables. «Cada vez tenemos chicas más jóvenes uniéndose con profundización», afirma.


— ¿Cómo fueron sus inicios en la militancia?

— Empecé en grupos de militancia social en barrios, después en la CGT de los Argentinos, y también fui prácticamente cofundadora del Movimiento de Mujeres Evita. Ya desde ese momento veía que ahí había una problemática en torno a la mujer. En las reuniones de barrio que hacíamos con mujeres de sectores populares, se escuchaba mucho decir: ‘Nos gusta venir porque no viene mi marido y puedo decir lo que pienso, si no, no me permite hablar’. De alguna manera, ese fue mi primer clic de que las mujeres necesitábamos un lugar propio, pero consideraba que primero había que lograr una transformación profunda, social, política y económica, y aún no lo pensaba en forma conjunta con el feminismo.

«En las reuniones de barrio que hacíamos con mujeres de sectores populares, se escuchaba mucho decir: ‘Nos gusta venir porque no viene mi marido y puedo decir lo que pienso, si no, no me permite hablar’. De alguna manera, ese fue mi primer clic de que las mujeres necesitábamos un lugar propio».

— ¿Cuáles fueron sus primeros contactos con el feminismo?

— Durante mi exilio interno y externo, empecé a conocer y a leer más sobre feminismo. Regresé a Argentina en el año ‘84 y, en el ‘85, comencé a escuchar sobre reuniones y sobre el Primer Encuentro Nacional de Mujeres, que ya se estaba armando desde ese momento y que se realizó el 24 y 25 de mayo de 1986. En ese entonces no era tanta la cantidad de talleres como ahora, pero la profundidad de las conclusiones que se leyeron y de lo que se discutió hizo que me enamorara de los encuentros y que no faltara a ninguno desde ese entonces. Las redes que fuimos tejiendo ahí me acercaron cada vez más al feminismo.

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— ¿Y con el tema del aborto?

Ya en ese momento venía hablando sobre lo que era una reivindicación tan importante como la interrupción voluntaria del embarazo y el derecho a decidir sobre ello. Recuerdo que en uno de los encuentros, en la fila de un comedor donde fuimos a almorzar, estaba juntando firmas Dora Coladesky – luchadora histórica por la legalización del aborto – para una presentación que se iba a realizar en un taller sobre el tema. En un primer momento, cuando Dora me pidió la firma, me asusté y le dije que no. Aunque yo tenía comprensión de las mujeres que tenían que abortar e inclusive acompañé algún caso, para mí era un tema tabú que se hablaba en voz baja. Pero al final de ese encuentro, en el que se decidió tomar el 28 de septiembre como Día de Acción Global por un Aborto Legal y Seguro, me di cuenta de la importancia del derecho y busqué a Dora para firmar. Ella también era abogada laboralista, y así fue como empezamos a tener una comunicación muy grande, lo que me enriqueció muchísimo para poder entender y profundizar.



Nina Brugo/ Foto: Sandra Cartasso para Página/12


— ¿Cuáles fueron las cosas que se discutieron que la llevaron a participar en el tema?

Hablar del derecho a decidir, a interrumpir un embarazo es hablar de una cuestión que hace a los derechos humanos de la salud de las mujeres, como así también al derecho a sus decisiones y su autonomía. Esto está ampliamente conectado con lo que ha suscrito nuestro país respecto a derechos humanos en cuanto a no discriminación, a tratados internacionales como el Pacto de San José de Costa Rica, o a los derechos del niño. Lo podemos encontrar en muchas partes: hay una gran riqueza jurídica avalada por la jurisprudencia. También está el hecho de que, desde 1921, existen en nuestro país dos incisos en el Código Penal en los cuales se exime la penalidad del aborto. Que además sea penalizado de forma distinta a un homicidio demuestra que no tiene similitud alguna con un asesinato. Es un absurdo pensar que los países del mundo que legislan sobre aborto le están dando impunidad a un asesinato. 

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— ¿Qué camino se siguió en la lucha por el aborto después de esos primeros encuentros de mujeres? 

Estuvieron también los grupos de autoconvocadas que formamos con la Reforma de la Constitución, en 1994, y que viajamos a Santa Fe para hablar con los constituyentes, para que no incluyeran el impedimento al aborto en la modificación. Era muy importante, porque cambiar la Constitución es algo mucho más complejo que modificar lo que pueda haber en una ley. En el año 2003 hubo una gran asamblea en la ciudad de Rosario, en la cual se acordó constituir algo más amplio. Era fundamental extendernos y conectarnos con el resto del país. Así fue cómo, después de diferentes reuniones, se formó la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que se consolidó en 2005 con la presentación de un proyecto de ley en la Cámara de Diputados. 

Hablar del derecho a decidir, a interrumpir un embarazo es hablar de una cuestión que hace a los derechos humanos de la salud de las mujeres, como así también al derecho a sus decisiones y su autonomía.

— ¿Cómo fueron los comienzos del proyecto? 

— Cuando lo presentamos, decidimos que el proyecto era de la Campaña y que no íbamos a dárselo a ningún diputado ni partido político. Lo presentamos en la mesa de diputados como sociedad civil y también en senadores, pero nadie se animó a levantarlo. De algún modo habíamos ingresado, pero vimos que así no iba a funcionar, así que en 2008 lo volvimos a introducir con la firma de 22 diputadas y un diputado, Claudio Lozano, que durante ocho meses fue el único varón que adhirió al proyecto. En el medio tuvimos reuniones informales, llevamos incluso gente del exterior que expuso argumentos, pero no pasó nada más. Estuvimos a punto de lograr el debate en 2011, pero la verdad es que el Poder Ejecutivo hizo que no nos dieran el quórum. Hubo una maniobra hecha por parte de diputados del oficialismo en conjunto con no oficialistas, para evitar el tratamiento del proyecto que así volvió a perder estado parlamentario. 

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Foto: Ximena Talento para Latfem


— ¿Cuáles cree que fueron las condiciones para que el proyecto llegara finalmente a tratarse en el Congreso y para que el debate tenga tanta repercusión en la sociedad? 

— Fundamentalmente la presencia de la Campaña en las marchas y en todos los Encuentros Nacionales de Mujeres, que son cada vez más masivos. También la toma de conciencia de que en Argentina se hacen 500 mil abortos anuales, que son cifras oficiales del Ministerio de Salud, por la cantidad de personas que llegan a hospitales por abortos mal realizados. Eso no es un invento, es una realidad. La penalidad no evita, al contrario, pone en riesgo sobre todo a las mujeres más vulnerables, lo cual afecta el derecho humano a la salud. Por otro lado, está la coherencia y la lucha permanente: las consejerías, el reclamo por la educación sexual, para que se cumplan las leyes de post parto, el haber conseguido la ley de vasectomía o de ligadura de trompas. Nosotras estamos presentes en todo esto y fue lo que permitió que no nos ignoren.

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— ¿Qué relación ve con el contexto político y social?

— Puede haber pasado también que el gobierno actual necesite algo para descomprimir la cuestión social y que, al tomar  la decisión de que el tema se tratara se produjera un boom, pero no fue solo cuantitativo, sino también cualitativo. Estamos teniendo una conciencia feminista muy grande que posibilita cosas, como profundizar un movimiento que pueda hacer cambios reales: culturales, sociales y hasta económicos.

«Las consejerías, el reclamo por la educación sexual, para que se cumplan las leyes de post parto, el haber conseguido la ley de vasectomía o de ligadura de trompas. Nosotras estamos presentes en todo esto y fue lo que permitió que no nos ignoren».

— ¿Cree que hubo un cambio a partir de la primera convocatoria por Ni Una Menos?

Sí, lo creo, pero también hubo participación liberal, tanto es así que el eje no estuvo en la violencia de la clandestinidad del aborto. Después fue tomado, y fue influyendo en la movilización. Esto se vio particularmente este 8 de marzo, al que se sumó todavía más gente.

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Foto: Martina Perosa para lavaca


— ¿Qué opina sobre la resistencia de los sectores que se oponen a la legalización del aborto?

— Si escuchamos las exposiciones de los antiderechos, como les decimos nosotras, en su gran mayoría tienen argumentos que son vergonzosos. Los poco cuadros que tienen tergiversan las leyes. No tienen suficientes elementos, por eso ahora no dicen “salvemos la vida del no nacido”, sino “salvemos las de los dos”, y en realidad lo que no les importa es la vida de la mujer, que es la que se arriesga. Además, no pondría el eje en una cuestión de vida, sino en la prohibición, la clandestinidad y la falta de autonomía, en un poder de decisión de las personas en un país en el que debemos considerar la separación entre la Iglesia y un Estado laico y no teocrático.

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— ¿Cuáles son sus expectativas respecto de la votación en el recinto?

—  En forma personal, considero que es una incógnita, pero creo que hay posibilidad, no pierdo la esperanza. Tampoco me va a frustrar si la situación llegara a ser negativa, porque ya no nos pueden frenar y veremos qué estrategia pensamos para revertirlo. Pienso que lo vamos a lograr: no pueden pararnos y eso se ve en todos lados, en los medios de transporte, en las calles, en los pañuelos, en las palabras de las compañeras.

Las transformaciones que estamos peleando van también más allá del proyecto de ley:  estamos llamadas a transformar la sociedad con esta revolución pacífica que estamos haciendo.

— ¿Qué observó respecto de las jornadas de lucha frente al Congreso durante estos últimos meses?

— Creo que, de algún modo, estamos motorizando lo que podemos. Cada vez tenemos chicas más jóvenes uniéndose con profundización. Esto no es una lucha etaria, estamos todas consustanciadas: todo lo que hacemos es en conjunto porque nos une una misma esperanza. Tenemos discusiones diferentes, pero yo discuto con una chica joven igual a igual y así es cómo vamos buscando cuáles son las mejores estrategias a seguir. La lucha es nuestra y es nuestra discusión, nuestra participación, nuestra diversidad, nuestro pluralismo y a pesar de que las diferentes posturas, estamos hermanadas. Ya no hay vuelta atrás. Las transformaciones que estamos peleando van también más allá del proyecto de ley:  estamos llamadas a transformar la sociedad con esta revolución pacífica que estamos haciendo.



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