Verónica Gerber Bicecci y la potencia inmortal del haiku

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El género de breve escritura poética japonés sigue vigente y la escritora y artista visual mexicana lo pone a dialogar en pleno siglo XXI con un mundo en donde la naturaleza se encuentra cada vez más domesticada y en peligro. En Otro día…(poemas sintéticos) (Almadía, 2019) la voz sutil y provocadora de Verónica Gerber Bicecci traza un viaje por los sentidos lleno de denuncia social. 



En 1919, el escritor mexicano José Juan Tablada (1871-1945) publicaba el libro Un día… (poemas sintéticos), en donde volvía al eje central del haiku: la admiración por la naturaleza. En dicho libro, cada composición poética iba acompañada de dibujos realizados por el mismo como una suerte de oda. Cien años después, Verónica Gerber Bicecci -artista visual y escritora mexicana (o «artista visual que escribe» como ella se autodefine)- publica Otro día… (poemas sintéticos): una reescritura que de cuenta de la emergencia ecológica y también social de la actualidad que conserva los títulos de cada haiku.

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«Los nuevos haikus son palabras o frases tomadas de notas periodísticas, resultado de búsquedas en Google sobre cada uno de los animales y lugares que aparecen aquí», cuenta la autora hija de exiliados argentinos y autora de El conjunto vacío (Sigilo, 2017) en el breve prólogo que acompaña la edición de la editorial mexicana Almadía.  Además, en lugar de los dibujos de Tablada ahora podemos observar las fotografías que se mandaron al espacio en en las sondas Voyager en 1977 para que algún día sean descubiertas y descifradas por vidas extraterrestres. Una de esas sondas, según informó la NASA, es el primer objeto humano en atravesar el espacio interestelar.

El haiku, ave fénix oriental, vuelve de la mano de Gerber Bicecci a demostrar una vez más una de las paradojas del mundo creativo: lo que restringe muchas veces puede resultar liberador para la creatividad.

«Desde la mina/ sustancias cancerígenas/ cubren el pueblo», se lee en uno de los haikus compuestos por Verónica Gerber Bicecci. En otro, titulado «Las abejas», se sentencia: «En alquiler/ ante el colapso de/ la agricultura». Organizados en cuatro partes (La mañana, La tarde, El crepúsculo y La noche), estos poemas sintéticos se acercan mucho a la estructura tradicional del haiku de 5-7-5 sílabas en sus versos breves. Pero, tal como afirma el poeta y traductor Alberto Silva en su célebre El libro del Haiku (Bajo la Luna, 2005), este género que puede remontarse al siglo XVI y cuyas raíces se encuentran en el siglo VIII, posee una estructura que «para nada resulta intocable». 



Veronica Gerber Bicecci

Veronica Gerber Bicecci


En esa misma dirección, el referente de la generación beat Jack Kerouac, uno de los grandes cultores del haiku en Estados Unidos, también se queda maravillado con el poder de síntesis, pero prioriza la idea de tres versos breves antes de un patrón rígidos de sílabas.  «El haiku japonés está estrictamente disciplinado a las diecisiete sílabas, pero dado que la estructura del lenguaje es diferente, no creo que los haikus americanos debieran preocuparse de las sílabas porque el discurso americano es algo que se expande hasta estallar«, señala el autor de En el camino sobre el género japonés.

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Gerber Bicecci se apoya en el mismo concepto: un sincretismo contundente pero flexible para capturar mejor una experiencia poética, asunto central de todo haiku, sin caer en los riesgos de la parodia o la imitación carente de sentido que puede tener como riesgo una mala aproximación a este género.  «Una total falta de respeto por las reglas métricas del haiku sería en todo punto desaconsejable. Llevaría a transformarlo muchas veces en un proverbio(…) En cambio, al verter haikus al castellano, un respeto exagerado a la regla métrica del 5-7- puede conducir a otros extremos imprevistos, bordeando a veces el ridículo«, advierte Alberto Silva al respecto.

En este ejercicio artístico, Gerber Bicecci logra rescatar el espíritu mismo del haiku: la experiencia nítida de una sensación que proviene de un momento único

A lo largo de Otro día… poemas sintéticos, la artista visual logra retratar en el detalle mínimo la condición de tragedia con la que se puede definir el presente -más aún si se piensa que este libro fue escrito y concebido antes de la pandemia actual-, en donde la naturaleza abandona ese costado de musa que le había otorgado Tablada en 1919 para convertirse en la prueba más cabal del fracaso humano un siglo después. En el haiku «Los sapos», sentencia: «Activarán/ el botón nuclear/ con sangre fría». 



Verónica Gerber Bicecci

«Otro día… (poemas sintéticos)», de Verónica Gerber Bicecci. Foto: Twitter


El libro en su conjunto está pensado como una reescritura, y así lo advierte una breve nota en la página de legales de edición mexicana traída al país por la distribuidora Big Sur: «Las palabras e imágenes de este libro son una reescritura(…). Pueden tacharse, enmendarse o plagiarse creativamente». Sin embargo, en este ejercicio artístico, Gerber Bicecci logra rescatar el espíritu mismo del haiku: la experiencia nítida de una sensación que proviene de un momento único. Tal como señala Silva, «cuando el poeta es capaz de marcar la singularidad de un sujeto cuya emoción efímera se prolonga en la de otro, el lector».

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De esta manera, el lector no solo se encontrará nuevamente ante la mirada atenta, creativa y mordaz de la artista y escritora mexicana, sino que también comprobará que el haiku sigue vigente a pesar de ser un género cuyo eco se remonta a siglos de historia, proveniente de un mundo contrario al actual. En el ya citado El libro del haiku, Silva va a compararlo con el soneto: «Igual que el haiku, vive en perpetua crisis (la imitación repetitiva lo condena a vivir frecuentemente al borde de la banalidad), pero consigue renacer incesantemente, como auténtica Ave Fénix de la poesía occidental».

El haiku, ave fénix oriental, vuelve de la mano de Gerber Bicecci a demostrar una vez más una de las paradojas del mundo creativo: lo que restringe muchas veces puede resultar liberador para la creatividad. Este libro nos ayuda a pensar en un fin del mundo menos catastrófico y abrupto, sino mucho más desolador y lento, similar al desgarro que producen estos versos finales del poema «Felices los que lloran» de Raúl Zurita: «No hay perdón para esta nueva tierra, me/
dicen y nada de lo que hagamos cambiará la/ suerte que tendremos, pero yo lloro y no/ despierto y mi Dios se aleja como un barco». 

*En el marco de la Feria de Editores 2020, que se realizará de manera online, Verónica Gerber Bicecci y la autora chilena Nona Fernández dialogarán con Federico Gori en la charla «El límite no es un problema», que se podrá ver en el canal de Youtube oficial del evento, organizada por FILBA y Big Sur.  


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