Sociedad pantalla: pensar a Black Mirror como un síntoma de época

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El libro Sociedad pantalla (Ediciones Continente, 2018) de Esteban Ierardo propone un análisis profundo de la reconocida serie Black Mirror y la tecnodependencia en la que la humanidad vive, casi sin salida. Con un enfoque académico, el autor no descuida la comprensión de su análisis, generando una complejidad atractiva que cualquiera puede disfrutar, al igual que sucede con la serie de Netflix. 



Siempre resulta complejo analizar un fenómeno al calor del tiempo presente. Más aún cuando se trata de algo tan exitoso y masivo como la serie Black Mirror, la cual es vista por millones de espectadores a lo largo y ancho del planeta. Esteban Ierardo encara ese desafío con su libro Sociedad pantalla. Black Mirrror y la tecnodependencia (Ediciones Continente, 2018), en la que encara las narraciones que se proponen en una serie sin continuidad, pero sí con un eje en común: las pantallas que invaden nuestra vida cotidiana.

Lo primero que se puede destacar al respecto es lo que señala Ierardo sobre la serie creada por Charlie Brooker: pese a tratarse de un fenómeno de consumo masivo, hay una búsqueda de crítica, de incomodar al espectador, de pensar más allá del ritmo frenético del «me gusta» actual. En ese sentido, Sociedad pantalla tiene un horizonte similar al que posee Black Mirror: ser un libro crítico, con su propio ritmo, que no descuida el alcance a un público más allá de la academia.

Sociedad pantalla tiene un horizonte similar al que posee  Black Mirror : ser un libro crítico, con su propio ritmo, que no descuida el alcance a un público más allá de la academia.

Afirma Ierardo al comienzo del libro: «En este libro, y desde un encuentro entre filosofía, cultura contemporánea e imaginación, nos acercamos al mundo en el que la mente parece cada vez más condicionada por una «realidad» electrónica y digital». En esa encuentro entre teorías y creatividad, se puede pasar de Foucault a autores literarios como Bradbury o incluso Borges. Después de todo, para el autor de Sociedad pantalla resulta imposible no pensar a Black Mirror como una literatura adaptada, ya que si se leyeran los guiones, el efecto sería igual de impactante, sin necesidad de una imagen que acompañe.

(Leer nota relacionada: La vuelta a Ray Bradbury en 80 citas)



Al leer este libro, resulta revelador entender el éxito de Black Mirror por sus cualidades literarias, más allá de los recursos fílmicos que enriquecen a la serie. No es el efecto de un grano instalado en nuestra mente o un mundo donde toda actividad es mediante pantallas enormes que nos rodean, sino la calidad narrativa de los distintos capítulos, donde la tensión se mantiene en base a un guión sólido. Quizás eso sea lo que falle en la última temporada (a la cual el libro no analiza, ya que su publicación coincide con la salida de la misma por Netflix).

Entender a Black Mirror en un mundo que parece privarnos de dos derechos tan obvios que se nos olvidan, como el derecho a la soledad y al sueño -en esa dirección, leer 24/7 (Ariel, 2015) de Jonathan Crary-, nos permite mirar de forma crítica lo que se le exige al cuerpo y mente humana en función de una conectividad full time. Ahora bien, en un sistema capitalista tan aceitado como el actual, no se puede pensar a la serie fuera de su contexto de producción y su fin: el consumo de masas. 

Entender a Black Mirror en un mundo que parece privarnos de dos derechos tan obvios que se nos olvidan, como el derecho a la soledad y al sueño, nos permite mirar de forma crítica lo que se le exige al cuerpo y mente humana en función de una conectividad full time.

En ese sentido, destaca Ierardo cerca del final de Sociedad pantalla: «Sería mejor no engañarse: hasta lo crítico de una serie televisiva podría ser sospechado como una inteligente estrategia de captación de un público ávido de disconformidad y desprecio por la masificación y la manipulación del show continuo» . En otras palabras, los nichos del mercado son cada vez más específicos, lo que produce que hasta quienes se oponen -al menos en el plano discursivo- al consumo desenfrenado de una sociedad que no se detiene a reflexionar, pueden caer en las redes de productos pensados exclusivamente para ellos.

Ahora bien, el enfoque que se propone Sociedad pantalla es el de entender a la serie de Netflix en esa dualidad: ser un producto de masas que, a la vez, invita a la reflexión del presente y a la crítica. No se le puede pedir más que eso, quizás, en este contexto del consumo constante y el estímulo perpetuo que las tecnologías pretenden generar en los usuarios. Pensarse fuera de esa red de consumo resulta complejo, pero sí se puede permanecer con una mirada crítica. Y eso es a lo que apunte Black Mirror después de todo. 



Por último, queremos hacer referencia a la categorización que Ierardo hace de la serie: una distopía ciberpunk. Un futuro donde la tecnología ganó todas las batallas y la guerra, en una sociedad donde las libertades cayeron rendidas al consumo. Pensar la distopía como género narrativo ayuda a reafirmar ese carácter de serie pensada para un nicho de mercado -más grande que lo que se suele creer- que busca la disconformidad y la mirada crítica, una pausa en medio de la vorágine posmoderna.

De esta manera, y con un análisis de cada capítulo de las primeras tres temporadas, Sociedad pantalla profundiza una serie que ya posee su peso propio. En esa convivencia entre lo masivo y lo artístico, el libro de Esteban Ierardo agrega elementos teóricos y un estilo que se mueve entre lo académico y lo literario para enriquecer la experiencia que Black Mirror propone. Un libro que abre el debate sobre un clima de época que se divide entre dos futuros posibles: el caos o el progreso. 



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