El ébola: la enfermedad de la pobreza y la desconfianza

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El pasado mes de marzo se registró en Conakry, la capital de Guinea, el primer caso de lo que meses después se convertiría en el mayor brote de ébola que ha conocido la historia africana desde 1976, cuando el virus fue descubierto y diagnosticado inicialmente en la República Democrática del Congo. En lo que va del año, la enfermedad se ha extendido hacia Sierra Leona, Libia y Nigeria, cobrando la vida de más de 2000 personas. En agosto, y ante la virulencia de la epidemia, la Organización Mundial de la Salud  (OMS) declaró una emergencia sanitaria internacional y convocó la cooperación del resto de los países para impedir una mayor propagación. 

ÉBOLA

El ébola es misterioso y temido. En la década del setenta, ya había sorprendido al equipo científico que lo vio por primera vez bajo un microscopio por su forma inusual y comparativamente mayor a la de otros microorganismos patógenos. Desde entonces, se produjeron más de veinticinco brotes en el continente africano, con tasas de letalidad que oscilaron entre el 20 y el 90%. Sin embargo, todos los casos fueron contenidos dentro de los límites de los países afectados en cuestión de meses, de manera que no llegaron a expandirse a otras naciones. Pero esta vez es distinto. La modernización de las vías de comunicación genera la posibilidad de una mayor movilidad de población entre fronteras, lo que aumentó el contagio y la dificultad para neutralizar la enfermedad. En un contexto surcado por el miedo, la desconfianza y la estigmatización, muchos ocultan su condición al sufrir los primeros síntomas. El personal médico se ve excedido por un número cada vez mayor de afectados y por la imposibilidad de controlar a todos los individuos con los cuales los enfermos se mantuvieron contacto.

En el resto del mundo, la situación ha creado alarma en los medios periodísticos por la posibilidad de que las costas africanas transmitan un peligro imprevisto más cerca de casa. El pánico crece alrededor de una serie de rumores que rodean a una enfermedad mortífera, pero que sin embargo puede llegar a controlarse con las medidas y recursos apropiados. Y en el medio del caos y la preocupación exclusiva por la seguridad biológica de la nación propia, lo que a veces se olvida son las verdaderas causas que llevaron a la difusión del brote, que no deberían resultar ajenas. El ébola es un virus que se transmite inicialmente a partir del contacto con animales infectados, como murciélagos frugívoros, chimpancés, gorilas, monos, antílopes o puercoespines. Especies que suelen encontrarse en la selva y que son muy comunes en las zonas aledañas a las comunidades en donde se difundió la enfermedad. A simple vista, parecería ser una cuestión de geografía. Sin embargo, son las condiciones socio-culturales las que en realidad generaron consecuencias tan drásticas.

ébola pobreza

Los países afectados se encuentran inmersos en la pobreza extrema y según las Naciones Unidas poseen algunos de los Índices de Desarrollo Humano más bajos a nivel mundial. Los habitantes carecen de alimentos, educación, salud y en suma de todos los recursos básicos necesarios para tener una vida digna. Sierra Leona, particularmente, fue afectada por once años de guerra civil que diezmaron a la población, la infraestructura, la economía y la política. De este modo, no es la potencia del virus lo que llevó a estos países a sufrir resultados inmensurables, sino las desigualdades sanitarias africanas que no suelen encontrarse en las naciones más desarrolladas. El sistema de salud pública es demasiado débil como para hacer frente a las medidas de seguridad que facilitarían la contención de la enfermedad. No hay suficientes centros médicos, personal de salud o materiales indispensables y que en otras regiones del mundo se dan por sentado, como guantes, jeringas y máscaras descartables, trajes protectores o alcohol. El agua escasea y limita la implementación de medidas de higiene básicas, como lavarse las manos. Las unidades de aislamiento son precarias y en la mayoría de los casos  los enfermos deben compartir cama para recibir atención médica. Los afectados escapan de los centros hacia los mercados porque mueren de hambre y sed y no soportan las condiciones de hacinamiento en las que se encuentran.

La comunicación además es limitada y las campañas de sensibilización no alcanzan a cubrir la totalidad de la población para lograr difundir adecuadamente la conciencia de la importancia de los controles y las prevenciones necesarias. Los rituales fúnebres africanos, realizados especialmente por mujeres que buscan velar a los muertos a escondidas ante la negativa e insistencia del cuerpo médico, traen como consecuencia un contagio mayor, debido al contacto directo que se mantiene con los cadáveres infectados. Pero estas prácticas ceremoniales están demasiado arraigadas como para ser desarticuladas por el personal sanitario, en quien los habitantes no confían en lo absoluto. De hecho, muchos creen que fueron los propios equipos de asistencia internacional los que llevaron el virus a la región, e incluso las desinfecciones realizadas con cloros son percibidas como envenenamiento. Otros, consideran la epidemia un castigo divino, resultado de la corrupción o de “actos inmorales”, como la homosexualidad.

HEALTH-EBOLA/

Si bien el ébola tiene una tasa de mortalidad muy grande, y a pesar de que no existen vacunas o curas que hayan sido probadas efectivamente, no es 100% mortal, es posible sobrevivirlo y con los cuidados y la atención médica adecuada, hay mayores probabilidades de recuperación, dependiendo también de la cepa de la que se trate. El virus no se trasmite por el aire, por lo que la propagación no es tan rápida como sucede en enfermedades como la gripe o la tuberculosis. Sólo se contagia por contacto directo con fluidos corporales como saliva, transpiración o sangre. Pero aún no se conoce lo suficiente sobre la enfermedad. Los bajos niveles de inversión de la industria farmacéutica y la falta de atención en lo que hasta este momento se consideraba un problema exclusivo del tercer mundo han obstaculizado el desarrollo de una cura. El único avance significativo fue realizado en Estados Unidos a partir del ZMapp, un medicamento experimental aplicado a dos doctores que contrajeron el virus mientras asistían a los habitantes de una región infectada. Aunque ambos sobrevivieron, es muy pronto para atribuir los resultados a la droga. Muchos otros factores podrían haber influido, entre ellos, los cuidados recibidos en Estado Unidos, su país de origen.

La realidad es que la crisis que están atravesando los países africanos no es meramente biológica, sino que es consecuencia de un complejo entramado de condiciones culturales que dejaron a la región indefensa ante una amenaza letal pero no invencible que podría haber sido doblegada más rápidamente en otras circunstancias. El problema para el resto del mundo es que este sea quizás un caso paradigmático en el que la pobreza desencadena resultados catastróficos que podrían atravesar fronteras, afectándonos a todos un poco más de cerca. Ya no se encuentra sólo del otro lado de una pantalla, sino que se propaga bajo la forma de un virus microscópico, invisible y sigiloso que se multiplica de la misma manera que el hambre. El llamado de atención de la OMS es para prevenir una catástrofe mundial, que ya existe hace tiempo a nivel continental. Es una alerta para tomar conciencia de que los océanos no deberían ahogar el sufrimiento ajeno y para resaltar la necesidad de una política apropiada de cooperación y una acción conjunta de los gobiernos internacionales hacia las naciones afectadas que permita mejorar su situación más allá del ébola.

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