Todo lo que se revela también rebela a un yo poético que transita el cambio sin temores ni nostalgias a pesar del vértigo Los poemas de Aterrizar de pie (Litoral dark, 2022) pueden leerse como una crónica de la distancia y cada pequeño desplazamiento es registrado de forma compleja gracias a una visión periférica. En ese sentido, Micaela Martínez logra mezclar la precisión de la cartografía y la incertidumbre de todo ser deseante.
Sobre la autora
Micaela Martínez nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1988. Estudió Relaciones del Trabajo en la UBA y Aterrizar de pie (Litoral dark, 2022) es su primer libro.
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1 – El abismo no es igual para todxs
Una ventana me sostiene en el aire,
soy mi reflejo.
Creo ser, por un momento, ave
en la inmensidad.
Hay otro lado
que no conozco;
existe igual.
Llevo mis ojos
hasta el punto en que se empiezan
a cerrar.
Me dejo sostener, quiero entender
el abismo:
no es igual para todxs.
¿Qué vértigo sienten los pájaros?
El cielo les pertenece.
Sé que para no marearse
hay que buscar un punto fijo
en el horizonte.
Me acerco, no quiero confundir la realidad
con un fotomontaje.
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2 – Aurea mediocritas o dorado término medio
El cambio de estación
me encontró
durmiendo en medio de la cama.
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3 – Ritual animal
Avanza el gato
por la pasarela de madera.
Flashes de sol, slow motion,
camina como una diva.
No sé a dónde va
pero lo llamo
por ese nombre inventado
que suelo cambiarle
y a veces ignora.
Acaricio su movimiento
simulando ondas de mar.
Soplo mi mano,
vuelan pelos y deseos.
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Aterrizar de pie (Litoral dark, 2022), de Micaela Martinez
4 – Cualquier efecto de espejo espanta
I
Le pedí a mi vecina que sacara el nido vacío
de su balcón.
Nos separa una medianera,
un borde casi imaginario.
Era un nido de torcazas.
Busco:
la torcaza es una especie de paloma.
El éxodo había comenzado
imperceptible;
todo lo que aún quedaba
con vida,
“organismos que viven de otros”
alcanzaron mi cuerpo.
II
Cada vez que pienso en palomas
imagino
a Sarmiento
en una plaza
arrojando migas
de pan.
Sí,
él las trajo.
Ahora son plaga en la ciudad.
III
A mi hermana
le querían poner “Paloma”.
Siempre dice
que lo hubiera preferido
que el ave es libre.
¿Es libre el ave?
IV
No voy a mentir:
al principio me gustaba
verlas en el balcón,
esperar que alguna entrara,
sentirla cerca.
Ahora, ya no sé si me encantan.
Quiero que vuelen
invadiendo el aire, que sean
sólo del aire.
V
No sé si es la misma;
hay una que insiste en volver.
Se posa. La echo. ¡Yu yu!
Vuelve.
No se da por vencida.
Su límite es el aire,
infinitas partículas
de aire.
VI
Ya busqué:
“evitar palomas – balcón – manera amigable”.
Ya probé recortando
papel metalizado.
Leí por ahí
que cualquier efecto de espejo
las espanta.
VII
La primavera se adelantó,
las hizo volver.
Vinieron.
Dos.
Hay púas;
no hay espacio
posible.
¿Acaso importa?
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5 – Nos quedamos sin aire
Me divierto un buen rato
con el molinete de papel.
Lo vi;
me trajo recuerdos.
Lo compraste:
te gusta complacerme.
Soplo la rueda
con forma de estrella
o flor.
Vos también intentaste
hacer volar los colores.
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