Ginseng, de Tomás Rosner

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Los textos que integran Ginseng (Modesto Rimba, 2018), de Tomás Rosner, transcurren en un escenario urbano donde todo es posible, incluso encontrar el amor después del amor. Con el foco puesto en escenas cotidianas, el autor utiliza recursos de la poesía oral para sensibilizar al lector: detalles contados con aire narrativo, diálogos intercalados en medio de un poema y el uso medido e inteligente del humor para permitir que la empatía sea uno de las sensaciones que invade al lector. A continuación, 5 poemas. 



Sobre el autor

Tomas RosnerTomás Rosner nació en febrero de 1986 en Buenos Aires. Es abogado, profesor de la Facultad de Derecho (UBA) y trabaja en derechos humanos. Durante más de 10 años participó activamente en política sindicalismo. Integra la compañía de teatro «Melón» dirigida por Diego Arbit donde escribe e interpreta sus textos. Coordina la cuenta de instagram @los_fatales.

(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #4 Diego Arbit: “La poesía dice en menos palabras lo mismo que dirían otros dando más vueltas”)


1 – Alcance

Son inmortales los bares
donde terminan ciertas relaciones
«Todos Contentos»,
«Ramsay» y un ex
«Down
Town
Matías»

«Llegué Callao 956» anticipa
su mensaje ni bien salgo del subte.
Veo un café Martinez
me meto, no hay señales.

Está en el bar de enfrente
se llama «Torito» y adentro hace un calor colombiano.
¿Cómo pude pensar que íbamos a cortar en un café Martínez?
Ella está enferma y yo voy camino a eso.

Pedimos dos tés: negro el suyo, manzanilla el mío.
Nos desabrigamos y lloramos,
yo lloro más que ella
y le digo que me chupa un huevo.

No quedó ningún chiste por hacer.
Es muy duro esto, contesta.
Vamos golpe por golpe.
Yo lo tiene dicho Cortázar:
El amor, como el boxeo, es cuestión de distancia.

A la noche, un amigo me cuenta que Moria
felicita a la gente que acaba de terminar una relación.
Acabar de Terminar.
No le leí «Carta a Mariana» de Jorge Teillier
pensando que era yeta y
ese video que le iba a encantar
va a quedar siempre preso en «favoritos».

Si seguíamos queriéndonos de esa manera,
íbamos a estar fuera del alcance
pero ella paró y nos alcanzó hasta mi abuela.
¿Qué voy a hacer con las entradas que saqué
para el concierto que tanto esperábamos?

Caminamos de la mano:
son pocos pasos hasta Córdoba.
Miércoles cinco de la tarde,
hay un bardo descomunal
pero la escena transcurre como dentro de un televisor en mute.
Por última vez
me saco un pelo suyo adherido al montgomery azul
que usé todo el invierno.

Al día siguiente, entierro su cepillo de dientes en el tacho de la basura.
Vacío una lata con pilas «triple a» medio usadas
para esconder los tres pares de aritos
que se olvidaba siempre
en la mesa de luz
de mi cuarto.


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2 – Gatillo

Hace un mes que terminamos.
Miro fútbol sin volumen,
equivoco las compras,
la lluvia me da frío
y nunca estoy despierto del todo.

Nos vemos para ver cómo estamos.
A cambio de los aritos que devuelvo,
pido mi libro,
pero dice que lo tiene que buscar.
Ojalá no lo encuentre nunca
así tengo algo
que reprocharle toda la vida.

Creí que me recuperaba,
pero perdí la billetera y
su cara
se me apareció
en todas las filas que hice
en todos los aranceles que gatillé.

El policía de la 37
toma mi denuncia.
Viene caliente de algo que le pasó antes.
Mientras arregla el mouse
a los golpes
contra la mesada,
dice que
en este país
todos quieren ir al cielo
pero
nadie
está dispuesto a morir.


3 – Fin de año (fragmento)

Tenemos hambre
solo hay un lugar que puede estar abierto:
estaciones de servicio y año nuevo
un solo corazón.
El Esso Shopp
es un iceberg
los empleados no lo notan, parecen vampíros del frío.
Café con leche y panini.
La alcanzo a Retiro.

Un rato después me manda un audio:
Retiro está hostil
colas para el baño, no se puede cargar el celular, los aires acondicionados no dan
abasto.
Se escucha de fondo que se anuncia la salida de un micro
a Buratovich
o a Tres Arroyos
a Oberá.
¿Quién será la mujer que hace la voz del altoparlante?
¿Cuánto tiempo le habrá llevado grabar el nombre de todas las ciudades?
¿O sale en vivo?
¿Será feliz?
El 1 de enero
de los que estamos dispuestos
a que una piba hermosa nos deje de causar pánico.



4 – Fe (fragmento)

Se nota que el invierno
va desarmando su feria.
En poco tiempo,
las calles con árboles
van a ser el vip de la ciudad.
Serán pocos los que sobrevivan.
Los que tengan fe en las cosas
tienen más chances
de vivir rodeados
de repasadores que no se secan.
La fe
es la confianza
en la eficacia
de gestos rituales.
La fe
es la capacidad
de soportar la duda.
Y, en Flores,
ese corazón esotérico
de la patria escéptica,
me dijeron:
que hay que ver al Cristo
detrás del asesino,
estrechar la mano bien firme
como los hombres de oficios.

Y dejar de decir «buen finde»
ese saludo
—ya está comprobado—
nos está llevando
viernes a viernes
directo
a una muerte en vida.


5 – Puerto Madero

Es un día de lluvia
para renunciar,
para empezar todo de cero.
Me toca arrancarlo en Puerto Madero
esa ciudad paralela,
silenciosa,
prefabricada
ciertamente linda.

Da culpa halagarla
porque tiene
policía especial
porque la habitan políticos corruptos
y narcotraficantes.
«Los narcos no están acá,
viven en Nordelta, me dice la chica de Starbucks
mientras espera que me decida.

Le cuento que, para el Poder Judicial,
están en Itatí,
la ciudad de la virgen,
al norte de Corrientes.
Ahí todos se desesperan por el Nokia mil cien
porque es el único que tiene señal en el río
y podés laburar de avisarle a los capos
que se viene el operativo policial.

Es eso
o vender rosarios a dos pesos.
No hay margen,
para andar sensibilizado
por la lluvia
y emocionarse con una estatua
antes del desayuno.

«¿Vas a renunciar, entonces?»,
la chica de Starbuck tiene mil pecas.
Trato de decirle que sí,
pero escucho venir mi voz
desde la madera del local vacío
que antes que yo
le contesta:
«un venti latte, por favor».



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