La “perfección” de los mundiales

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Muchas horas de Mundial hacen que uno deje de pensar sólo en el fútbol y empiece a reflexionar sobre otras cosas. No porque los partidos sean malos, de hecho están siendo bastante buenos, sino por una tendencia natural a pensar aquellas cosas que nos resultan llamativas.

Hay algo que siempre me llama la atención: los mundiales son la perfección hecha evento. Sin duda, ésta es sólo una apariencia: es la perfección solamente de aquello que vemos (hay que preguntarle a algún chico de alguna favela nomás, para que todo esto se caiga). Sin embargo, el Mundial como espectáculo televisivo emana una perfección impresionante. Los estadios son espectaculares, los campos de juego parecen una alfombra, todo es puntual, todo es armónico. Las Copas del Mundo se nos presentan como un hermoso espectáculo de colores, donde durante un mes pareciera posible la convivencia pacífica entre personas de todas partes del planeta.

Es interesante. Hay otros deportes que tienen, pareciera, una tendencia natural a esta apariencia de perfección cuando se transmiten por la tele. El golf y el tenis, por ejemplo, tienen cuatro torneos importantes al año, donde esta estética de la “perfección” es la misma que la de los mundiales de fútbol (que son cada cuatro años). Es decir, para estos deportes sería más natural mostrarse idílicos, cuando al fútbol pareciera costarle un esfuerzo enorme.

Probablemente, como muchas otras cosas de la vida, en el fondo haya una cuestión de clase. Tanto el tenis como el golf son deportes asociados directamente a las clases altas, por lo que podría ser que esta tendencia sea sólo una continuidad del estilo de vida de las personas que lo practican. El fútbol, un deporte hoy en día mucho más habitual en las clases bajas, tendería entonces un poco más al “caos” y no tanto a la perfección casi barroca.

De todos modos, como suele pasar con este tipo de lecturas, esto parece un poco poco. Es cierto que hoy en día el fútbol europeo está muy “mundializado”: el detalle, la corrección al máximo también son característicos de los torneos que se juegan en el viejo continente.

Y por supuesto no nos podemos olvidar de la televisión. La evolución del aparato parece estar ligada directamente a la perfección de los Mundiales. Más aún: pareciera que esta mejora en la pata de espectáculo de las Copas del Mundo es generada directamente por las mejoras en la tele. Suena lógico. “¿Para qué hacer que todo se vea lindo, si total lo va a ver poca gente y en blanco y negro?”, decían antes (imaginariamente, claro… seguramente ni se lo preguntaban). Sin embargo, ahora el diálogo podría ser: “Esto lo van a ver millones… y por HD. Tiene que ser perfecto.” En definitiva, pareciera que en el fondo es una cuestión de espectáculo. Que se vea bien, porque lo van a ver muchos, y porque tenemos que quedar bien ante el mundo.

Finalmente, una idea más. Habría que pensar un poco más esto, si la reflexión anterior es correcta. Porque, de ser así, estaríamos ante un fenómeno medio loco. La evolución del espectáculo en sí no es ni mala ni buena. Sin duda, está bien que los estadios sean lindos, o que lo mundiales sean momentos de cierta comunión entre las personas de diferentes países. Y en definitiva, también está bien que los que no estamos allí accedamos de la mejor manera posible al evento. Lo que habría que pensar es lo siguiente: la evolución en estas fiestas paganas tan importantes para las personas que son los mundiales serían sólo el correlato de la evolución de un electrodoméstico. Y esto, no sé bien por qué, pero me imagino que ya no está tan bueno.