Hamlet: en el nombre del padre

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El 6 de abril se estrenó en la sala Martín Coronado del Teatro General San Martín una nueva versión de la tragedia escrita por William Shakespeare, Hamlet. El 12 de abril fue el estreno para prensa e invitados y La Primera Piedra estuvo ahí. La puesta protagonizada por Joaquín Furriel y dirigida por Rubén Szuchmacher encuentra el ritmo justo para abrir el juego a un público amplio (más allá de los especialistas en la materia) y para mantener el fuego encendido a lo largo de tres horas de función.


 

Hamlet es la pieza más larga escrita por William Shakespeare y, quizás, una de las que registra mayor densidad dramática: múltiples personajes, acciones complejas, enredos espesos e intrigas de toda clase. El corazón de la trama es sencillo y muy conocido: el rey de Dinamarca (padre de Hamlet) ha sido asesinado por su propio hermano Claudio para quedarse con el trono y poder casarse con la reina Gertrudis. Al inicio de la obra el espectro de ese padre atormentado se le presenta al príncipe Hamlet clamando venganza, y —ante la ausencia de justicia— eso es lo que intentará llevar a cabo el protagonista durante los cinco actos que componen la pieza.

La sobriedad del vestuario y la escenografía a cargo de Jorge Ferrari nos ubican temporalmente en los años ’20 y reducen sustancialmente la brecha que nos separa de las antiguas monarquías; los peinados y atuendos del elenco no son tan diferentes de los que podrían verse hoy al caminar por las calles de cualquier ciudad del mundo. El diseño sonoro a cargo de Bárbara Togander genera un clima de extrañamiento y sitúa al espectador en una zona de permanente incomodidad, con pequeñas distorsiones que envuelven el relato. En esta pieza Shakespeare logra tensar al máximo los distintos niveles de conocimiento alrededor de las acciones de cada personaje, lo cual permite manipular y generar complicidades con el público. Es en esa atmósfera donde se inserta el dispositivo dramático.


Foto: Carlos Furman


Joaquín Furriel encuentra el tono justo para su Hamlet, que crece a medida que avanza la obra y en todo momento se presenta como el principal punto de vista que adoptará el espectador desde su butaca. El papel supone altos niveles de destreza interpretativa porque debe cubrir una gran variedad de matices en cada escena. Hamlet se presenta al inicio como un muchacho sobrio y algo escéptico sobre las visiones fantasmales que su amigo Horacio asegura haber tenido en el terraplén junto a los soldados; en la escena que comparte con Claudio y Gertrudis se muestra verdaderamente irritado por la boda intempestiva; mientras que con Ofelia y Polonio debe fingir locura y mostrar su faceta más desquiciada.

Hace tiempo que Furriel se despegó de la figura del «galán de telenovela prime time», sin necesidad de renegar jamás por el éxito masivo de esas tiras. Su desempeño en la gran pantalla (recuérdese El patrón. Radiografía de un crimen), en series como El jardín de bronce (a meses de estrenar su 2º temporada) y en teatro (mencionemos La vida es sueño y Rey Lear como algunos hitos) le han valido el reconocimiento del público y la crítica. Se trata de un actor de conservatorio, con una sólida formación que le permite proyectar su voz hasta la última butaca del pullman y lograr las metamorfosis que demanda la pieza de manera orgánica, sin subrayados ni empalagos.


Foto: Carlos Furman


El resto del elenco está a la altura de una puesta tan ambiciosa como efectiva: Luis Ziembrowski (Claudio), Eugenia Alonso (Gertrudis), Claudio Da Passano (Polonio), Marcelo Subiotto (Horacio), Belén Blanco (Ofelia) y Germán Rodríguez (Laertes) modelan sus criaturas dentro del sistema creado por Szuchmacher, y este no es un dato menor. En este tipo de puestas suelen encontrarse excelentes labores y enormes asimetrías. Afortunadamente, no es el caso. Aquí se ha logrado un buen equilibrio y gran funcionalidad de las partes con el todo (aunque, ciertamente, hay que destacar a Da Passano que al final de cada función se lleva una gran ovación por su entrañable Polonio).

Esta versión de Hamlet no apunta a un público especializado en la producción del Bardo Inglés, sino a aquellos amantes del teatro que no necesariamente están interiorizados en los detalles de la obra de Shakespeare. Se trata de una puesta que resulta accesible para un público medio, pero que no por ello abandona la complejidad ni resigna calidad. La trama es inteligible y la lectura sencilla, pero las metáforas se mantienen y cada época las resignifica conforme a su contexto político-social. Esta sin dudas no será la excepción, y las múltiples reacciones entre los miembros de la platea son una clara muestra de que, siglos después, el fuego de Shakespeare sigue intacto y por eso su obra es universal.


FUNCIONES: Miércoles a domingos a las 20 hs.
Duración (aproximada): 180 minutos. Incluye dos breves intervalos.
LOCALIDADESPlatea: $280. Pullman: $210. Día popular (miércoles y jueves): $140.

FICHA TÉCNICA
Autor William Shakespeare
Traducción Lautaro Vilo
Versión Rubén Szuchmacher y Lautaro Vilo
Elenco: Joaquín Furriel, Luis Ziembrowski, Belén Blanco, Marcelo Subiotto, Claudio Da Passano, Eugenia Alonso, Agustín Rittano, Germán Rodríguez, Mauricio Minetti, Pablo Palavecino, Agustín Vásquez, Lalo Rotaveria, Marcos Ferrante, Fernando Sayago, Nicolás Balcone, Francisco Benvenuti
Músico: Matías Corno
Coordinación de producción: Gustavo Schraier, Julieta Sirvén
Producción técnica: Isabel Gual
Asistencia de dirección: Julián Castro, Ana María Converti, Mauro Oteiza
Apuntadora CTBA: Catalina Rivero
Asistencia de escenografía y vestuario: Luciana Uzal
Asistencia artística: Pehuén Gutiérrez
Maestro de esgrima: Andrés D´Adamo
Música original, dirección musical y diseño sonoro: Bárbara Togander
Iluminación: Gonzalo Córdova
Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari
 Dirección: Rubén Szuchmacher

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