Sucias de caucho: los verdaderos goles ahora son de las mujeres

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Los nueve cuentos que integran la antología Sucias de caucho (Milena Caserola, 2018) ayudan a volver a los orígenes del fútbol como deporte, juego y ritual social, por fuera de los estereotipos machistas y la importancia del dinero dentro del espectáculo. Las nueve autoras ayudan a visibilizar lo que muchas veces estuvo fuera del alcance de las mujeres: el goce de la pelota con amigas, el amateurismo y la pasión de poder olvidarse de todo, al menos por una hora. 



Ahora que ya terminó el Mundial de Rusia 2018, el ambiente futbolístico parece un salón de fiestas un domingo a la madrugada: con los estertores de un gran festejo, ahora solo queda prepararse para otro acontecimiento similar. Sin embargo, hay otras variantes para empezar a analizar un deporte tan trascendental dentro de las costumbres argentinas, y la antología Sucias de caucho (Milena Caserola, 2018) resulta vital en este contexto: nueve autoras escribiendo de manera diversa sobre el fútbol protagonizado por mujeres. 

Tal como sostiene Clara Anich en el prólogo, este «no es el primero ni será el último libro de mujeres que escriben sobre fútbol», sino que la mayor distinción es que estos nueve cuentos se centran en el juego y no en el fútbol como deporte masivo o espectáculo. Lo revolucionario de este libro no es que mujeres irrumpan en una temática a priori «masculina»,  sino que el hallazgo es la perspectiva que se toma: es el cuerpo quien ahora entra a la cancha a dejar todo, sin otra pretensión que la de poder disfrutar todas las variables de este juego polifacético.

Lo revolucionario de este libro no es que mujeres irrumpan en una temática a priori «masculina»,  sino que el hallazgo es la perspectiva que se toma: es el cuerpo quien ahora entra a la cancha a dejar todo

Los relatos de Julieta Halac, Flor Canosa, Ingrid Sarchman, Julia Narcy, Jimena Ruth Rodriguez, Leticia Martin, Natalia Gauna, Carolina Carrillo y Mercedes Dellatorre abarcan la relación entre el fútbol y las mujeres de manera diversa, pero con un hilo en común. Los cuentos no buscan demostrarle nada a nadie, ni quedarse en el simple gesto como única provocación, más bien todo lo contrario: siguiendo el ritmo de la sociedad y su deconstrucción, las historias naturalizan el goce de las mujeres en relación al juego, buscando nuevas aristas para encontrar el núcleo del relato.


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Sucias de caucho



De esta manera, las palabras de Natalia Romé en el epílogo del libro dan en el centro de la cuestión a la hora de analizar un libro tan necesario como Sucias de caucho: «Lejos de ahogarse en una perorata sobre la falta de oportunidades, estos relatos dibujan sobre el fondo, monocorde de la obstinación, por apropiación de ese juego siempre ajeno, el signo mismo de lo femenino como oportunidad de una falta».

En esas misma dirección, Romé va a destacar el corrimiento de toda moral de la escritura, lo cual hace que las diferentes historias que se tejen en el libro cobren aún más potencia. Las distintas protagonistas de estas historias recorren de manera íntima los diferentes aspectos que se encuentran detrás de los reflectores: la competitivdad, las broncas personales, el amateurismo sin perder la pasión, los códigos que se sobreentienden, el fútbol como una salvación momentánea o duradera de los problemas personales.  Todo eso, dejan en claro las autoras, puede vivirse con igual -o incluso más- intensidad cuando las que corren detrás de una pelota son mujeres.

Las distintas protagonistas de estas historias recorren de manera personal los diferentes aspectos que se encuentran detrás de los reflectores: la competitivdad, las broncas personales, el amateurismo sin perder la pasión

«Creo entender recién ahora por qué estaba tácitamente prohibido para nosotras. Este deporte es liberador, empoderante. Es fraternizante», escribe Julieta Halac en «Vedadas«, reafirmando lo que veníamos desarrollando. Así entonces, el hallazgo de este libro no es el gesto irruptivo, sino más bien la permanencia en esa irrupción y la idea de naturalizar algo que está sucediendo de todas maneras. Tal como sostiene Víctor Hugo Morales en la contratapa, las protagonistas de estos relatos «son jugadoras de verdad y lo que aman es el riesgo».

En definitiva, al fútbol si aún le queda algo de divertimento, juego y competencia por fuera de los absurdos debates que llenan horas televisivas, es gracias a que las mujeres lograron apropiarse del disfrute de este deporte popular y masivo al mismo tiempo. Eso, después de todo, es uno de esos grito de gol que quedan para toda la historia, como el que inmortálizo el propio Morales cuando Maradona gambeteó a medio equipo inglés.



 

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