24 de marzo: a 41 años de la dictadura cívico-militar es necesario seguir luchando

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En el marco del 24 de marzo y a 41 años de una dictadura cívico militar que persiguió, secuestró, desapareció y exterminó a miles de militantes, hay cuestiones que deben permitir más de un análisis. Tanto los ideales que se intentaron destruir mediante el genocidio como las medidas económicas que se buscaron instaurar, siguen vigentes hasta la actualidad planteando la necesidad de continuar con una lucha histórica. (Foto de portada: Daniel García)



El éxito del genocidio

Es difícil encontrar, cuando se habla de la dictadura sucedida durante 1976 hasta 1983, que se hable de un éxito. Más bien se suele mencionar que la osadía militar se termina y quiebra a partir de la derrota en Malvinas que evidenció los vicios de un poder en deterioro, o quizás también se pone énfasis en que el gobierno de facto culmina por el desastre económico en el que se volcó a la Argentina. Si bien esto puede ser cierto, en parte, la intención del plan genocida, que puso en el poder a Videla, Massera y Agosti en un primer momento, logró su cometido.

La organización obrera, sindical, estudiantil, militante, entre muchas otras variantes, se destruyó, pero también se destruyeron con saña los lazos sociales que permitieron esos proyectos colectivos. Eliminar esa oposición, permitió que el país se sumará al cambio internacional en la forma de acumulación capitalista. Es decir, pasar de un capitalismo industrial a un capitalismo financiero: una economía en pocas manos. Para esto es que fue necesaria la represión y el genocidio.


Foto: Daniel Garcia


Este cambio económico produjo la cuasi desaparición de la industria nacional y fue particularmente brutal hacia los sectores populares, obreros y estudiantiles. Este modelo, el neoliberalismo, se profundizó en la década de los ‘90 desembocando en la crisis del 2001. Hoy, se torna peligroso la intención en repetir esta misma historia.

Este cambio económico produjo la cuasi desaparición de la industria nacional y fue particularmente brutal hacia los sectores populares, obreros y estudiantiles. Este modelo, el neoliberalismo, se profundizó en la década de los ‘90 desembocando en la crisis del 2001. Hoy, se torna peligroso la intención en repetir esta misma historia.

Por fuera del ámbito económico, miles de personas nunca testimoniaron los horrores vividos, muchísimas madres nunca denunciaron la desaparición de sus hijos, casi 400 personas siguen sin conocer su identidad por ser apropiados siendo bebés y miles de familias desconocen el paradero de los cuerpos de sus seres queridos. Todos estos son ejemplos bastante claros en evidenciar un delito que se sigue cometiendo, además de dimensionar el éxito en la intención de sembrar terror y fomentar la descomposición de los lazos sociales.



Las victorias populares

Los 41 años que representan este nuevo aniversario del golpe de Estado de las Fuerzas Armadas junto a los principales grupos económicos, la Iglesia y algunos sectores dentro del propio Estado como lo es el poder judicial, también representan décadas enteras de lucha y de organización popular. La respuesta al golpe genocida también fueron logros para la conciencia histórica del pueblo. 

Se conformaron numerosos organismos de Derechos Humanos que comenzaron a trabajar frente al horror de lo sucedido y que después se diversificaron y ampliaron hacia otras necesidades de la sociedad. Emergieron muchas agrupaciones posteriores que se sumaron en la misma línea y en entender que la defensa de los Derechos Humanos era un aporte necesario en la construcción de una sociedad igualitaria. Esa continuidad y persistencia en la lucha desembocó en que se hayan encontrado 121 nietos: 121 personas que recuperaron su identidad y sus historias. El trabajo en conjunto también logró recuperar las últimas experiencias de algunas personas desaparecidas y sus cuerpos, lo que permitió poder darles el final que cada familia decida, gracias a múltiples equipos como el de Antropología Forense, Abuelas de Plaza de Mayo, el Banco Nacional de Datos Genéticos, entre muchos otros espacios.


Foto: Gonzalo Martínez


Se logró señalizar cientos de lugares donde la represión se hizo carne y trabajar en múltiples experiencias de recuperación de sitios que fueron centros clandestinos y hoy son espacios de memoria, donde se permite recuperar las historias de militancia de los asesinados y desaparecidos en la dictadura, y la apropiación de estos espacios para generar diferentes iniciativas sociales, culturales y militantes. Luego de años de impunidad, los juicios a los genocidas son una realidad, con sus retrocesos en el contexto actual y sus lentos avances en juzgar la complicidad civil, pero firmes por el comprometido trabajo de quienes los llevan adelante: testigos, abogados, fiscales. La justicia sobre los delitos de lesa humanidad cometidos se logran por la organización y movilización popular.

Todos estos ejes simbolizan hechos que son victorias del pueblo que sucedieron a pesar de las trabas, retrocesos y negaciones del Estado. Gracias a toda esta historia de lucha, hoy, hablar de memoria, verdad y justicia, y entender su radical importancia, es algo cotidiano, real y efectivo.

Todos estos ejes simbolizan hechos que son victorias del pueblo que sucedieron a pesar de las trabas, retrocesos y negaciones de un Estado genocida. Gracias a toda esta historia de lucha, hoy, hablar de memoria, verdad y justicia, y entender su radical importancia, es algo cotidiano, real y efectivo.



La necesidad de combatir la actualidad

Hay diversas situaciones que se presentan en el contexto actual que es necesario mencionar. Muchos funcionarios del gobierno y diversos grupos económicos que siguen detentando el poder fueron cómplices de la dictadura. La memoria, la verdad y la justicia dejó de ser una política estatal. El negacionismo del gobierno, apañado por los grandes medios, vuelve a discutir debates ya superados por la sociedad argentina tras más de 20 años de impunidad. Estos tan solo son algunos hitos que muestran un panorama complejo.

Muchos funcionarios de gobierno y muchos grupos económicos que siguen detentando el poder fueron cómplices de la dictadura. La memoria, la verdad y la justicia dejó de ser una política estatal. El negacionismo del gobierno, apañado por los grandes medios, vuelve a discutir debates ya superados por la sociedad argentina tras más de 20 años de impunidad.

En todo este contexto, la relevancia de la movilización del 24 de marzo es fundamental. Frente a políticas de exclusión que se vuelven a poner en agenda, es radical la importancia de una contundente movilización popular que permita frenar y plantear una clara oposición a las medidas socioeconómicas del gobierno. Esta fecha, una vez más, convoca a pararse de un lado: junto a los beneficiados por los éxitos de la dictadura cívico-militar o del lado de quienes allí encuentran más razones para seguir combatiendo un sistema desigual.


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Foto: Francisco Rodriguez


El genocidio sucedido en este territorio, y en toda la región, nos sigue interpelando en el presente con sus secuelas, con sus consecuencias y, sobre todo, con la necesidad y urgencia de seguir luchando frente al modelo socioeconómico que logró instalarse a partir de la dictadura cívico-militar de 1976 y, hoy, está siendo profundizado: la miseria planificada.



Foto de portada: Daniel García – ARGRA

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