«Yegua, ahora vas a ver lo que es el rigor»: testimonios de la represión en el Congreso

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En el marco de la votación de la reforma previsional, el gobierno de Cambiemos desplegó un brutal operativo en el que las fuerzas represivas atacaron a los manifestantes con balas de goma, gases lacrimógenos y detenciones totalmente indiscriminadas. Acusadas luego de delitos de intimidación pública, lesiones leves, daños en bienes del Estado y resistencia a la autoridad, decenas de personas fueron víctimas de la cacería policial. En La Primera Piedra, recolectamos a continuación algunos testimonios. (Foto: MinutoUno)



Agustín Guevara

“Pasaban disparando en motos y nosotros tratábamos de escabullirnos donde no había quilombo”, cuenta, Agustín Guevara. De acuerdo a Cosecha Roja, el joven llegó a la Plaza del Congreso, el 14 de diciembre a las 6 de la tarde. Se reunió con una amiga, en la esquina de Rivadavia y Callao, a unos metros del vallado. Entre gases lacrimógenos y balas de goma, vieron como detenían a un chico en la esquina de Mitre y Callao. Agustín sacó el celular para filmar la escena y en ese momento fue cuando el agente lo señaló y otro lo tiró al piso. Entre ocho y diez gendarmes le pegaron, le pisaron la cabeza y el cuerpo. Después lo esposaron y lo arrastraron por el piso lleno de piedras y botellas rotas hasta una camioneta, donde lo trasladaron junto a su amiga.

Agustín sacó el celular para filmar la escena y en ese momento fue cuando el agente lo señaló y otro lo tiró al piso. Entre ocho y diez gendarmes le pegaron, le pisaron la cabeza y el cuerpo. Después lo esposaron y lo arrastraron por el piso lleno de piedras y botellas rotas hasta una camioneta, donde lo trasladaron junto a su amiga.

Tal como relata Cosecha Roja, allí se encontró con otras personas que también habían sido detenidas arbitrariamente: dos chicos en situación de calle, una chica y un vendedor de gaseosas que había ido a la movilización a trabajar. Agustín pasó la noche en el edificio Centinela de Gendarmería, en Retiro, junto a otras trece personas. Cuando declaró ante uno de los secretarios del juez Claudio Bonadio, le leyeron un acta de Gendarmería que decía decía que ese día un grupo de encapuchados había tirado piedras y botellas a las fuerzas de seguridad. Su nombre se encontraba debajo, junto a una lista de detenidos en la que en ningún momento se detallaba qué es lo que se suponía que había hecho cada uno.




 Damiana Negrín Barcellos 

«Me agarraron. Me golpearon. Me tiraron contra una camioneta. Me manosearon. Yo estaba a cuatro cuadras de mi casa. Salí de laburar y estaba volviendo a mi casa, loco. No tenía nada que ver. Yo no hice nada, nadie hizo nada», relató luego de ser liberada Damiana Barcellos, la joven de 25 años cuyo caso se viralizó gracias al video en el que se observa cómo la Gendarmería la captura y detiene arbitrariamente, el jueves 14 de diciembre. Damiana, estudiante de la Universidad Nacional de las Artes, volvía de trabajar a la altura, cuando fue detenida a la altura de Callao y Bartolomé Mitre, donde está la puerta trasera del Anexo del Congreso nacional. En un injustificado operativo, las fuerzas represivas la metieron en una camioneta y la trasladaron al edificio Centinela de Gendarmería en Retiro. 

«Me agarraron. Me golpearon. Me tiraron contra una camioneta. Me manosearon. Yo estaba a cuatro cuadras de mi casa. Salí de laburar y estaba volviendo a mi casa, loco. No tenía nada que ver. Yo no hice nada, nadie hizo nada», relató luego de ser liberada Damiana Barcellos.

La brutalidad y el sinsentido de las imágenes transmitidas tanto en redes sociales como por televisión despertaron la indignación de miles de personas. «Agradezco a todo el mundo que se movilizó. No soy yo sola estamos un montón acá adentro, quiero ir a mi casa», dijo Damiana luego de estar casi 24 horas detenida. Al igual que el resto de los detenidos, enfrenta cargos por «intimidación pública» y «resistencia a la autoridad». 

(Leer nota relacionada: Damiana Negrín Barcellos detenida arbitrariamente por Gendarmería: el video que desnuda el plan represivo)



Esteban Rossano

Esteban tiene 19 años y vive en Morón. provincia de Buenos Aires. De acuerdo a lo señalado en Cosecha Roja, el jueves 14 de diciembre, fue a pasear con un amigo por Capital. Querían ir al Obelisco. A unas cuadras de Avenida de Mayo, vieron cómo un grupo de gendarmes detenía a una chica. Ese fue el momento en que uno de los agentes lo señaló y dijo: “Ese estaba tirando botellas de vidrio”. Le sacaron la mochila en la que llevaba un protector para tablet, un cable de audio y ropa de fútbol y, sin identificarla, la pusieron en una camioneta con pertenencias de otros detenidos.

Se rompió la cadena de custodia de la mochila. No sirven ni siquiera para plantar pruebas”, dijo a Cosecha Roja Adrián Albor, abogado del joven. “Los panfletos estaban todos pisoteados, eso significa que los juntaron del piso, y además eran de agrupaciones distintas”, explicó.

Una vez en el edificio Centinela de Gendarmería, en Retiro, Esteban reclamó su mochila. Cuando la abrieron junto a dos testigos, sacaron dos piedras y cuatro panfletos de tres agrupaciones políticas diferentes, el Movimiento Territorial de Liberación, una agrupación kirchnerista y otra trotskista. “Se rompió la cadena de custodia de la mochila. No sirven ni siquiera para plantar pruebas”, dijo a Cosecha Roja Adrián Albor, abogado del joven. “Los panfletos estaban todos pisoteados, eso significa que los juntaron del piso, y además eran de agrupaciones distintas”, explicó. El juez Bonadio ordenó un allanamiento en la casa de Esteban. “Eran 15 policías. Me dijeron que buscaban elementos terroristas”, contó su padre, Pablo Rossano.



Martín Ferreira

Martín es trabajador social. Como muchos otros, fue detenido arbitrariamente el día lunes 18 de diciembre durante la cacería policial, cuando fue a manifestarse pacíficamente al Congreso. “Estaba en Callao al 100, donde no había disturbios, y me llevaron detenido al voleo. Pasé la noche en una comisaría por primera vez en 35 años. Jamás le tire una piedra a nadie porque me parece muy mal hacerlo. Nunca milité en partidos políticos, aunque me parece muy bien hacerlo”, relata Martín en su cuenta de Facebook.

“Estaba en Callao al 100, donde no había disturbios, y me llevaron detenido al voleo. Pasé la noche en una comisaría por primera vez en 35 años. Jamás le tire una piedra a nadie porque me parece muy mal hacerlo. Nunca milité en partidos políticos, aunque me parece muy bien hacerlo”, relata Martín en su cuenta de Facebook.

El miércoles, vio su rostro en el programa conducido por Eduardo Feinmann, en el canal A24: una placa con su foto, nombre y apellido lo identificaba como “agresor”. “Usted  durante todo ese período le pagó el salario con sus impuestos”, afirmó el periodista a los espectadores en referencia a su trabajo en el Ministerio de Desarrollo Social. “Tenga en cuenta eso, que usted es un contribuyente y que usted ha bancado a los agresores en algún momento”, completó. La imagen volvió a repetirse en lugares, entre ellos en Intratables, transmitido por el canal América.  

Ante la desinformación y el agravio, Martín realizó una declaración en redes sociales. “Me queda Facebook, herramienta que no me termina de cerrar, pero me permite dos cosas con quienes me conocen en mayor o menor medida: sugerirles que duden de absolutamente todo, especialmente de lo que reafirma sus opiniones en medios tan polarizados (hasta las redes tienen algoritmos que sólo te muestran lo que querés ver); y por otro lado hacer este pequeño descargo para literalmente descargarme”, expresó.  


Foto: China Díaz Fotografía


Juan Gregorio Rodriguez

Según el relato de Cosecha Roja, Juan Gregorio, de 58 años se encontró con sus hijas y nieta a unos 350 metros del vallado el día lunes 18 de diciembre. Ante el avance de los gases y los carros hidrantes, se refugió junta a Laura, una de sus hijas, en la Confitería Piazza, ubicada sobre la calle Luis Sáenz Peña. De acuerdo a su testimonio, alrededor de veinte policías rompieron la puerta a patadas. “Adentro éramos un montón, cerca de 70 personas. Entraron y levantaron a cinco personas al voleo, a los que tenían más cerca”, contó Laura.  “Después nos empezaron a pegar palazos y la gente se puso a gritar”, agregó. Además, describió, cómo antes de irse, los policías rompieron todo lo que había en el mostrador: vasos, exhibidores con comida, la caja registradora.

De acuerdo a su testimonio, alrededor de veinte policías rompieron la puerta de la Confitería Piazza a patadas. “Adentro éramos un montón, cerca de 70 personas. Entraron y levantaron a cinco personas al voleo, a los que tenían más cerca”, contó Laura.

Juan Gregorio fue detenido. Laura y su hermana lo buscaron durante 7 horas, hasta que, recorriendo comisarías y preguntando a todo aquel que se cruzaban, lo encontraron alrededor de las 11 de la noche en la comisaría 15, donde estuvo hasta las 4 de la madrugada. “Por suerte tenía la billetera encima con el documento”, dijo Laura. También tenía una mochila con pinceles y herramientas de trabajo que la policía incautó y que no pudo recuperar.



Eva Luna Lillo

“En el momento que empezaron a gasear, retrocedimos. Tiraban desde arriba de los edificios. Entonces se produjo una estampida. Se hizo un embudo y fue desesperante. No podíamos respirar ni ver, había gente que caía al piso y que gritaba”, relató a Página/12 Eva Luna Lillo, de 26 años, integrante del Proyecto Comunidad. Cuando se reencontró con sus compañeros se resguardaron en el hall de un edificio en la calle Santiago del Estero y se tomaron de los brazos, formando un cordón de forma pacífica.

“Veo a un compañero en posición fetal, tirado en el piso, y le estaban pegando. Pensé que lo iban a matar y traté de interceder”, recordó Eva. A ella la tiraron al suelo, le pisaron las piernas y le doblaron los brazos para atárselos con un precinto. ‘Yegua, ahora vas a ver lo que es el rigor”, le dijo uno de los policías.

Uno de los policías que estaba pasando en ese momento por el lugar los señaló. Entonces un grupo de agentes los atacó. “Veo a un compañero en posición fetal, tirado en el piso, y le estaban pegando. Pensé que lo iban a matar y traté de interceder”, recordó Eva. A ella la tiraron al suelo, le pisaron las piernas y le doblaron los brazos para atárselos con un precinto. ‘Yegua, ahora vas a ver lo que es el rigor”, le dijo uno de los policías. Lorena Sfeir, abogada y una de sus compañeras, se acercó mostrando su credencial para preguntarles a dónde la estaban llevando. También terminó detenida. En la comisaría de la Comuna 15, a Eva le preguntaron si estaba afiliada a algún partido político. “Pregunté por qué estaba detenida y me respondieron que era porque estaba en un lugar donde no podía estar”, explicó.


Eva Luna Lillo. Foto: Página/12


Paula Urbandt y Mateo Ressi

Paula, psicóloga social de 41 años, asistió a la marcha del día lunes junto a su hijo Mateo, de 18 años. De acuerdo al testimonio relatado en Página/12, alrededor de las 16 hs., se refugiaron en la estación Sáenz Peña del subte A de los gases lacrimógenos que estaban tirando desde arriba de los edificios. “Salimos y nos encontramos con dos líneas de policías. Entre cuatro comenzaron a increpar a Mateo: ‘¿qué tenés en los ojos?’ ‘Uy, te tiraron gases. ¿Qué hiciste?’, contó Paula. Los agentes empezaron a provocarlos: a ella le guiñaban el ojo, le tiraban besos y a su hijo le pegaban en la nuca. «Hija de puta, ¿qué hacés acá? Contame putita», le dijo uno de los policías. «Esperá hasta que te toque», recordó Paula que se dijeron entre ellos.

Los agentes empezaron a provocarlos: a ella le guiñaban el ojo, le tiraban besos y a su hijo le pegaban en la nuca. «Hija de puta, ¿qué hacés acá? Contame putita», le dijo uno de los policías. «Esperá hasta que te toque», recordó Paula que se dijeron entre ellos.

Mateo es insulino dependiente. Cuando Paula vio que querían detenerlo y que no iba a poder acceder a los medicamentos que necesitaba, tocó el escudo de un policía. Fue entonces cuando quisieron detenerla, pero la intervención de dos personas de un puesto sanitario cercano y de Mateo fueron decisivas para contener a Paula y lograr su liberación. «Hija de mil puta», fue lo último que le dijo uno de los agentes a la mujer antes de retirarse.



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