El mató a un policía motorizado y «La síntesis O’Konor»: una película de jóvenes maduros

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Él Mató a un Policía Motorizado se manda la última hazaña, y produce un disco donde conviven el indie, el pop y el garaje. En su bagaje de influencias está todo, y entonces hacen la magia: desaparecen, y nos quedamos con lo propio. Aunque decir “propio” es nombrar etimológicamente lo “privado”: “apartado, que no pertenece”. Él Mató siempre se movió en los márgenes de cómo se debía hacer música en este contexto espaciotemporal, y “La Síntesis O’Konor” es la historia que fueron creando a lo largo de catorce años. (Foto: Matías Casal)


Por Maron Barberis*

El hito de la pertenencia creó una juventud desdibujada y un puñado de adultos frustrados que la caretean. Él Mató se mueve en la tangente, y crea intersticios comunitarios para que quienes se animan los habiten. Youtube me avisó esta mañana que salió su nuevo disco y estoy nerviosa. No lo escucho, soy larga, tengo miedo de sentir. En el pueblo el dolor tiene mala fama, así como los desconocidos: No hables con extraños, te dicen, mientras le sacan brillo a la foto del clan que entronan en la mesita de luz.

Ahora la gran ciudad se convirtió en mi hogar, así de simple; algunos le llaman pertenencia, yo digo que ahí conecté, vibré en la certeza de la incertidumbre cotidiana más bizarra. La gran ciudad me dejó mucha experiencia, sí, pero los recuerdos tienen esa extraña habilidad de teñir todo con un humo rosa encendido de ensueño. Como la tapa de “La Síntesis O’Konor”.

(Leer nota relacionada: La trilogía de El mató a un policía motorizado: ellos revitalizaron a un rock estancado)


el mato sintesis tapa

Foto: Faro Discos


Qué triste es todo, miro las espadas y pienso en Sansa: Winter is here. Estos pibes lo saben y nos regalan un refugio hecho de fuego, nos envían cuervos negros que nos recuerdan el verano, con mensajes amplios y subversivos de todo relato impuesto. Le doy play y lloro un poco, ¿se acuerdan lo del humo rosa?

Hay veces que no sé cómo hablar, cómo nombrar lo que quiero escribir. Es como si intentara delinear una figura recorriendo sus contornos pero nunca habitando en ella. Soy una chica periférica, “una chica tercermundista” me dijo una amiga alguna vez. Él Mató siempre se movió en los márgenes de cómo se debía hacer música en este contexto espaciotemporal, y “La Síntesis O’Konor” es la historia que fueron creando a lo largo de catorce años, ¿no es increíble?

Quiero ser breve: le sigo dando play y lloro apenas, no confíen en los recuerdos, arruinan lo más hermoso de este viaje, que no está hecho más que de abrazos profundos y quebrados, saliva en la boca que no termina de salir, una juventud que si proyecta no se escapa.

Estoy segura de que “El Tesoro” es justamente eso: el espacio de libertad conquistado a fuerza de voluntad y trabajo, Él Mató es un organismo que se genera a sí mismo, ese intersticio de la realidad que nos deja pasmados: ¿es hábitat o sujeto?; “La noche eterna” tiene la frase más hermosa de todo el disco y la vida, Sé que el cosmos cuida a todos por igual, y nos subleva desde la posibilidad: Esta vez voy a ser lo que yo quiero ser, esta vez voy a hacer lo inesperado a hacer. La canción anterior, “Ahora imagino cosas”, es un cachetazo, como si en los dos primeros temas tiraran toda la carne al asador.



Sueño con el triunfo de alguien que lo merece canta Santi en el track número cuatro, y lo recuerdo en la Rolling Stone de la que fueron tapa (agosto 2016) diciendo, casi como en uno de esos documentales de rock solemnes: “Estaba medio perdido, no sabía qué hacer con mi vida (…) Los chicos estaban tocando, tenían bandas. Y yo no tenía nada. La canción que le sigue, “Las luces”, me hace pensar en “El héroe de la Navidad” del EP “Navidad de reserva”, con las guitarras distorsionadas y los golpes certeros de la batería, acompañando el imaginario barrial que nos hace agitar un pogo fraterno en sus shows en vivo.

(Leer nota relacionada: El Mató a un policía motorizado: “Nunca imaginamos nada, pero nos gusta todo lo que fue sucediendo”)

La canción que le da nombre al disco es instrumental, compuesta por Gusti Monsalvo -alias Niño Elefante-; escuché por ahí que tal decisión homenajea a los Beach Boys y su mítico “Pet Sounds”, obra en la que el tema homónimo tampoco tenía voces. Con el siguiente tema, “Destrucción”, vuelve el humo rosa. El año pasado escuché una maqueta, bien pelada; Santi tarareaba una melodía que aún no tenía letra. Me acuerdo que estuve días haciendo así: lalalalalalalala lalalalalalalala lá lalalalalá, y hasta inventaba letras imaginando qué iba a salir de todo eso. Después me olvidé. El estribillo -Y todo lo que digas me destruye, no me importa si está bien o está mal– es inconfundible, y me hace lalalear una vez más.

Cuando escucho Por qué tuviste que decirme eso pienso en que todo se reduce a un final tan trágico como embalar libros y ropa que ya no nos gusta, pero que todavía necesitamos. Estoy hablando de “Excálibur”, y esa palabrita resulta clave en la épica de Él Mató, la pulsión vital de agitar y accionar más allá de todo dolor.

Inmediatamente después Santiago canta, en “El mundo extraño”, como el rey herido que es: Tu novio es un sujeto tan agradable pero nunca para de hablar. Quiero estar con vos, que me quieras así. Liquidado estoy, esperando hasta el fin. Sé que es lo peor pero esta es la mejor versión de mí.

Santi está más flaco que nunca y también más joven, nos mira a los ojos, nos habla a calzón quitado porque paradójicamente: está más joven que nunca y más sabio, y nos viene a compartir todo lo que descubrió en estos años de empuje y creación. Su actitud combativa reside en la proyección

Él Mató abandona el mantra para ponerle voz a bellas palabras, entumecidas – en el pasado- por arreglos que se las comían como la oscuridad a los grillos, camufladas en acordes tan monosilábicos como el amor romántico. Santi está más flaco que nunca y también más joven, nos mira a los ojos, nos habla a calzón quitado porque paradójicamente: está más joven que nunca y más sabio, y nos viene a compartir todo lo que descubrió en estos años de empuje y creación. Su actitud combativa reside en la proyección, y desde ahí nos envuelve con mensajes esclarecedores: Ey, no te duermas, todo el Universo depende de eso. Ey te fuiste ¿y dónde estás ahora? Ahora soy mejor, te juro, soy mejor, nos dice en la última canción. Su título torna en palabra secreta de un código en el que los finales no son más que nacimiento y regeneración, y traza una genealogía de la criatura que viene pariendo Él Mató desde el 2003:

  • “Prenderte fuego”, Él Mató a un Policía Motorizado, 2004
  • “El árbol de fuego,” Navidad de reserva, 2005
  • “Lenguas de fuego en el cielo”, Un millón de euros, 2006
  • “La celebración del fuego”, Día de los muertos, 2008
  • “El fuego que hemos construido”, La Dinastía Scorpio, 2012
  • “Fuego”, La Síntesis O’Konor, 2017

Este giro en la poética de Él Mató no es para nada naif: su trayectoria es expeditiva, y junto con el lujo de grabar en el legendario y monumental estudio Sonic Ranch (Texas), nos ofrecen canciones cerradas, maduras en su musicalidad, con un sonido certero. Ellos delinearon un camino de auténtica posibilidad en el under, que luego muchas bandas exploraron, y no necesitan caretearla con ningún estandarte identitario o estilístico.

Quiero ser breve: le sigo dando play y lloro apenas, no confíen en los recuerdos, arruinan lo más hermoso de este viaje, que no está hecho más que de abrazos profundos y quebrados, saliva en la boca que no termina de salir, una juventud que si proyecta no se escapa. No confíen en los recuerdos: ellos sólo quieren que envejezcas.


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