Todo es compulsión al error en La débil mental. En su adaptación de la novela homónima de Ariana Harwicz al teatro, Cristina Banegas, Ingrid Pelicori y Claudia Cantero imaginan cara y cruz de la misma moneda que se pasea por el límite del desastre.
por Milena Rivas
I’ve acquired quite a taste
For a well-made mistake
“A mistake”, Fiona Apple
Ingrid Pelicori y Claudia Cantero son quienes ponen el cuerpo a esta madre y esta hija respectivamente en un peculiar apuesta escénica que tiene lugar en la sala de Área 623, ubicada en el barrio porteño de Balvanera. Una relación simbiótica, donde no hay lugar para un tercero, donde incluso se pegotea la frontera que las separa. A lo largo de la pieza, son contrincantes y aliadas, la otra y la misma.
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La madre exclama, aliviada: «Qué bueno que ya haya pasado la infancia». Como si ahora su cuerpo adulto pudiese calcarse al de su hija, engullir la diferencia, un mecanismo no exento de duelo. Pasan las horas y vuelven a llenarse de whisky los vasos de culo gordo, otra zona del ritual narcótico que suelen compartir, además de insultarse, mentirse, ocultarse información y observarse con recelo.
cada gesto es una oportunidad placentera de perfeccionar el error, de entrenar “la fuerza de un cross a la mandíbula”, en palabras de Roberto Arlt.
La dimensión performativa de sus palabras imprime más sentido que lo que contienen: las preguntas por el deseo, la maternidad y el amor romántico son apenas trampolines hacia un plástico despliegue actoral. Allí cada gesto es una oportunidad placentera de perfeccionar el error, de entrenar “la fuerza de un cross a la mandíbula”, en palabras de Roberto Arlt.
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“La débil mental” se presenta los martes a las 20 horas en Área 623 (Pasco 623) hasta el 16 de agosto
El trabajo de ambas intérpretes es de un presente insoportable. Hasta parece que no existe el guión y que toda la puesta en escena está dedicada a un ejercicio de obstinación total donde las actrices buscan empujar el gesto dramático hasta el cansancio. Y lo que es aún más llamativo: el humor insiste, subraya el revés de cada palabra. Casi como si la escena pudiera contener todas y cada una de las contradicciones de la humanidad, entre la risa, el abrazo y la cuchillada.
Balbuceo con espanto: “esto no puede ser”. Y la escena cada vez me demuestra lo contrario.
Asistir al juego de Claudia Cantero e Ingrid Pelicori es entregarse a lo hipnótico, no poder ni por un segundo levantar la vista de esos rostros desencajados y a la vez contenidos en la más pura de las expresiones teatrales. En una devoción al error, a lo oblicuo, al fuera de lugar, la gravedad las arrastra hacia abajo. Balbuceo con espanto: “esto no puede ser”. Y la escena cada vez me demuestra lo contrario.
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