Entrevista a Alexis Oliva, autor de «Todo lo que el poder odia»: «Lo primero que dijeron fue que a Viviana Avendaño la mató la policía»

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Alexis Oliva es un periodista oriundo de Cruz del Eje, provincia de Córdoba, una de esas ciudades cuya vida económica y social giraba en torno al ferrocarril y que fue arrasada por las políticas liberales de la dictadura y de los 90. Eso empujó a sus habitantes a realizar uno de los cortes de ruta con más repercusión en el país. En ese contexto Oliva conoce a Viviana Avendaño, una de las caras más visibles del piquete, quien luego de ser amedrentada por el jefe de la policía muere en un confuso accidente automovilístico. Esa es la punta del ovillo que el autor comenzó a devanar para conocer y luego contar una historia de vida hasta ahora enterrada, dando forma a Todo lo que el poder odia, una biografía de Viviana Avendaño. Conocé su historia, a continuación.


— ¿Cómo empezás a conocer la historia de Viviana Avendaño, y qué te fue llevando a pensar que lo que fuiste recogiendo podía terminar en una biografía?

Fueron distintos momentos. El primero es el del final: cuando la alcanzo a ver en el corte de ruta, ni siquiera conocer ni hablar, sólo la vi. Yo había ido a cubrir ese corte de ruta que tenía la particularidad de que fue la primera vez que hubo represión en Cruz del Eje, y al día siguiente se hace la pueblada grande, y ahí la veo. Mi hermano la había escuchado ya en la tele, y me dijo «fijate que hay una chica, alucinante la claridad con que habló, capaz que está bueno entrevistarla». El día anterior hubo represión, y ese día en lugar de irse la gente a la casa, se multiplica por diez la protesta, y van 4000 personas a la ruta, que ya no eran solamente los desocupados. Eso obliga a otro tipo de salida por parte del gobierno que ofrece una mesa de concertación. La otra exigencia de los desocupados para levantar el corte era que liberen a los pibes que habían metido presos el día anterior. El ministro Oscar González estaba ahí, en la propia ruta, deliberando con la gente, y se compromete a hacer una «gestión», siempre desde esta idea de la supuesta independencia de la justicia y de la policía, pero inmediatamente levanta el teléfono y logra que los liberen, entonces se levanta el corte y marchan a la comisaría a garantizar la liberación.

Lo primero que dijeron fue «la mató la policía», ahí surgió esto de las amenazas del día anterior que por lo que afirman los testigos fueron más de una vez.

— ¿En ese contexto habría sido amenazada por la policía?

Claro, ahí (eso lo supe después) ella recibe algún tipo de advertencia o amenaza por parte del entonces jefe de policía, Luis Iturri. Esa noche vuelve con su compañera, Laura Lucero, a San Marcos y al día siguiente muy poca gente sabe a qué fueron, y hay toda una serie de conjeturas sobre a qué vuelven ellas a Cruz del Eje, y cuando vuelven nuevamente hacia San Marcos chocan y Viviana Muere. Laura queda en coma y muere dos días después. Yo le entro por ahí a la historia, o sea, por las sospechas de ese momento. Lo primero que dijeron fue «la mató la policía», ahí surgió esto de las amenazas del día anterior que por lo que afirman los testigos fueron más de una vez.

Tuvo que pasar el tiempo para que Alexis supiera algo más de la vida de Viviana, a partir de un encuentro con alguien que conocía un poco más de su historia. El primer dato que le llamó la atención fue que haya sido presa política: «Me resultaba un poco increíble porque tenía 41 años en el 2000, no me daba la edad, no puede ser, le digo, y me dice que sí, de la Juventud Guevarista, 16 años, no sólo que había sido presa política sino que había sido la más joven de la dictadura en Córdoba, y ahí surge la idea de reconstruir su vida a partir de ese dato. Había tremenda historia, sólo con ese dato, al que después se fueron agregando centenares de circunstancias muy particulares, muy interesantes, muy paradigmáticas de todo lo que ha sido una generación, y todo concentrado en una persona que vivió 41 años».


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— Una de las cosas más atractivas del libro es la mezcla que es Viviana en sí misma, por su origen humilde y difícil, su formación política, por ser hija y nieta de madres solteras, con una hermana desaparecida; fue guerrillera, presa política a los 16, militante comunista, lesbiana feminista, educadora popular, líder piquetera. ¿Cómo fue el proceso de rastrear e investigar cada una de estas etapas de su vida?

Hay dos trayectos ahí. Por un lado, fueron los testimonios, que arrancaron hace 10 años, cuando hablé con la madre, Pituca Avendaño. La familia no es dueña de la memoria de personajes como este, pero es importante que esté de acuerdo, y fui a tratar de tener ese aval. Y no sólo fue un aval, sino que fue un tremendo empujón, que me ayudó a transitar todo este tiempo y todas las dificultades que hubo. Esa búsqueda que arranca en lo testimonial con ella fue absolutamente fluida, ella me pasó dos o tres teléfonos y ahí empezó a fluir la cosa, se fue haciendo toda una red de contactos que llevaron a las 45 entrevistas que están como monólogos en el libro. Eso fue bárbaro, no sólo la cuestión testimonial y valorativa sino también mucha data dura.

El supuesto acceso a la información que debemos tener, además potenciado por ser periodistas, no existe.

— ¿Y el otro trayecto?

El otro trayecto fue mucho más amplio, más duro: la investigación documental. Había huellas de su historia en expedientes judiciales muy difíciles de conseguir, cosas increíbles, como el expediente del corte de ruta, que uno tuviera dificultades para acceder a eso… Eso demoró tiempo, había que tener plan A, plan B, plan C, sobre todo con los expedientes que estaban en manos de la justicia de la provincia, y más en Cruz del Eje, en donde a mí me conocen, porque soy de allá, pero además porque yo había estado cubriendo ahí los juicios en los que estaba involucrado el movimiento campesino, y entonces había toda una serie de recelos y de alarmas que sonaban apenas uno entraba. Y en el caso del expediente, por ahí el más complicado, que era el del choque, fue la madre, pero además de ser querellante ella y tener derecho como madre, tuvo que llevar un abogado, una locura, esas cosas que pasan en este país. El supuesto acceso a la información que debemos tener, además potenciado por ser periodistas, no existe, es al revés, entonces eso demoró. Y por otro lado también hubo una búsqueda en la prensa, más allá de que no fue una dirigente conocida en su vida, pero había notas del día de su detención, había en torno al corte de ruta, a su muerte.

Con un enorme despliegue de investigación histórica que ayuda no sólo a comprender los singulares hechos de vida de la protagonista, sino también el contexto social y político que envuelve su devenir, el autor nos invita en su obra a caminar junto a ella 40 años de lucha y compromiso de alguien que no era un personaje conocido. Ello es motorizado a partir de encuentros y desencuentros con su historia: «Hay una conexión que nace del dolor, no solamente por la empatía que ya tenía, que uno ya la sentía afectivamente a esa muerte, sino también ver llorar mucha gente que yo conozco, incluso de la cual soy amigo, como si se les hubiera muerto una hermana, y era alguien con quien sólo habían compartido 10 días de vida. Entonces yo también estaba bastante quebrado con eso. Pero aparte, la frustración periodística si se quiere, que es nada al lado de eso, pero que me parece que de esa frustración también nace lo otro».

Viviana es detenida en Córdoba a sus 16 años, época en la que militaba en la Juventud Guevarista, y en un turbulento contexto que en Córdoba se vio acentuado por circunstancias que son explicadas con gran lucidez y detalle en Todo lo que el poder odia. La cárcel, con todo lo que esa época implicaba para las presas políticas, significó sin embargo para ella, una etapa de aprendizaje: «Fue una experiencia de madurez y de formación política, y más en su caso que entró en condición de «hermanita menor» de las otras presas, por su edad y por la forma en que cayó. Releyendo las cartas, pensaba que es alucinante la lucidez que ella tiene, y el entrelineado que hay ahí en las cosas que no dice, siendo que ella ya debía haber sabido que su hermana estaba desaparecida, y en la cartas nada. La forma en que están escritas, lo que le dice a su madre, la madurez que tiene, y todo esto en una criatura de 19, 20 años».

El motivo de la detención de Viviana Avendaño en 1975 fue el asalto a una pinturería con el fin de hacer pintadas en nombre de la causa a la que a esa edad había decidido entregarse. En el libro, el autor nos acerca con sensibilidad y precisión histórica a estos hechos que marcaron la vida -y en cierta forma, la muerte- de la joven activista. Al respecto, afirma: «Si uno lo ve desde nuestra realidad de hoy, por más intereses políticos que uno tenga, el ir a asaltar una pinturería es una locura, pero en aquel tiempo no tanto, el lograr hacer esa pintada con pintura robada era una acción antidictatorial, porque ya estábamos prácticamente en una dictadura».

Si esa dictadura fue cívico-militar, que sin duda lo fue, la capital es Córdoba, porque había un empresariado muy fuerte, que es el más tardío de los actores civiles en ser revelado

— En el libro hablás de Córdoba como la capital de la dictadura, ¿a partir de qué lo consideras así?

DSC_0042 Si la dictadura fue cívico-militar, que sin duda lo fue, la capital es Córdoba. Porque había un empresariado muy fuerte, que es el más tardío de los actores civiles en ser revelado: Fiat, Renault. Con una participación directa en la represión, proveyendo documentación de la empresa y álbumes de fotos para desarticular las comisiones gremiales internas. La fundación Mediterránea, proveedora privilegiada de cuadros y de políticas económicas a la dictadura, y que sigue siendo proveedora de esos mismos planes económicos. La complicidad del Poder Judicial fue único, no hay otros casos así tan flagrantes de que vayan matando grupos de presos a disposición de la justicia federal y que se repita y se periodice en el tiempo y que ellos ni siquiera lo eviten; no digo que hubiesen investigado a los victimarios, sino que por lo menos evitaran que volviera a pasar. Y la iglesia católica, con Primatesta que era arzobispo de Córdoba y jefe de la Iglesia Católica Argentina como presidente del Episcopado durante toda la dictadura, con ese perfil de moderado que, como dice Horacio Verbitsky, terminó siendo más dañino para la experiencia de los familiares de desaparecidos, porque si hubiera sido más duro y más explícitamente fascista no hubiera generado expectativas en la gente y hubieran sabido buscar a sus hijos, sus hermanos, sus padres por otro lado. Por eso digo que Córdoba fue la capital de la dictadura cívico-militar, aunque su jefe local, Menéndez, sea el paradigma del militar fascista y represor.

— Qué singular y contradictoria es Córdoba…

Claro, todo eso se junta en Córdoba y vemos un poco lo que tiene que ver con las paradojas de Córdoba: el peso político que tiene a nivel nacional pasa por esos factores de poder, y por una ciudadanía que se sienta cómoda con esa Córdoba; y después está la otra, la Córdoba anómala, allá lejos la Reforma Universitaria, el nacimiento del movimiento de curas tercermundistas, el Cordobazo, y el hecho de que fue prácticamente la capital del PRT; cuando Santucho empieza a pensar en términos urbanos, lo hace porque se siente muy impresionado e identificado con el proceso ideológico que están teniendo los obreros fabriles en Córdoba, por eso él empieza a pensar más en la guerrilla urbana en Córdoba que en la rural. Y Viviana es un personaje que viene a ser una hereje para la hoguera de las brujas de la Córdoba «normal».

— Luego se da un momento, que es justamente el contexto en que muere Viviana Avendaño, en que había de esas «anomalías» por todas partes en la Argentina, llegando al 2000: lo de Cutral-Co, Tartagal, Cruz del Eje.

Sí, en ese momento también, y ha pasado nada en tiempo, y estaba socialmente naturalizado que en una protesta en la ruta hubiera muertos. Eso hoy sería una cosa tremendamente escandalosa, espero, algo que empujaría a la gente a la calle a protestar.

La vigencia del libro la pensaba en relación a la revelación de ciertas cosas en torno a la muerte de ella, no de que también fuera  a ser también una especie de recordatorio en términos casi de defensa personal de lo que es tener que ir a la ruta por laburo y defenderse de la represión. Justo cuando sale el libro, poco después sale el famoso protocolo antipiquetes.

— Natalia Etchepare: Respecto a eso, ¿no depende del contexto? En los saqueos a raíz de los acuartelamientos policiales de 2013 que comenzaron en Córdoba y se extendieron a algunas otras provincias los muertos fueron invisibilizados, eran «los otros», esa sociedad que no está, no hubo protesta ni nada, en ese momento desapareció todo.

Tenés razón, y eso que me canso de insistir con eso. Hubo 18 muertos en diciembre de 2013 con la protesta de la policía que era una cosa sectorial iniciada en Córdoba, exportada al resto del país, un muerto más que durante los saqueos del gobierno de Alfonsín. En cambio en esto de Córdoba, ¿quién pagó el costo político de eso? No sé, pero De la Sota, que es el principal responsable político de eso, meses después le estaba ofreciendo al país en los carteles como precandidato a presidente, estabilidad y seguridad. El generador político del episodio más inseguro de la historia política desde el 19 y 20 de diciembre de 2001 a esta parte. Lamentablemente te tengo que dar la razón, en ese sentido este libro tiene más vigencia de lo que uno pensaba. La vigencia del libro la pensaba en relación a la revelación de ciertas cosas en torno a la muerte de ella, no de que también fuera  a ser también una especie de recordatorio en términos casi de defensa personal de lo que es tener que ir a la ruta por laburo y defenderse de la represión. Justo cuando sale el libro, poco después sale el famoso protocolo antipiquetes.

— La frase del entonces ministro Oscar González en la entrevista que está en el libro dice justamente, y sin matices, que: «La fuerza, que es un monopolio y un recurso legítimo del estado, debe utilizarse cuando se agota el diálogo».

Claro, y lo dice Oscar González, que tiene mucha astucia y diplomacia para hablar, o sea que es posible que esa sea la mejor versión de lo que están pensando. Igual es lapidario.

A lo largo de la investigación, Alexis Oliva se fue encontrando con testimonios escalofriantes sobre el accionar de la policía y sus resortes políticos en torno a los hechos que narra. Puntualmente, la noche en que muere Viviana y su compañera queda en grave estado, los piqueteros que hasta hacía horas la habían acompañado en la lucha se comunican con el intendente para solicitar fondos para su traslado a una clínica de la capital cordobesa. Cuando realizan el llamado, a las 4 de la mañana, el intendente contesta el teléfono diciendo «¿Iturri?», el apellido del jefe de la policía, lo que despertó todo tipo de sospechas en el grupo de desocupados que de por sí ya culpaban de los hechos a la policía.

— ¿Vos qué pensás de eso? Más allá del periodista, ¿cómo lo ves?

Es que yo creo que como periodista me debo pronunciar respecto a eso, no puedo correrme, y por el hecho de no tener una certeza absoluta, escamotear la cuestión de tratar de echar luz sobre esa historia. No puedo afirmar, pero sí puedo conjeturar.

Para mí esta historia no termina acá, esto va a seguir siendo una de las grandes obsesiones de mi vida, quizá la mayor. Espero que esto sirva para que se despierten esas fuentes en silencio. Tengo esperanzas de que alguien hable, que aparezca algún testigo, que surja algo. Así como surgieron cosas que estaban enterradas, y eso es lo apasionante que tiene trabajar con la realidad.

— ¿Cuáles son tus conjeturas?

 Creo que eso fue un choque provocado. No hace falta que yo me pronuncie en el sentido de buscar que el lector saque esa misma conclusión, pero yo en el epílogo lo debo decir porque lo creo y porque no puedo dejar solas a mis fuentes, si no el día de mañana algún aludido viene y por mi libro le hace juicio a la fuente y no a mí, por eso me parece poco ético. Igual no es sólo por eso, me parece que por el lector hay que tratar de sintetizar un poco y hacer el ejercicio de sopesar todo, que es lo que hace un fiscal o un juez con las pruebas, que tampoco es una ciencia exacta, quizás tienen más recursos, seguro, más autoridad para convocar fuentes que a mí me pueden decir que no, como el chofer del camión, o el otro hombre que vio algo, una moto, y yo no puedo obligar a nadie a revelar el nombre de ese señor que pidió por favor que no lo nombren, y en todo caso preservar la identidad de esa fuente. Un fiscal o un juez sí lo pueden hacer, de hecho deberían hacerlo. Y con mayor razón me veo en la obligación, suponiendo de antemano que la justicia no va a hacer nada, salvo que vaya alguien y haga una denuncia, alguien que lo motorice desde afuera, me parece que lo debo hacer yo. Como dice María Eugenia Ludueña, este libro viene a poner justicia narrativa sobre la vida de Viviana Avendaño, pero con eso no nos alcanza, no nos podemos conformar con eso. Como periodistas tenemos que esperar que uno escriba y que pase algo.

— ¿Cómo sigue esta historia para vos?

Para mí esta historia no termina acá, esto va a seguir siendo una de las grandes obsesiones de mi vida, quizá la mayor. Espero que esto sirva para que se despierten esas fuentes en silencio. Tengo esperanzas de que alguien hable, que aparezca algún testigo, que surja algo. Así como surgieron cosas que estaban enterradas, y eso es lo apasionante que tiene trabajar con la realidad, tiene un final abierto en ese sentido, pero yo creo que eso fue, no sé si un intento de homicidio, un atentado, que puede ser, pero por ahora hay más elementos para pensar en esta hipótesis intermedia, de una moto que quería amedrentarlas, algo que ya había pasado en los días anteriores, porque ya las habían seguido. Creo que esa moto bien pudo adelantarse por el costado del acompañante, apuntarles con algo o hacer un amague, y Viviana volanteó para el otro lado. Justo ahí hay un lugar perfecto para acechar a alguien porque no te ve nadie por los arbustos serranos, y hay un caminito que baja y que desemboca por la mano del acompañante, y eso explicaría que Viviana doble y acelere de esa forma: «Como si quisiera suicidarse», dice el abogado del chofer del camión.


Fotos: Natalia Etchepare

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