La mitad de la mitad: tres poemas de Ouyang Jianghe

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Con una combinación particular de la contemplación de oriente y el mundo desordenado de occidente, los poemas de Ouyang Jianghe reunidos en La mitad de la mitad (Mil gotas, 2020) condensan la complejidad de encontrar significados donde muchas veces hay pura experiencia. «El mundo segrega la inagotable deconstrucción de las
palabras», puede leerse en uno de los poemas traducidos por Pablo Rodríguez Duran. 



Sobre el autor

Ouyang Jianghe nació en Sichuan, China, en 1956. Es poeta y crítico musical. En los años ochenta, comenzó a participar en la escena política y adquirió el nombre con el que firma actualmente. En 1997 publicó su primer libro de poesía y ensayos y desde entonces resuena como uno de los más importantes poetas de su generación. Vive en Beijing, desde donde dirige la revista Jinitan. La editorial Mil Gotas publica por primera vez en Argentina su poesía, con traducción de Pablo Rodríguez Duran en La mitad de la mitad.

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1 – Soliloquio público

Estoy muerto, ustedes aún viven.
A mí ni me conocen, tampoco al mundo,
mis vestigios convertidos en máscara inmortal
los conminan a parecerse el uno al otro:
Cuando no hay yo, tampoco hay otro.
Cada manzano que he bendecido ha madurado en un otoño,
generando más manzanas, y más hambre.
Cada pájaro que ven volando es mi alma.
La sombra que arrastro es más cierta que cualquier luz.

El lugar donde estoy enterrado es un libro.
Allá, Sus nombres son las letras superfluas
que se extinguen en silencio.
Todos los ojos se abren solo para vislumbrar, fugazmente.
Sin mi canción, ustedes no tendrían labios.
Pero lo que cantan y seguirán cantando
no es más que silencio, no un canto.

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2 – La pistola

Una pistola de mano se puede separar
en dos cosas sin relación.
Por un lado la pistola, por otro la mano.
La pistola se alarga hasta convertirse en una secta,
la mano, pintada de negro, se convierte en otra.

Y una cosa también se puede separar
disgregar en direcciones opuestas.
El mundo segrega la inagotable deconstrucción de las
palabras.

El hombre con un ojo busca el amor,
y con el otro observa el cañón.
Las balas se miran con fruición,
la nariz apunta a la sala del enemigo
la política tiende a la izquierda
cuando Fulano dispara hacia el oriente
Mengano cae herido en occidente.

Mafias negras usan guantes blancos
doctrinas de armas largas las cambiaron por las cortas
la Venus sempiterna, de pie sobre una piedra
rechaza con sus manos a toda la humanidad.
De sus pechos pueden abrirse dos cajones
en su interior dos balas, una pistola
que deviene juguete al halar el gatillo
asesinato, implosión y fracaso.

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3 – Llaves de domingo

Las llaves se menean bajo la luz de un domingo en la mañana
alguien se quedó por fuera en la noche profunda.
No es lo mismo el eco de la llave al penetrar la cerradura
que tocar la puerta,
tan lejano que la dirección del sueño es más confiable que la
realidad.

Atravieso los suburbios y todas las luces de los autos
súbitamente se apagaron. Y en medio del cosmos infinito
sobre mi cabeza
alguien palpa el freno de su bicicleta. Ligeramente inclinado
por espacio de un segundo, y escucho las llaves caer al suelo.

Hace muchos años unas llaves se meneaban bajo el sol,
las levanté sin saber donde yacían ocultas,
las manos tras ellas. Todos los días antes del sábado
están cerrados con candado, y no sé cuál de todos debo abrir.

Hoy es domingo. Todas las puertas
misteriosamente están abiertas. Tiré las llaves.
Puedo entrar a cualquier casa sin tocar la puerta.
El mundo tan sobrepoblado, y este cuarto en tanta soledad.

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