El caso de Dahyana Gorosito: seguir acusando a la víctima

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Dahyana Gorosito fue condenada a 3 años de prisión por homicidio culposo. Fue acusada de no haber «impedido» que su ex pareja, Luis Oroná, matara a su bebé. En un contexto de violencia que venía sufriendo desde hacía años, la joven fue obligada a parir a su hija en un descampado, internada en un hospital con guardia policial y luego encarcelada. Una vez más, la Justicia dejó de lado la perspectiva de género y la revictimizó, al igual que el resto de las instituciones patriarcales que continúan desprotegiendo a las mujeres. (Foto: Colectivo Manifiesto)


Dahyana Gorosito, de 22 años, vive en Unquillo, localidad situada en la provincia de Córdoba. Cuando en la mañana del 19 de mayo de 2016 entró en trabajo de parto, caminó sola hasta el dispensario donde se había hecho los controles durante el embarazo. Según Página 12/, la joven fue interceptada en el camino por su pareja, Luis Oroná, quien, luego de haberse negado a llevarla a un hospital, la obligó a parir en un descampado ubicado detrás del centro de salud, amenazándola con una tijera. Después, Oroná se llevó a Selene, la beba recién nacida, abandonando a Dahyana, que aún tenía hemorragias. Regresó a su casa como pudo, con una infección debido a las condiciones inhumanas de parto.

Dahyana fue interceptada por su pareja, Luis Oroná, quien, luego de haberse negado a llevarla a un hospital, la obligó a parir en un descampado ubicado detrás del centro de salud, amenazándola con una tijera.

Una vez allí, Dahyana descubrió que Selene no estaba. Cuando Oroná volvió del trabajo, tanto él como su familia la forzaron a repetir una mentira: que en realidad había estado internada en el Hospital José Miguel de Urrutia, de Unquillo, y que ahí le habían robado a la beba. Familiares y conocidos incluso reclamaron durante varios días la aparición de Selene en la puerta de la institución. Tal como relata Cosecha Roja, el director, Pablo Amodei, desmintió la versión y aseguró que Dahyana nunca había sido atendida allí. Mientras tanto, la joven fue terminó siendo internada en el Hospital Rawson debido a la infección sufrida, con custodia policial.


Foto: Campaña Absolución para Dahyana


El cuerpo de Selene fue encontrado en la casa de los Oroná, luego de dos semanas y cuatro allanamientos. Según la autopsia, había muerto de hipotermia. Cuando la salud de Dahyana mejoró, la Justicia determinó su traslado al Establecimiento Penitenciario 3 de la cárcel de Bouwer. Se consideró que había “riesgo de fuga”: la joven se había “escapado del hospital” para ver a su hijo Luis en el día de su cumpleaños, y para buscar a Selene, ya que las autoridades no le habían dado ninguna respuesta. María de las Mercedes Balestrini, titular de la Fiscalía de Instrucción de Violencia Familiar de Primer Turno, imputó tanto a Dahyana como a Oroná de “homicido calificado por el vínculo”: él como autor material del delito y ella por “omisión”. Esto significa que se la acusa de no haber impedido que su ex pareja asesinara a su hija, omitiendo por completo el contexto de violencia que sufría y las condiciones en las que se encontraba luego del parto. 

Dahyana fue imputada de “homicido calificado por el vínculo” por omisión. Esto significa que se la acusó de no haber impedido que su ex pareja asesinara a su hija, omitiendo por completo el contexto de violencia que sufría y las condiciones en las que se encontraba luego del parto.

Por esos cargos, pasó un año en prisión preventiva, hasta que, gracias a la campaña organizada por más de cien organizaciones, instituciones y referentes sociales y feministas, fue liberada el pasado mes de mayo. La Cámara de Acusación determinó que existieron indicios de violencia de género que el juzgado de control y la fiscalía habían pasado por alto. Una de sus integrantes, la Dra. Farías, afirmó incluso que Dahyana “no tuvo posibilidades de actuar y correspondería el sobreseimiento”. “La fiscalía no tuvo en cuenta el contexto en el que parió y la violencia que vivía desde antes. La figura de homicidio por omisión ni siquiera existe”, dijo a Página 12/ Melina Canesini, una de las abogadas que la defiende, integrante del Espacio Jurídico Deodoro Roca y del Cuerpo de Abogadas Feministas de Córdoba.

(Leer nota relacionada: Cuando las calles son nuestras: las luchas feministas del 2017)


Foto: Colectivo Manifiesto


Luego de tres semanas de audiencias del juicio que comenzó el pasado 27 de noviembre, Dahyana fue condenada a 3 años de prisión por homicidio culposo. Restan aún tres instancias de apelación. Tal como expresa La Tinta, la joven no sólo fue víctima de la violencia de Luis Oroná y de numerosas agresiones de parte de su padrastro – que en su momento la habían obligado a dejar la casa familiar – sino también de un sistema patriarcal que la atacó desde el primer momento. Mientras se difundía la versión de la beba desaparecida, nunca tuvo la posibilidad de declarar ante ningún instancia administrativa, libre de las presiones de Oroná y de su familia. Nadie le dio respuestas: se enteró del hallazgo del cuerpo de su hija por la televisión de una compañera del cuarto de hospital.

Dahyana nunca tuvo la posibilidad de declarar ante ningún instancia administrativa, libre de las presiones de Oroná y de su familia. Nadie le dio respuestas: se enteró del hallazgo del cuerpo de su hija por la televisión de una compañera del cuarto de hospital.

Dahyana atravesó situaciones de violencia de género durante años. Pasó por un instituto, un refugio y cambió varias veces de hogar, pero el círculo de agresiones de Oscar, su padrastro, parecía ser inquebrantable. Un día, Bárbara Oroná, compañera de Dahyana en el colegio secundario Raúl de Llano en Villa Allende, la invitó a vivir con ella cuando se enteró de todo lo que sucedía. Tal como la joven relata en la entrevista publicada en La Tinta, allí fue cuando conoció al primo de Bárbara, Luis Oroná, y a su familia, y cuando comenzó a sufrir otra serie de violencias, no sólo física, sino también psicológica y económica. Cuando aún barajaba la posibilidad de irse de la casa, quedó embarazada de su primer hijo. «Yo ya no podía volver a mi casa, y si llegaba a caer embarazada, peor. Siempre pensaba en el padre de mis hermanos, porque él le iba a hacer problemas a mi mamá», cuenta Dahyana.

El caso de Dahyana parece reiterarse toda vez que una mujer pobre es atacada por el sistema patriarcal y disciplinada por las instituciones, que no hacen otra cosa que agudizar el ciclo de violencias sufrido. Su imputación y encarcelamiento responden a patrones machistas, basados en la falta de respuesta del Estado, que no sólo no implementa políticas para prevenir la situación, sino que contribuye a la revictimización. Pero ante la desidida surge como contracara la respuesta feminista: la organización de miles de mujeres que lucharon por la libertad de Dahyana y que ahora reclaman su absolución.


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