“Cómo te rompería el orto”: reflexiones sobre el acoso callejero

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En este último tiempo, y en el marco de la “Semana Internacional contra el Acoso Callejero”, volvió a ponerse en el centro de la escena mediática el debate sobre la violencia que sufren las mujeres, llegando a preguntarse qué es o qué no es acoso callejero. También aparecieron las figuras del escrache virtual, donde las mujeres que sufrieron estas situaciones decidían subirlo a distintas redes sociales. El debate se extiende cada vez más y llega a rincones que aún se encontraban vírgenes de estos planteos. Pero, ¿de qué forma lo hace? Una mala estrategia a la hora de interpelar al otro y llamar a la reflexión puede lograr todo lo contrario: obstinación y rencor.  

El debate sobre el acoso callejero no es nuevo, sino que ya lleva años –intensificado sobre todo en los últimos- intentando penetrar en el inconsciente colectivo. Sin ir más lejos se destaca el surgimiento de Acción Respeto cuya primera manifestación pública se da en la Semana Internacional contra el Acoso Callejero del año pasado, más precisamente en abril del 2014. Con el lema “Si te incomoda leerlo, imaginate escucharlo” denunciaron y dejaron en evidencia distintas frases que son vox populi y que casi todas las mujeres recibieron. El Mundial de Fútbol opacó su esperanzadora presencia (como con casi cualquier otra cosa). Brasil 2014 también trajo el “fenómeno Lavezzi”, que en vez de ser pensado como una muestra de lo mismo, con sus obvios matices, se lo presentaba como una suerte de “revancha” de las mujeres. Ahí aparece el primer error.

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Error no por lo que encerró en su momento el fenómeno Lavezzi, ya que en sí no eran más que comentarios hacia fotos del jugador y no a la presencia real de la persona en la calle, sino porque se empezaba a plantear el tema en tonos de revanchismos y en el famoso duelo “hombres vs mujeres”, descartando así una buena oportunidad para pensarlo desde una perspectiva igualitaria. Falazmente entonces se podía pensar que “si ellas le pueden decir eso a Lavezzi, yo también puedo decir los piropos que quiera”. Error de nuevo.

La liviandad con la que llega a ser tratada la problemática del acoso callejero inmersa en esa guerra hombres vs mujeres puede dejar lugar a legitimaciones absurdas como esas o a generalizaciones igualmente estúpidas. Se pueden pensar dos ejemplos, haciendo foco sobre la víctima o el victimario:

1)Teniendo en cuenta a la víctima: “A todas las mujeres les gusta recibir piropos” Es el hit de todas las discusiones, siempre alguien la saca a colación. El ejemplo más pornográfico y burdo es el del actual jefe de Gobierno Mauricio Macri, que llegó a decir: “A todas las mujeres les gustan que les digan un piropo. Aquellas que dicen que no, que se ofenden, no les creo nada. No puede haber nada más lindo, por más que esté acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo que tenés, está todo bien”. Esta generalización, como cualquier otra, lo único que hace es quitarle profundidad al debate y plantear un esencialismo falso a la hora de pensar al ser humano. No a todas les gusta, quizás ni a la mayoría, y si a algunas les gusta también habría que preguntarse por qué. No hay que olvidar que todavía estamos en una sociedad machista donde la figura femenina pasa por el primer filtro de la apariencia y la estética. Resultado posible de esta generalización: una mujer debería aceptar (y hasta agradecer) sumisamente el piropo o grosería.

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2)Teniendo en cuenta al victimario: “Todos los hombres decimos piropos”. Se nutre del mismo esencialismo falso que la anterior. Además, tiene una subcategoría también alarmante: “todos los obreros son acosadores”. Esto se puede ver con el comentario que hizo Aixa Rizzo, una joven que denunció el acoso que sufría cotidianamente por parte de unos trabajadores de una obra cerca de su casa: “Desde que empezó la obra, lamentablemente como tiene la costumbre quien trabaja en la calle, me gritan groserías”. Ni todos los hombres decimos piropos o groserías por la calle, ni el submundo que integrarían los trabajadores en la vía pública lo dicen en su totalidad como un rasgo natural que los acompañara. Esto de ninguna manera quita valor a la denuncia que realiza Rizzo, pero si nos ayuda a pensar qué se da por entendido cuando se habla. Resultado posible de esta generalización: un hombre, ante la presencia de una mujer que le resulte atractiva, debería decirle algo por la calle para demostrar su hombría.

En definitiva. si desterramos esos dos mitos, que se retroalimentan entre sí, podríamos pensar el tema con más seriedad, así como también pensar que el feminismo no es un movimiento integrado únicamente por mujeres, sino que personas de diversa sexualidad apuntan a la igualdad.

Por otra parte, aunque en este mismo camino, hay que pensar también qué es lo que marca la diferencia entre un piropo y qué es acoso en la vía pública (suponiendo siempre que en la intimidad hay otras vías de conducta). Como alguien que no dice ni uno ni otro, me resulta difícil pensarlo. Pero sí plantear una serie de interrogantes: ¿si lo dice un obrero es acoso? ¿Si lo dice un conductor de televisión no lo es? ¿Depende de la belleza de quien emita el piropo o grosería? ¿Depende del sexo de quién lo diga? Obviamente se nota a leguas lo que distingue un “Qué linda sos” a un “Cómo te rompería el orto”, pero en el caso de que la primera frase, que podemos aceptar como un piropo, sea dicha por un obrero o alguien de traje en la calle, por alguien “feo” o por alguien “lindo”, ¿es tomada igual? ¿En afán de lograr una igualdad de género estamos desviando el camino permitiendo otras discriminaciones?

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En la coyuntura actual donde el femicidio alcanza números alarmantes (La Asociación Civil La Casa del Encuentro presentó el informe de femicidios en Argentina ocurridos durante 2014: 277 mujeres fueron asesinadas, dejando como resultado una víctima cada aproximadamente 30 horas), este debate es altamente enriquecedor. Pero sus malas utilizaciones o sus ligerezas a la hora del lenguaje pueden despertar efectos contrarios a los que se apuntan, donde un ejemplo común es su caracterización de “feminazis” a lo relacionado con el movimiento feminista. Esto no se trata, nuevamente, de hombres vs mujeres, sino de la búsqueda de la igualdad.

Quizás sea el fin de los piropos en la calle, o no. Ojala sí sea el fin del acoso callejero. Pero eso no depende sólo de la buena voluntad de los hombres, sino de un profundo cambio cultural, donde programas de público masivo como, por ejemplo, Showmatch y sus múltiples satélites colaboren con un nuevo enfoque a la hora de pensar lo femenino; y donde todos cuando hablemos pensemos un minuto y no repitamos lugares comunes que en vez de dar luz, opacan.

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Más información:
Acción Respeto: Facebook
Asociación Civil Casa del Encuentro: Web

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