Entrevista a Agustín Donati: «La guitarra y la intimidad son buenas armas para gritar»

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Agustín Donati es un joven cantautor y está a punto de sacar su segundo disco después de haber ganado la Bienal Arte Joven 2017. En noviembre presentó Lo Irreversible —su primer trabajo discográfico— en el Club Cultural Matienzo, y su próximo material está en las manos de Matías Cella, productor musical de gran trayectoria que trabajó con artistas de la talla de Jorge Drexler, Kevin Johansen y Lisandro Aristimuño. Agustín charló con La Primera Piedra y sostiene su apuesta a la canción porque «es muy poderosa y puede llegar a transformar algo».



Primeros pasos

— ¿Qué se escuchaba en tu casa?

— De todo. A mi viejo le gustaba mucho Queen, los Beatles, esa onda. Y a mi vieja también le gustaba la música pero de otro palo: Luis Miguel, Sandro. Crecí escuchando eso y de alguna manera me marcó: hay algo de esa presencia fuerte del cantante como figura, y por supuesto la música de Queen y los Beatles fue lo primero que me atrajo.

— ¿Cuáles fueron esos primeros sonidos que te volaron la cabeza?

— Mi primer disco fue Greatest Hits de Queen, que debe haber sido el primer disco de muchos. Me atrapó completamente; quería cantarlo, escucharlo. Y después estaba el Álbum Azul de los Beatles: recuerdo que lo ponía y lo escuchaba en loop.

— ¿Hay músicos en tu familia?

— Sí, mi papá tocaba la guitarra cuando era chico y hay toda una historia familiar con la música. Mi tío abuelo fue un cantante pseudo-conocido en los años ’60.

— ¿Cómo se llamaba?

— Marcelo Dupré era su nombre de fantasía; hacía canciones al estilo de Palito Ortega. Una vez escuché una versión de cancha. ¡Increíble! Cuando éramos chicos siempre había una guitarra o alguien cantando en las reuniones familiares, y eso empezó a trasladarse a mí y a mis primos. Ya en la pre-adolescencia empecé a conectarme con la música desde otro lugar, buscando una pertenencia y una identificación. Para algunos era el deporte, para otros ir a bailar, y a mí me gustaba la música.

— ¿Empezaste por la guitarra?

— Sí, pero lo que yo quería era cantar, y la guitarra era un instrumento fácil para acompañarme. De hecho nunca tomé clases: a mí las escalas y los aspectos teóricos no me interesaban para nada.


La sustancia y qué decir

— Se nota en tus canciones un gran trabajo con el lenguaje. ¿Qué era lo que necesitabas expresar?

— Siempre fui un curioso de las letras de canciones. Me acuerdo que cuando era chico las imprimía porque me interesaba saber qué decían, y hasta me tomaba el trabajo de traducir las que estaban en inglés porque no había tanta tecnología como hoy. De ahí sacaba frases para usar como nick en el MSN. Siempre me interesó saber qué se decía, pero lo más curioso es que cuando empecé a hacer música me olvidé de todo eso.

— ¿Por qué?

— Arranqué con una banda de rock que se llamaba Vestigios; ahí la letra quedaba completamente relegada y servía para rellenar. Cuando empecé en el plan de cantautor volvió todo eso, la necesidad de decir algo. El cantautor expone sus sentimientos para expresar eso y plantar una bandera con lo que tiene para decir. Creo que en otros estilos eso se pierde un poco detrás de todo el ornamento.

— Es el caso del rock, ¿no?

— Sí, en el rock hay una “imagen del rock” por encima de cualquier otra cosa. Es mucho más de la forma que del contenido, y a mí me parece que en la figura del cantautor prima el contenido antes que la forma. A mí, por ejemplo, me gustan cantautores que cantan mal.

— ¿Por ejemplo?

— Fernando Cabrera: tiene un timbre de voz bastante peculiar para los cánones tradicionales pero dice unas cosas increíbles, y lo dice de la manera que lo tiene que decir. Es muy expresivo y eso le gana a “lo bello”. También me gusta Dylan, que es un caso parecido.

En el rock hay una “imagen del rock” por encima de cualquier otra cosa. Es mucho más de la forma que del contenido, y a mí me parece que en la figura del cantautor prima el contenido antes que la forma.


Bienal Arte Joven y Open Folk: espacios de contagio

— Ganaste la Bienal Arte Joven 2017. ¿Cómo fue esa experiencia y qué te dejó?

— Fue tremendo y movilizante en muchos aspectos. Tuve que hacerme cargo de que eso era lo que quería hacer. Por lo general uno suele estar en un millón de cosas: la música, el trabajo, un viaje, la vida. Y esto de repente me ayudó a poner el foco en este proyecto, tomar las riendas y dar la mejor versión de mí para aprovechar la oportunidad; eso es algo que no pasa habitualmente.

— Participaste del ciclo Open Folk. ¿Cómo fue la experiencia de cruzarte con músicos de otros palos y encontrarte con esa diversidad de estilos?

— Participo del ciclo hace dos años. La banda había empezado a trastabillar y yo sentía la necesidad de salir a tocar. Ir solo es muy difícil por el tema de la convocatoria, así que empecé a ver qué espacios había para tocar y encontré Open Folk. Yo tenía tres o cuatro temas y algunos covers. Llegar ahí fue como descubrir un mundo nuevo, un club con gente como yo; fue abrir la puerta a una dimensión desconocida y pensar: “¿Cómo es que no conocía esta gente, este lugar?”. Por ejemplo, a mí me gusta mucho Ryan Adams y el folk americano, y recuerdo que el primer día abrí la puerta del camarín y estaban tocando una de mis canciones favoritas.

— Hay un efecto de contagio en estos circuitos, ¿no?

— Totalmente. Muchas veces se habla de las “generaciones” como la Generación Dorada. Yo no creo que sea porque nació un montón de gente inteligente o con cierta predisposición a algo, sino que hay una chispa que se contagia. El otro día alguien me mandó un mensaje después del show y me gustó el concepto que había ahí porque decía: “Me di cuenta de que me gustó el show porque cuando salí me dieron ganas de hacer cosas”. En Open Folk pasa eso: a mí me daban ganas de salir de ahí y hacer una canción.


Procesos «indie» y «mainstream»

— ¿Cómo viene la preparación del próximo disco?

— En el indie los procesos son muy diferentes a los del mainstream. Fito Páez, por ejemplo, está lanzando un disco nuevo con canciones que probablemente no tocó nunca en vivo. En el under eso es exactamente al revés: tocás 25 años una canción, grabás el disco y después no la querés tocar más. En diez años de hacer música esta es la primera vez que me pasa algo así: estoy produciendo temas que no toqué nunca y los estoy descubriendo ahora. Es un proceso de construcción mucho más visceral.

— ¿Cómo trabajaste en Lo Irreversible, tu primer disco?

— Yo venía juntando canciones compuestas a lo largo de los años, y a la hora de grabar Lo irreversible junté lo mejor que había hecho en ese tiempo. Hay algo de collage en el disco: había canciones que tenían cinco años y otras un mes; una habla de un paisaje, otra dice “me rompiste el corazón” y otra habla sobre un viaje que hice con unos amigos a Uruguay. Hay muchas voces, superposición de texturas y sonidos. La idea fue generar un hilo conductor desde lo sonoro, una especie de barniz con esta impronta más folk. Con Fede Petro (el productor) teníamos muy claro lo que queríamos y apuntábamos hacia esa sonoridad acústica.

— Con respecto al género, ¿te inscribís dentro del folk?

— Me gusta la etiqueta de «cantautor» más que cualquier otra, porque siento que lo que a mí me importa es “decir algo” más que “sonar como”. Cuando me siento a hacer una canción no pienso si tendría que ser folk, candombe o rock; atiendo lo que va pasando y no tiene sentido forzar una etiqueta. Me parece que el mayor desafío es ese: encontrar una voz propia.


Acto creativo e influencias

— ¿Cómo vivís el proceso creativo?

— Es bastante más incontrolable de lo que me gustaría. Una canción puede surgir en cualquier momento y uno tiene que atender ese llamado. Cuando estoy metido con una canción me obsesiono, y en mi cabeza se repiten las frases en loop. Pero siempre surge de la guitarra: empiezo a tocar random, cualquier cosa, hasta que surge algo interesante.

— ¿Cuáles fueron tus influencias más importantes?

Fun People y Boom Boom Kid fueron grandes influencias desde lo pasional. Me gustaba mucho cómo se plantaba Nekro para decir cosas importantes y ponerlas en escena más allá del pogo y el hardcore. Desde el aspecto sonoro Ryan Adams y Father John Misty son gente con la que conecto en sus elecciones estéticas. Y dentro de la escena latinoamericana Jorge Drexler, Fernando Cabrera, Silvio Rodríguez; la prosa de esa gente es increíble.

Hace unos años se diluyó un poco la clásica banda de rock nacional a raíz de la tragedia de Cromañón (…) Hubo también un surgimiento de cantautores con estilos muy diferentes (…) Hay una necesidad de decir cosas sobre lo que está pasando no sólo en nuestro país sino en todo el mundo. La guitarra y la intimidad son buenas armas para gritar.


La escena porteña y el poder de la canción

— ¿Cómo ves la escena musical porteña?

— Me parece que hay muchas cosas y muy buenas. Si me preguntás qué es lo que está pasando no sé por dónde empezar. Ahora se puso un poco de moda lo electro-pop, pero creo que es una movida más enfocada en la forma que en el contenido, muy abocada a lo estético y al show. Está bien: no todo tiene que decir algo, ¿no? Como decía el Flaco Spinetta, debe haber momentos para la pachanga. Pero hubo también un surgimiento de cantautores con estilos muy diferentes.

— ¿A qué creés que se debe ese fenómeno?

— Bueno, hace unos años se diluyó un poco la clásica banda de rock nacional a raíz de la tragedia de Cromañón; se empezó a complicar el tema de los shows en vivo y empezaron a pasar otras cosas: conciertos en la casa de alguien, eventos sin batería por las quejas de los vecinos. Entonces surgieron nuevos espacios y se impulsaron otros canales de expresión, quizás de manera accidental. Hay una necesidad de decir cosas sobre lo que está pasando no sólo en nuestro país sino en todo el mundo. La guitarra y la intimidad son buenas armas para gritar.

— ¿Qué poder comunicativo tiene la canción?

— Creo que se puede usar para dos cosas: el entretenimiento o el arte. Uno busca distraer; el otro transformar. Y me parece que la canción es súper poderosa porque puede llegar a transformar algo. Dylan, por ejemplo, lo hizo perfectamente con “Blow in the wind”. La canción pone cosas en escena, genera que mucha gente se enfoque y piense en algo al mismo tiempo; después, las reacciones pueden ser muy distintas e incluso opuestas a lo que el autor quería, porque ahí intervienen las interpretaciones. Pero como medio la canción es muy poderosa. ¿Cuánta gente murió, nació, se casó o se separó por una canción? El capital del músico es la canción; el resto es imitable y perecedero.

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