Clorofilia: cómo aprender a cuidar a las plantas (y a nosotros mismos)

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A 78 años de haber decretado el Poder Ejecutivo Nacional que el Ceibo es la flor representativa del país, se vuelve indispensable conocer cómo funciona el universo vegetal y por qué es tan importante cuidar a las plantas y reforestar bosques. “Clorofilia” (2019) es una serie argentina que explora esos temas en ocho episodios y está disponible en la plataforma cont.ar.

Por Julieta Escat



El domingo 22 de noviembre se conmemoró en Argentina el “Día de la Flor Nacional del Ceibo”. Se trata de un árbol originario de América que crece en las orillas del río Paraná y del río de la Plata. Su nombre científico es Erythrina crista-galli, y se declaró como flor nacional en 1942, mediante el Decreto n° 138.474/42. Sin embargo, es factible preguntarse qué tanto conocemos sobre el universo de las plantas. Y, en este sentido, “Clorofilia” (2019) es una serie-documental argentina muy propicia para explorar el mundo vegetal y entender por qué es tan importante para la vida social humana.

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La serie está dirigida por Jonathan Barg y Andrés Sehinkman, y fue vista en otros países por haber participado de festivales como el Prix Jeunnesse, el Wildscreen Festival y el Japan Prize (en este último sacó el segundo lugar en la categoría juvenil como “Contenido audiovisual educativo”). “Clorofilia” se compone de ocho episodios en los que se entremezcla de una manera novedosa la ficción, que tiene como protagonista a la actriz Ailín Salas, y el documental, que incluye el testimonio de biólogos, guardaparques y referentes de algunas instituciones botánicas del país.

“Clorofilia” (2019) es una serie-documental argentina muy propicia para explorar el mundo vegetal y entender por qué es tan importante para la vida social humana.

“La base de la vida” es el primer capítulo y en él se ve un mundo post-apocalíptico situado en el año 2122, en el que se observa la ausencia absoluta de plantas y árboles. Se muestran imágenes de una Ciudad de Bariloche desértica y de un lago Nahuel Huapi totalmente seco. Las fotografías son tan imponentes como dolorosas. Mientras tanto, la protagonista relata con voz en off por qué son tan importantes las plantas para el planeta y en qué consiste la fotosíntesis. También menciona a algunos de los principales botánicos de la historia, como Humboldt, Bonpland y Ángel Lulio Cabrera. Pero, en determinado momento, la voz en off se apaga y se ve que la protagonista encuentra un pequeño brote de una Satia Buxifolia. Su misión es preservarla, así que durante el resto del capítulo se mantiene una gran tensión, porque habrá que esperar hasta el último minuto para saber si logra cumplir o no con su objetivo.

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El segundo episodio se llama “La sed de las plantas” y es radicalmente distinto que el primero. Está ubicado temporalmente en la actualidad y el protagonista es el “Escuadrón botánico”, un equipo naturalista ficticio que investiga cómo hace cada conjunto de plantas para obtener el agua y los nutrientes que necesita para vivir. A lo largo del capítulo se ven imágenes de musgos, alerces, cardones, churquis, bromelias, turberas, droseras, venus y pingüiculas. Mientras tanto, el “Escuadrón botánico” explica que todas esas plantas obtienen su alimento de una forma distinta, ya que no todas necesitan la misma cantidad de líquido ni están arraigadas a los mismos suelos. Lo singular de este capítulo es la forma en la que los directores combinaron algunas animaciones (como la aparición de afiches de historieta) con la filmación estrictamente documental.

“La lucha por la luz”, el tercer episodio, deja en claro que en el mundo vegetal la supervivencia no está asegurada sino, por el contrario, en constante pugna. Este capítulo se centra en las plantas trepadoras, es decir, aquellas que necesitan apoyarse sobre otras más altas para poder recibir la luz del sol y hacer la fotosíntesis. Entre ellas, se encuentra la “Uña de gato” (Dolichandra unguis-cati), la “Escalera de mono” (Bauhinia ungulata) y la bromelia, por mencionar sólo algunas. El escenario principal de este episodio es Plaza de Mayo, porque en 1893 Carlos Thays, un arquitecto y naturalista francés, plantó en ese lugar una Phoenix Canariensis, es decir, una palmera proveniente de Río de Janeiro, que durante veinticinco años fue “estrangulada” por un higuerón (una planta trepadora). Debido a la peculiaridad de esta última planta, el capítulo hace un paralelismo con la vida criminal de los seres humanos y desprende desde el principio hasta el final un halo de misterio.

“Clorofilia” es una excelente serie para entender el funcionamiento de las plantas, pero también para reflexionar sobre qué tan importantes son para la vida humana y por qué es crucial corregir el rumbo

El cuarto episodio se titula “Las plantas y el amor”, y trata sobre cómo hace cada planta para atraer a los insectos que luego llevarán el polen hacia otras plantas y que, por lo tanto, garantizarán la reproducción del mundo vegetal. Se exploran fundamentalmente los mecanismos de atracción y reproducción del lapacho, el mburucuyá, la orquídea del talar, la aristolochia, el irupé, el helecho, la conífera y el kalanchoe. Este capítulo es particularmente interesante porque hace notar a los espectadores que hay más de una similitud entre las plantas y las personas, sobre todo en cuanto a los mecanismos de seducción que cada cual utiliza para ser el epítome de la atracción.



“Nuestra vida y las plantas”, el quinto episodio, pone el énfasis en lo importante que es la vegetación silvestre para la vida humana, especialmente porque sirve para hacer vestimentas, medicinas, alimentos y rituales socio-culturales. Pero también porque puede definir el modo de producción de un país, como es el caso de Argentina, que exporta en gran medida semillas, aceites y otros productos derivados de la soja, y para ello deforesta, usa agroquímicos y destruye ambientes naturales, ya que tiene por objetivo sembrar una planta que después transformará en dinero. Este capítulo representa una toma de conciencia sobre cuán importante es la reforestación, no sólo para las plantas sino también para las personas.

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El sexto episodio se titula “La vida secreta de las plantas” y corre el foco de la perspectiva humana que considera que las plantas son “estáticas”, y pone en evidencia que su vida está llena de acción. Una referente del Instituto Leloir, una fundación argentina de investigación, acompaña a la protagonista de este capítulo al fitotrón, que es un laboratorio que existe en ese lugar y en el que se crían plantas para realizar ensayos. La referente explica que ahí se estudia, entre otras cuestiones, cómo perciben las plantas el mundo que las rodea y cómo responden a la luz y a ciertos cambios en el ambiente. Es interesante la exploración que hace este capítulo sobre lo que pueden hacer las plantas. Entre otras cosas, pueden captar la luz gracias a sus fotoreceptores, percibir el sonido de sus polinizadores a través de los pétalos de las flores, moverse, atraer insectos y cazarlos, reconstruirse gracias a su cualidad de totipotentes y hasta compartir nutrientes con otras plantas a través de las micorrizas.

Esta serie abre la pregunta sobre si es tan absurdo pensar que ese mundo post-apocalíptico sin vegetación puede tener lugar dentro de unos años, sobre todo si no se toman medidas en la actualidad para preservar el ecosistema.

“La ciudad de las plantas” es el anteúltimo episodio y se sitúa en la Ciudad de Buenos Aires. Deja en claro que el mundo vegetal se las ingenia de una y mil maneras para sobrevivir en un lugar repleto de edificios y calles de cemento. La protagonista de este capítulo es una repartidora de plantas que viaja en su bici de un barrio a otro para hacer entregas. En el camino, encuentra al palán-palán, helecho, mburucuyá, floripondio y clavel del aire. Luego visita a Federico Parrilli, un criador de plantas carnívoras, y posteriormente pasa por el Jardín Botánico, que está ubicado en el barrio de Palermo y fue inaugurado por Carlos Thays en 1898. En este último lugar conviven plantas y árboles de todo el mundo. El ritmo general de este capítulo es dinámico, igual que la vida que transcurre en la ciudad. 

El último capítulo se llama “La semilla, el brote, la flor”. Hace una retrospección hacia el primer episodio y abre la pregunta sobre si es tan absurdo pensar que ese mundo post-apocalíptico sin vegetación puede tener lugar dentro de unos años, sobre todo si no se toman medidas en la actualidad para preservar el ecosistema. Distintos testimonios dan cuenta en este capítulo sobre los peligros ambientales que hay hoy en día en diferentes lugares del país. Por ejemplo, la selva de la Mata Atlántica (Misiones) posee sólo el 7% de la superficie original, el Bosque chaqueño tiene una de las tasas de deforestación más altas del mundo, las pampas de Buenos Aires ya casi no disponen de sus míticos pastizales porque fueron reemplazados por monocultivos y en el Bosque Andino Patagónico (Neuquén) los pehuenes están desapareciendo debido a las sequías provocadas por el cambio climático y a los incendios cada vez más frecuentes.

En síntesis, “Clorofilia”  es una excelente serie para entender el funcionamiento de las plantas, pero también para reflexionar sobre qué tan importantes son para la vida humana y por qué es crucial corregir el rumbo de los modos de producción que tanto daño le hacen al ecosistema y, por lo tanto, a los seres humanos mismos.

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Ficha técnica:

Título original: Clorofilia
Año: 2019
Temporadas: 1
Episodios: 8
País: Argentina
Guion y Dirección: Jonathan Barg y Andrés Sehinkman
Asistente de dirección: Rosario Cabred
Dirección de fotografía: Armin Marchesini Weihmüller
Producción general: Leandro Vital
Jefas de producción: Florencia De Mugica y Lucía Shapochnik
Coordinación de post-producción: Martín Senderowicz y María Eugenia Corthey
Montaje: Santiago Parysow
Música original: Noroeste Música y Sonido, Pedro Gómez y Andrés Rubinsztejn
Sonido: Juan Ignacio Temoche y Francisco Villa
Productora: Planta Alta


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