Las muertes invisibles: el caso de Gastón Huamán

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Hace unos días se cumplió un año de la muerte de Gastón Arispe Huamán, un chico de 13 años que se ahogó en un pozo ciego de la villa Rodrigo Bueno cuando intentaba rescatar a su gato. El caso condujo al resurgimiento de las demandas de urbanización que aún siguen sin concretarse y que hace tiempo reclaman una solución a la crisis habitacional y al déficit de servicios públicos, necesarios para una vida digna. 

El 9 de marzo de 2015, Gastón regresó de su segundo día de en la escuela secundaria, poco después de las cuatro de la tarde y notó que Morita, su gata, había caído en el pozo ciego de su vivienda, la casa número 59 de la manzana 3 del Barrio Costanera Sur Rodrigo Bueno. El chico quitó las tapas de madera que cubrían el pozo de más de cuatro metros de profundidad y trató de rescatar a su mascota colocando una escalera de madera sobre una de las paredes del pozo, pero la estructura cedió y Gastón cayó.

A pesar de las súplicas de Flora, la madre de Gastón, ni la Policía Federal ni la Prefectura intervinieron en el rescate, que quedó en manos de los vecinos y de los bomberos. La ambulancia, con la que lograron contactarse tras muchos intentos debido a la escasa señal telefónica, tardó cuarenta minutos en llegar y, cuando finalmente lo hizo, el personal médico se negó a desplazar los equipos y pidió a los vecinos que llevaran al chico hasta donde ellos se encontraban para socorrerlo, en la entrada del barrio por avenida España. Gastón murió, víctima de la indiferencia, la desidia y la pobreza.

La ambulancia, con la que lograron contactarse tras muchos intentos debido a la escasa señal telefónica, tardó cuarenta minutos en llegar y, cuando finalmente lo hizo, el personal médico se negó a desplazar los equipos y pidió a los vecinos que llevaran al chico hasta donde ellos se encontraban para socorrerlo, en la entrada por avenida España.

El barrio popular: la lucha invisible por la urbanización

Nacido a principios de los ochenta, ubicado en Puerto Madero, al lado de la Reserva Ecológica y con más de 2000 habitantes, el barrio de Rodrigo Bueno, como muchos otros asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires, carece de servicios básicos necesarios para una vida digna, como cloacas, agua potable o tendido eléctrico. Se estima que desde el último censo realizado en 2010, la población creció casi un 200% y que más de mil familias habitan en las cuatro manzanas de pasillos estrechos y caminos irregulares de tierra y cemento.

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Fuente: noticiasurbanas.com.ar

Ante la falta de obras y servicios, los habitantes se ven obligados a ingeniárselas con sus propios medios, situación dificultosa y hasta a veces imposible debido a la prohibición del ingreso de materiales de construcción al barrio. Los pozos ciegos improvisados y precarios que amenazan con desmoronarse y destruir las construcciones, son vaciados esporádica y ocasionalmente por un único camión atmosférico enviado por la Unidad de Gestión de Intervención Social (UGIS), que no es suficiente para satisfacer los requerimientos de una zona tan precaria. El ente, «encargado de organizar, ejecutar y supervisar las obras de mejoramiento habitacional, mantenimiento del hábitat en las situaciones de emergencia en villas y barrios carenciados», se había negado en su momento al pedido de los delegados del barrio de construir un pozo colectivo.

Ante la falta de obras y servicios, los habitantes se ven obligados a ingeniárselas con sus propios medios, situación dificultosa y hasta a veces imposible debido a la prohibición del ingreso de materiales de construcción al barrio.

A causa de la urbanización que nunca llega, Rodrigo Bueno es objeto de tensiones y conflictos desde hace años. En 2005, un grupo de vecinos presentó un recurso de amparo para que se les garantizara vivienda digna, en el momento en que Inversiones y Representaciones Sociedad Anónima, la empresa de bienes raíces comúnmente conocida como IRSA, comenzó a impulsar un proyecto inmobiliario al que le siguió un intento de desalojo. En 2011, la jueza Elena Liberatori, prohibió toda medida de carácter “expulsivo”, ordenó la urbanización y declaró la inconstitucionalidad del límite de la Reserva por no haber considerado la preexistencia del barrio.

Sin embargo, el Gobierno de la Ciudad que según la Constitución debe garantizar el derecho a una vivienda digna, apeló al fallo argumentando que la permanencia en bienes públicos no permite reclamar propiedad y que, además, el plan de urbanización es potestad del poder legislativo y no del judicial. Esto no contempla la existencia de la ley 148, que establece “la atención prioritaria a la problemática Social y Habitacional en las villas y núcleos habitacionales transitorios», sancionada desde hace más de quince años por la Legislatura de la Ciudad  e incumplida por el Ejecutivo. Por su parte, el voto minoritario de Nélida Mabel Daniele, expresó que tanto la Reserva como el asentamiento son espacios que pueden convivir en el mismo ámbito sin obstáculos. La causa hoy depende del Tribunal Superior de Justicia Porteño.

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Fuente: marcha.org.ar

A fines de 2014, la Defensoría General de la Nación y Defensoría del Pueblo de la Ciudad apelaron y presentaron un proyecto conjunto de urbanización y de integración social. Este se suma a otras tantas iniciativas que pierden estado parlamentario tras transitar por la Comisión de Vivienda sin llegar nunca a tratarse en el recinto por la falta de firmas necesarias. Luego de la muerte de Gastón, el legislador Javier Gentilini prometió trabajar “sin ninguna dilación” en el proyecto pero, a más de un año del hecho, los vecinos continúan esperando y sus pedidos de audiencia pública ante el Tribunal Superior de Justicia fueron rechazados el pasado mes de febrero.

Mientras la urbanización sigue siendo un tema que se posterga en las agendas, encerrado entre conflictos políticos, negocios y especulación inmobiliaria, el crecimiento demográfico se multiplica a causa del déficit habitacional que atraviesa la ciudad. En el interior de los barrios más carenciados las muertes como la de Gastón y tantos otros se multiplican porque no hay servicios, ni materiales, ni obras, pero también porque, más allá de las cuatro manzanas que conforman el barrio, son invisibles.


Foto de portada: diariopopular.com.ar

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