21 años del crimen de José Luis Cabezas: cuando se retrató la cara del poder

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Hoy se cumplen 21 años del crimen de José Luis Cabezas, el reportero gráfico de la revista Noticias asesinado el 25 de enero de 1997, luego de haber fotografiado al empresario Alfredo Yabrán. Su muerte visibilizó un entramado de corrupción con el poder y representó el atentado más grande a la libertad de expresión desde el regreso de la democracia. Gracias a la masiva movilización social, Cabezas llegó a convertirse en un símbolo de resistencia dentro del periodismo argentino. Conocé todos los detalles de este hecho histórico, a continuación. (Foto: Archivo Los Andes).


El 25 de enero de 1997 el cuerpo de José Luis Cabezas fue encontrado en un auto incinerado en una cava en General Madariaga, provincia de Buenos Aires. Tenía dos tiros en la nunca y las manos esposadas en la espalda. Un mensaje mafioso que terminó por sellar un año de amenazas y hostigamiento contra el reportero gráfico. Diez meses antes, el 5 de marzo de 1996, la revista Noticias había publicado en su portada una de las imágenes más codiciadas por los medios de comunicación en ese entonces: el empresario Alfredo Yabrán. Cabezas había conseguido la fotografía mientras cubría la temporada de verano en Pinamar junto con su compañero, el periodista Gabriel Michi.

El 25 de enero de 1997 el cuerpo de José Luis Cabezas fue encontrado en un auto incinerado en una cava en General Madariaga, provincia de Buenos Aires. Tenía dos tiros en la nunca y las manos esposadas en la espalda. Un mensaje mafioso que terminó por sellar un año de amenazas y hostigamiento contra el reportero gráfico.

El rostro de Alfredo Yabrán era uno de los más ocultos de Argentina. «Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente«, había dicho una vez en una entrevista. Se jactaba de que ni los servicios de inteligencia tenían registros de su imagen. Por eso, cuando la fotografía de su paseo por el balneario de Marbella, en Pinamar, salió a la luz, los indicios del crimen de Cabezas apuntaron contra él. Las investigaciones comprobaron que la custodia privada de Yabrán, en conexión con efectivos de la Policía Bonaerense, había estado realizando tareas de inteligencia sobre el reportero. En 1998, el juez José Macchi ordenó la captura de Yabrán como autor intelectual del crimen, pero nunca llegó a ser condenado. Se suicidó en mayo de 1998, en su estancia en San Ignacio, a 30 km de Gualeyguachú, Entre Ríos.


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Archivo: Los Andes


A pesar de las pistas falsas y las complicidades políticas que intentaron desviar la investigación numerosas veces, nueve personas fueron condenadas a prisión perpetua en el año 2000. Sin embargo, dos décadas después, ninguna está presa. Luego de una apelación al Tribunal de Casación de la provincia de Buenos Aires, los jueces Horacio Piombo y Ramón Sal Llargués bajaron las penas. Beneficiados por la ley del dos por uno, que computaba doble cada día detención del procesado sin que la sentencia estuviera en firme, la mayoría de los responsables logró reducir su condena. El último caso fue el del ex policía Gustavo Prellezo, autor material del asesinato que quedó en libertad condicional el 21 de diciembre de 2016.

Beneficiados por la ley del dos por uno, que computaba doble cada día detención del procesado sin que la sentencia estuviera en firme, la mayoría de los responsables logró reducir su condena. El último caso fue el del ex policía Gustavo Prellezo, autor material del asesinato que quedó en libertad condicional el pasado 21 de diciembre.

La Cámara Penal de Dolores consideró que Prellezo, la persona que asesinó a Cabezas de dos tiros en la nunca, logró una “superación personal” que vinculó al fortalecimiento de “lazos sociales y familiares”. Durante su condena, obtuvo además numerosos beneficios como salidas no controladas de la prisión domiciliaria. Los otros tres ex policías involucrados recuperaron la libertad entre 2007 y 2010, mientras que Gregorio Ríos, ex militar y jefe de custodia de Yabrán, administra campos en la provincia de Corrientes. De los integrantes de la banda “Los Horneros”, que perpetuó el secuestro, sólo uno está en prisión, luego de que se le retirara la libertad condicional acusado de elaborar y vender éxtasis.


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¿Quién era Alfredo Yabrán?

Yabrán era un apellido reconocido en los gobiernos que se sucedieron en Argentina desde la dictadura en 1976. Ya a principios de los ’90, la revista Noticias menciona en una investigación cómo “el auge de sus negocios tenía la misma antigüedad que el de otros grupos empresarios que durante la época del proceso militar obtuvieron beneficios del Estado, cuando se empezó desde ese momento a ceder a particulares servicios estatales”. Desde ese momento, Yabrán construyó una trama de complicidades con el poder político, económico, eclesiástico y judicial, gracias a la cual logró mantener ocultos sus negocios.

Ya a principios de los ’90, la revista Noticias menciona en una investigación cómo “el auge de sus negocios tenía la misma antigüedad que el de otros grupos empresarios que durante la época del proceso militar obtuvieron beneficios del Estado, cuando se empezó desde ese momento a ceder a particulares servicios estatales”.

Yabrán comenzó amasando su fortuna como accionista principal de la empresa postal Organización Clearing Argentino Sociedad Anónima (OCASA). Si bien su emporio creció, sólo reconoció cuatro de las decenas de empresas que se le atribuían. De acuerdo a la investigación de Noticias, varios diputados nacionales habían elevado informes al Ejecutivo planteando una serie de irregularidades que se originaban en la Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones (ENTEL) y en la Aduana del Aeropuerto Internacional de Ezeiza por “lavado de dólares, tráfico de drogas, contrabando, monopolio y negociados varios entre particulares y funcionarios del Estado”. El nombre de Alfredo Yabrán figuraba varias veces en los informes que, sin embargo, no prosperaron.


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Alfred Yabrán junto a su mujer, Cristina Pérez. Foto de José Luis Cabezas.


El escándalo estalló a mediados de 1995, cuando el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, denunció a Yabrán de ser el «jefe de una mafia enquistada en el poder», que controlaba negocios en el Correo, la Aduana y los Aeropuertos y que tenía conexiones con funcionarios, legisladores y jueces, a través de quienes presionaba para obtener beneficios económicos y amenazar a la competencia. Fue el inicio de una larga causa surcada de irregularidades que terminó por cerrarse con un acuerdo entre Cavallo y la familia de Yabrán, en en el que el primero se retractó por falta de pruebas y consiguió que se retirara una denuncia en su contra por calumnias e injurias.

El escándalo estalló a mediados de 1995, cuando el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, denunció a Yabrán de ser el «jefe de una mafia enquistada en el poder», que controlaba negocios en el Correo, la Aduana y los Aeropuertos y que tenía conexiones con funcionarios, legisladores y jueces, a través de quienes presionaba para obtener beneficios económicos y amenazar a la competencia.

Lo cierto es que la figura de Yabrán siempre fue protegida por el poder político, que buscó disipar toda indagación que intentara adentrarse en la red de corrupción de la que formaba parte. Era «el titiritero de un un holding con acceso al movimiento de personas, productos y capitales«, de acuerdo a lo relatado por el periodista de investigación Facundo FlorioIncluso luego de que surgieran los indicios que relacionaban a Yabrán con el crimen de Cabezas, el ex presidente Carlos Menem recibió al empresario en una visita oficial a la Casa Rosada. Una clara muestra de apoyo en la que parecía encarnarse una de las frases que el mismo empresario había proferido años atrás: «el poder es tener impunidad».

El asesinato de José Luis Cabezas fue el atentado más grande a la libertad de expresión desde el regreso de la democracia que quiso silenciar a un hombre, pero también amedrentar a toda la prensa. Un crimen detrás del cual se escondió un entramado de poderes en el que se anudan la corrupción del sector político, empresario, policial y militar. Pero Cabezas es también un símbolo colectivo, construido gracias a una sólida reacción social que logró que su historia no cayera en el olvido, que estuviera siempre presente, para que el periodismo no fuera amordazado nunca más.


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