Postdata sobre el lenguaje técnico instrumental

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En las sociedades contemporáneas, donde las nuevas tecnologías de la información crean nuevos modos de comunicación y de interacción, es necesario rever la pregunta por el lenguaje y su relación con el mundo. Partiendo de la idea de que el lenguaje crea universos de significados, los moldea y los hace aparecer ante nuestros sentidos, trayendo el mundo a presencia a través de un lenguaje histórico que expresa cosmovisiones y tramas ideológicas del tiempo que nos atraviesa, podemos decir que los límites de nuestro lenguaje son iguales a los límites de nuestro mundo: incorporando nuevos significados, incorporamos nuevos universos discursivos y otras visiones de la realidad. Pero, ¿qué sucede en una sociedad que sólo puede pensar al lenguaje en su versión instrumental?

La relación entre el lenguaje y el mundo está herida. En una sociedad donde el pasado solo es fuente de descubrimientos peligrosos, residuos irracionales y palabras vaciadas de sentido, todo lleva a la inevitable pérdida de la memoria colectiva. Google, el gran buscador cibernético, el gran Atlas del Universo moderno, funciona como una prótesis de la memoria y el hombre, mediado por la técnica, se vuelve hombre ahistórico. El lenguaje técnico instrumental, contaminado por la matriz ideológica dominante del momento en el que emerge y se desarrolla, lleva a la pérdida de la sensibilidad de las palabras y a la desestimación del lenguaje poético (entendido como lenguaje creador). Un nuevo modo de hablar puramente mecanicista ha venido a enseñar y describir nuestro tipo de relación con el mundo y con las personas: cuando no nos entendemos es porque no tenemos feedback; cuando queremos borrar de la memoria algún acontecimiento que nos causa nostalgia o melancolía, por qué simplemente no ponerle esc a la vida. Este tipo de lenguaje solo puede dar órdenes y servir al operacionalismo. Es un lenguaje que excluye y margina: todos aquellos que no llegaron a tiempo para ser “nativos digitales” quedan fuera de la comprensión de estas nuevas formas de interacción social.

Pero al quedarse en la comprensión instrumental del lenguaje, entendiéndolo como una herramienta para comunicarnos o como mera información, se corre el peligro de olvidar la historia que cargan consigo las palabras; la vista de que es a través del lenguaje que accedemos al revelamiento del mundo y de nosotros mismos. Un lenguaje empobrecido implica un empobrecimiento intelectual, la pérdida de la memoria colectiva de la significación social, y eso atenta contra la democracia. Hay que tomar conciencia de la necesidad de volver a la historia que cada palabra carga consigo para no perder el valor del tiempo y el lugar en el que vivimos, para comprender mejor aquello que somos, y para volver al lugar de una verdad más inicial y originaria que comprenda al pasado en el presente.