Entrevista a Leandro Calderone: «Hay algo inseparable entre obra y artista»

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Reconocido y premiado en el mundo del guión televisivo, Leandro Calderone hace su debut literario con El falso Camote (Planeta, 2017), una novela de amor, rapidez y profundidad al mismo tiempo. «La escritura, la narrativa, necesita de unos tiempos muy exhaustivos», afirma. Con respecto al panorama actual de la ficción nacional, Calderone destaca que  «lo que está obsoleto es la programación, que un programa esté un día a tal hora». 



Sobre el autor

Leandro Calderone nació en Venado Tuerto, Santa Fe. Es guionista, actor y escritor. Inició su carrera con la serie Gasoleros, y desde entonces se ha desempeñado como guionista en numerosos programas emblemáticos de la televisión argentina, como 22, el Loco, 099 CentralSoy gitano, FloricientaAlma pirata, la multipremiada Casi ángeles, un suceso internacional; Herederos de una venganza y Signos, entre otros. En el año 2015, recibió el premio Martín Fierro al mejor autor por la serie Guapas. Es docente de guión y fue titular de la cátedra de Guión en TEA Imagen.


El amor contemporáneo en los tiempos de cólera

El debut literario de Leandro Calderone, reconocido guionista de éxitos televisivos como Casi Ángeles, Guapas, Aliados y ganador del Martín Fierro en el 2015, pone en escena su talento a la hora de construir personajes profundos y carismáticos al mismo tiempo. En esa dirección, El falso Camote (Planeta, 2017) muestra una historia de amor en clave moderna, aunque en un constante diálogo con los clásicos de la literatura como El amor en los tiempos de Cólera, novela de García Márquez que uno de los protagonistas de la historia adapta para hacer una película.

Con un estilo ágil, Calderone invita a introducirse en un romance caótico, confuso y fugaz como el de Martín y Julián, dándole a cada uno la voz cantante a la hora de narrar los hechos, mostrar sus sentimientos y convencer al lector sobre lo que está pasando. «Para mí las historias no son solo la trama, sino también los personajes», afirma Calderone a La Primera Piedra.

Con un estilo ágil, Calderone invita a introducirse en un romance caótico, confuso y fugaz como el de Martín y Julián, dándole a cada uno la voz cantante a la hora de narrar los hechos

Estructurada en tres capítulos, donde los protagonistas se mueven de un extremo al otro dentro de una misma historia, la agilidad de estos tiempos no solo es un recurso dentro de El falso Camote, sino también el motor para entender la complejidad que puede haber detrás de cada decisión. «Mi elección fue construir los personajes desde las voces», señala el autor al respecto.


«Inicié un proceso de aprendizaje que no se termina en un libro»

—¿Que dificultad te produjo el pasaje de escribir guiones a escribir una novela? ¿O esto en algún momento fue un guión?
— No, surgió como una idea para novela. En realidad la gente de Planeta me venía diciendo que porqué no escribía una, yo venía haciendo cosas con ellos pero no se me ocurría nada. En un momento, les presenté una idea pero tampoco avancé con eso. Hasta que se me ocurrió esta, que ya nació con formato y género. Nació comedia romántica y novela, ya desde la idea. En cuanto a las dificultades, la principal es encontrar tiempo dentro del guión, haciendo tiras. La escritura, la narrativa, necesita de unos tiempos muy exhaustivos que cuando estoy haciendo televisión me cuesta encontrarlos.

El guión me aportó herramientas que sirven como generar una intriga, una trama o sostener el interés, pero me tuve que poner a trabajar y aprender mucho sobre se construye desde la narrativa

—¿Cómo resolviste eso? ¿Tu experiencia como guionista te aportó herramientas que te facilitaron la escritura?
—Tuve que organizarme mucho, en el medio del proceso me tomé un año casi sabático, con bastante tiempo libre. Creo que el guión me aportó herramientas que sirven como generar una intriga, una trama o sostener el interés, pero me tuve que poner a trabajar y aprender mucho sobre se construye desde la narrativa, porque yo sé construir en imágenes. Creo que inicié un proceso de aprendizaje que no se termina en un libro, que no se termina nunca. Por suerte me rodee de gente, di a leer mucho el material, tuve a las editoras de Planeta, hice una clínica por fuera, trabajé mucho el material.

— En ese sentido,  ¿notaste que había muchas diferencias a la hora de encarar un libro como novela?
— Sí, son actividades completamente diferentes. Si bien tienen puntos de contacto, porque lo que uno trabaja como guionista o como escritor es captar la atención del lector o el espectador, esa persona llega de modos diferentes. No es lo mismo si estaba en el zapping, si viene convocado por un actor o actriz o por la curiosidad, y te presta una atención flotante. Ahí hay una serie de estrategias para capturar su atención. El lector es de otra naturaleza, siempre está buscando algo que lo atrape. Entonces, lo que tuve que aprender -pero no hay un lugar al que acceder a ese conocimiento, sino la propia experiencia-, es a mí como lector qué es lo que me atrapa, qué hace que quieras seguir leyendo.

— ¿Qué sería eso que atrapa a un lector?
— Eso para mí está emparentado con cómo trabajo los guiones: para mí las historias no son solo de la trama, sino también los personajes. Yo me ocupo de construir personajes queribles, entrañables, al menos esa es mi intensión. Después, en el caso del guión, está la combinación de personaje y actor, una alquimia que ya escapa mucho de mis manos. Pero yo trabajo en construir personajes que tengan identificación, volumen, que sean creíbles y que a uno le importe el personaje y su devenir. En ese sentido, hice lo mismo para la novela. Y mi elección fue construir los personajes desde las voces. No es un narrador omnisciente, sino que los protagonistas relatan lo que les pasa en primera persona. Hay una diferenciación de lo que piensan y sienten desde cómo articulan su lenguaje.



— En esa dirección, en El falso Camote, uno se siente identificado al principio con en el mundo de Julián, y en el segundo capítulo, pasa a estar del otro lado de la historia, de entender la otra experiencia. ¿Buscabas eso?
— Sí, esa fue la intención. Yo nunca me imaginé esta historia en tercera persona, aunque lo intenté, hablando con las editoras, porque la primera persona cierra posibilidades. Uno en primera persona puede contar lo que el personaje sabe, piensa, ve, pero la tercera hace que uno pueda contar todo lo que quiera. Yo decidí acotarlo a la primera persona porque sentía que tenía una historia de personajes, la trama no es una gran trama de despliegue. Es una trama acotada que cobra dimensión por los personajes y la subjetividad con la que cada uno cuenta su historia. Eso es lo que a mí, en mi carrera, más me interesa: los personajes. He hecho cosas que tienen más que ver con la trama como guionista, pero no creo que sea mi fuerte.

Es una trama acotada que cobra dimensión por los personajes y la subjetividad con la que cada uno cuenta su historia. Eso es lo que a mí, en mi carrera, más me interesa: los personajes.

— ¿Cómo te preparaste mentalmente al saber que, si bien el mundo literario es bastante amplio y Planeta es una editorial  grande, el poder de impacto es mucho menor que con una serie o película a la que le vaya bien?
— 
Las expectativas son distintas. Yo no tengo la expectativa del boom, primero porque no hay ya tantos, la literatura está un poco deprimida. Si bien Buenos Aires es una ciudad llena de librerías, a diferencia de lo que pasa en otras capitales del mundo, no son los números de antes. Una ficción que vende 15 o 20 mil ejemplares es un best seller, y eso antes era de 100 mil para arriba. Las expectativas que tengo son realistas, son las de empezar a construirme como escritor. Después, en cuanto a la recepción, por ahora viene siendo muy gratificante. Porque tanto los lectores como los periodistas lo reciben con mucho entusiasmo, muchos me dicen «lo agarré y no lo pude soltar» o «lo leí en dos días». En ese sentido siento que el primer paso en este mundo de la escritura está siendo dado.

— Al publicar un libro, la figura del autor es mucho más visible que la del guionista, que a veces el televidente no sabe quien es. ¿Eso te generó otra responsabilidad?
— 
Pensaba que no, porque estoy habituado a cierto estrés de la exposición con la televisión. Es verdad que los guionistas a veces están en segundo plano, pero en mi caso creo que estoy en un lugar como híbrido, porque aunque el gran público desconoce a los autores, a mí mucho público me conoce, tampoco somos ignotos. Lo que siento es que, mientras que el guión es un eslabón en un proceso de producción -inicial e importante, pero un eslabón-, el libro o la novela es uno de los pocos elementos artísticos que es una obra en sí misma. El guión no lo es, necesita todo lo demás. Pero la novela es una obra en sí misma y acabada. Y ahora que empecé con la prensa y la exposición, me di cuenta que hay algo inseparable entre obra y artista, que cuando salgo a hablar del libro salgo a hablar de mí.

 Yo creo que todo lo que escribo está tamizado por mi mirada y que soy una gran aspiradora de experiencias, propias y ajenas. Todos mis amigos se ven reflejados en lo que yo escribo

— Esa confusión que a veces se genera en la literatura entre ficción y autobiografía, ¿la notaste?
— Eso pasa un montón, sobre todo ahora con lo que llaman la literatura del yo. Yo antes de ser escritor y guionista fui actor, todavía actúo a veces. Uno de mis maestros decía «Las grandes actuaciones generan que al verlas parezca que es fácil actuar eso, y que eso les pasó». Yo creo que todo lo que escribo está tamizado por mi mirada y que soy una gran aspiradora de experiencias, propias y ajenas. Todos mis amigos se ven reflejados en lo que yo escribo, acá o en los guiones para novelas, y también me ven reflejado. Pero la novela no es autobiográfica, yo no soy ninguno de los dos protagonistas de la historia. Sí te puedo decir que estoy atomizado en todos los personajes. Hay muchas cosas que tienen Julián y Martín que son mías, que tiene Rodrigo, todos.

— Un poco eso que decía Julián en el libro: «nada se te ocurre sino te ocurre»…
— 
Claro. O la famosa frase «Pinta tu aldea y pintarás el mundo». Uno habla de lo que conoce. En mi caso no estoy interesado en hablar de mi vida. Sí de usar todo lo que tengo a mano y que ha pasado por mí, para volverlo material. Es la manera en la que quiero trabajar, y lo que creo que los escritores, actores y todos los que trabajan en el arte pueden dar de sí como experiencia.  Desde ahí quiero construir una ficción, creo que el trabajo es elevar cualquier hecho a la categoría de mito. Porque si te quedás en la superficie, en la propia vivencia, es pobre, porque ninguna vida es tan interesante. O sí lo son las que merecen una biografía, pero no todas.



—¿Y tu experiencia como actor que lugar tuvo en la escritura de El falso Camote?
— El personaje que trabajé como si tuviera que actuarlo es el de Martín. Si yo hubiera tenido que actuar un personaje enfermero, tucumano, muy cerrado, hubiera hecho un trabajo de investigación del acento, de la forma de hablar. Lo mismo hice para escribirlo. Estuve encerrado viendo videos de un humorista tucumano, de la televisión tucumana y le consultaba a un amigo tucumano. Cuando actuás, un ejercicio es responder cuestionarios como el personaje. Yo lo trabajé así, queriendo contar la experiencia desde el personaje, y después le hice unos toque para que lo que quería contar quedara contado, porque los personajes no podían ser autoconcientes.

— Este libro repite una fórmula que se está usando mucho que son los capítulos breves. ¿Pensás que toda la cultura digital lleva a esa escritura más fragmentada?
Sin duda. En mi caso no lo hago como estrategia sino que es el tipo de escritura que me gusta como lector. Yo hago  un esfuerzo en el grupo de lectura de clásicos por leer esos textos, pero si hago click en un link de twitter de una noticia, y veo un gran párrafo que repite lo mismo que el título, a mi me enferma. Y sé que eso le está pasando a todo el mundo. Hay tanta información que uno no quiere perder el tiempo. Yo no lo veo mal, incluso lo veo como una cosa lacaniana de «saquemos lo no importante de acá». Creo que lo que pasa en las redes no es una estrategia, sino una respuesta a una necesidad.

Hay tanta información que uno no quiere perder el tiempo. Yo no lo veo mal, incluso lo veo como una cosa lacaniana de «saquemos lo no importante de acá». Creo que lo que pasa en las redes no es una estrategia, sino una respuesta a una necesidad.

— ¿Cómo analizás el momento actual de la ficción nacional en la televisón, donde cada vez hay menos producciones?
Yo creo que pasó lo siguiente: Argentina tuvo una expansión internacional hasta 2008 o 2009. En esa expansión muchos de los contenidos argentinos se vendían afuera y había mucho ingreso de divisas, era el cuarto país del mundo en exportación de formatos audiovisuales después de Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda, que tenía Gran Hermano. Después de la crisis mundial que empezó en 2008 en Estados Unidos y se trasladó a Europa, el mundo dejó de demandar contenidos. Entonces venderlos dejó de ser fácil. Y acá lo que pasó fue que, además, empezó a crecer el auge del consumo de contenidos por Internet. Entonces, ante la alternativa de salir a buscar el mercado o achicarse, se achicó la inversión. Se apuntó más al mercado local que se estaba achicando, y ahora además el dinero de la publicidad ya no va todo a la televisión porque puede ir a un youtuber, a otro formato. Entonces para mí el que va a sobrevivir es el que pegue un salto cualitativo y que pueda volver a capturar ese mercado.

— ¿Pensás que en ves de apostar a la televisión, las productoras van a empezar a abandonar la lógica televisiva y pensar en Netflix o productos más orientados a la web?
— 
Netflix, aunque se ve por Internet, la mayoría de la gente lo ve en un televisor. Lo importante es la forma de consumir el contenido. Lo que está obsoleto es la programación, que un programa esté un día a tal hora. Comenzó a estar obsoleto cuando se inventó la videograbadora y ahora uno no quiere que te digan cuándo ni cómo ver algo. Vos elegís si querés ver un capítulo por semana o todos juntos. Ya dijo Eliseo Verón que la televisión tuvo una prerrogativa inusual en el mercado del consumo que es que el productor te diga cuándo consumir. Ahora eso ya no es así. Lo que tiene Netflix de distinto no es que es Internet, sino que vos elegís cómo y cuándo verlo.

— Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que está inciándose en el mundo literario?
Es muy difícil dar consejos, no se si tengo esa experiencia y ese saber, pero para cualquier actividad artística aconsejo la lectura. La lectura obsesiva y agendada. Poner dos, tres, una hora por día, las que puedas, de lectura, ávida y curiosa. Yo soy un lector ecléctico: cada día leo una cantidad de páginas de un libro en inglés, siempre estoy leyendo un clásico con el grupo de lectura y siempre estoy leyendo algo de las novedades.Me parece que para cualquier disciplina artística y para la creatividad, la lectura es fundamental. En otras cuestiones literarias todavía no me atrevo a aconsejar, sino que por ahora soy el que recibe los consejos.


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