Día de la madre: cinco poemas de poetas argentinos sobre la figura materna

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Con la excusa del próximo Día de la madre, se puede pensar qué lugar ocupa la figura materna dentro de la literatura en general y, especialmente, en la poesía. A partir de distintos registros y enfoques, la madre puede ser el lugar de la certeza, la calidez o la completa incertidumbre. A partir de este recorrido que atraviesa distintas generaciones y estilos, aparece una posible respuesta al lugar de la madre a la hora de ficcionalizar (o no) dentro de un poema.



La  luz de la cocina – Gabriela Luzzi

Con las ventanas abiertas la luz
artificial se escapa
pega en los paredones
y como una mano que junta dados
dentro de un cubilete
trae la voz de vecinxs que nunca
veo, hace dos meses
en el departamento de al lado
nació una bebita
que llegó antes de tiempo,
hoy la escuché llorar
desde mi cuarto y me dio risa
porque pensé en
el carácter que tiene.
Este pensamiento me lo enseñó
una mujer que escuchó llorar a
mi hija y me habló de su carácter.
Cuando murió mamá
caminamos del brazo con mi prima
íbamos llorando y
ella dijo, seguro
tu mamá nos está
mirando desde el cielo
y se debe matar de risa de nosotras.

Un alhajero sin terminar (Santos Locos, 2016)
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #14 – Gabriela Luzzi: “Escribir tiene que ver con poder usar tu libertad”)



La siesta – Mariela Gouiric

Benditos los piojos
que te acercan a mí y hacen que me toques.

Aunque sean tus caricias
para sacarme la menor de las pestes
no dejan de ser
caricias.

Para librarme del grito de los pibes:
–¡Ahí va la piojosa!
¡La que no la cuidan! ¡La sucia que nadie quiere!

No deja de ser ese movimiento delicado
-en el que me separás los pelos con la uña
como si abrieras el pasto seco-:
una caricia. Una excusa
para que estés conmigo.
Para que me toques.
Como a solas en el ventanal cálido
de las tres de la tarde.

Quietita. Que nada te distraiga.
Arrodillada en el piso
con la cabeza apoyada entre tus piernas.
Tu respiración caliente sobre mi nuca
como un descanso.

Un método del mundo (Blatt & Ríos, 206)

(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #17 – Mariela Gouiric: “Escribir poesía es como una buena piña: cortita y al hígado”)



Después de largo viaje – Fabián Casas

Me siento en el balcón a mirar la noche.
Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.

El Salmón (Libros de Tierra Firme, 1996)

(Leer nota relacionada: Entrevista a Fabián Casas: “Trato de trabajar en contra del confort”)



Mamá – Claudia Sobico

Mientras la miraba
tantas veces la imaginé
con vaivenes voluptuosos
la cadera,
pisada de sandalia diminuta
sin ese arrastrar resonando en la casa.

Yo intuía,
por ese saber,
que respira la infancia,
y no sabe.
Me pasaba horas buscándole
piecitas para armarme.
No sé, tal vez,
si le hubieran quedado
mis pestañas crayón.

Recién ahora
levanto entera su estampa.
A veces la peino
en mi espejo
mientras canto
y pinto sus uñas
una a una
en mis manos.

Venus en acuario (Qué diría Victor Hugo?, 2016)

(Leer nota relacionada: Reseñas Caprichosas – “Venus en Acuario” de Claudia Sobico: el cuerpo al poder)



Mater – Paula Andrea Galindez

1.
Mi madre corta un gajo de pelón
y deja el resto
en la mesa de la cocina.

El pedazo de pelón se oxida
y lo cubre
un pelaje liviano y marrón.

Tan hermoso e irregular es el pelón.
Ya nadie va a comerlo.

2.
Te veo ayer
mordiendo una mano
que se aprieta contra tu boca
sentada a la mesa
tratando de tragar un pan con manteca

corriendo de tu casa,
las puertas rojas
todavía tiemblan,
tropezando con un juguete
que estaba en el pasto
tirada en la cama
con la ventana abierta,
una mano en tu sexo

te quiero gritar
me quiero acercar, susurrarte
que te escondas ahora
que nunca más vas a escapar del vacío
que a partir de ahora

vas a correr tropezando
vas a hablar mordiendo
vas a descansar tapando

que nunca nadie te va a volver a ver
con los ojos cerrados
con las manos firmes contra la piel.

3.
La ropa de mi madre
ha contraído sus hábitos.

Colgada de una silla,
encima de la cama

frente a una leve brisa
tiembla.

Van llegando (Mansalva, 2017)

(Leer nota relacionada: “Van llegando”: la construcción de un mosaico poético)



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