Argentina y Cataluña: la naturalización de la represión

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En un clima de extrema tensión y violencia por parte de las fuerzas de seguridad, el gobierno regional de Cataluña intentó celebrar el referéndum independentista en relación a España. Los videos del injustificado accionar de la policía y su repercusión a lo largo del mundo invitan a pensar de qué forma la violencia por parte del Estado puede naturalizarse y justificarse. En ese sentido, Argentina sirve de claro ejemplo.



A través de una orden directa de la administración central de Mariano Rajoy, presidente de España, la policía antimotines irrumpió a la fuerza en los centros de votación en Cataluña para impedir la votación del referéndum independentista de la región. Mediante golpes, disparos y agresiones verbales a los ciudadanos que llegaban a los colegios de Barcelona y otras ciudades para sufragar, la violencia estatal quedó nuevamente al desnudo.

Este referéndum de independencia de Cataluña de 2017 (también conocido en el mundo por el numerónimo 1-O) es un referéndum de autodeterminación no autorizado por el Gobierno de España, celebrado por la comunidad autónoma española de Cataluña y convocado por la Generalidad de Cataluña. La ley española que avalaría la legalidad de dicho proceso fue aprobada por el Parlamento de Cataluña, pero suspendida un día después por el Tribunal Constitucional de España, quien ordenó a las fuerzas de seguridad que impidieran la votación.

A través de una orden directa de la administración central de Mariano Rajoy, presidente de España, la policía antimotines irrumpió a la fuerza en los centros de votación en Cataluña para impedir la votación del referéndum independentista de la región.

El gobierno regional informó durante el transcurso del domingo que cerca de 1000 personas resultaron heridas por el brutal accionar de las fuerzas de seguridad, algunas de ellas de «seriedad». En tanto, en una muestra de cinismo, el Ministerio del Interior español indicó que 11 policías resultaron heridos. Como es costumbre en los últimos años, con la irrupción de las redes sociales, cientos de usuarios de las redes sociales difundieron las brutales imágenes que todo el mundo parece estar naturalizando de a poco bajo la excusa de «la ley».

En las imágenes difundidas durante toda el día de ayer y que tendrán su eco ineludible esta semana, se puede ver a la policía española y a la guardia civil -ya que los policías locales de Cataluña se limitaron a apersonarse en las escuelas para evitar incidentes y no reaccionó ante la represión de las fuerzas nacionales- agrediendo a personas que pacíficamente aguardaban votar. Entre las víctimas se pueden ver mujeres y ancianos por igual, sin ningún tipo de prurito. Sin embargo, en muchos lugares de Argentina esos videos no fueron vistos con estupor, sino con algo parecido a la satisfacción y al deseo.

Bajo la excusa de «la ley está hecha para respetarla», se trata de representar a la brutalidad policiaca como una forma de mantener el orden, algo que en el país se viene pidiendo hace años ante cualquier protesta social. La fórmula es vieja y repetida: se estigmatiza a los denunciantes, se criminaliza la protesta, se vacía de contenido político y social el reclamo y, de esa manera, se avala la represión.

Las similitudes entre las imágenes que se pudieron ver en Cataluña y las que suceden en Argentina son varias y alarmantes: policías reprimiendo a personas que no representaban ningún peligro para la sociedad ni para la fuerza armada en sí misma. En ese sentido, las represiones que tuvieron lugar en el último año bajo la presidencia de Mauricio Macri y la gestión de Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad van en la misma dirección. Basta con recordar lo sucedido en PepsiCo, la marcha del Día Nacional de la Mujer o la concentración en Plaza de Mayo por el cumplimiento del primer mes de la desaparición de Santiago Maldonado.

Las similitudes entre las imágenes que se pudieron ver en Cataluña y las que suceden en Argentina son varias y alarmantes: policías reprimiendo a personas que no representaban ningún peligro para la sociedad ni para la fuerza armada en sí misma.

La naturalización de la violencia estatal y la brutalidad policial ante cualquier corrimiento del status quo, tal como sucedió en Cataluña o Argentina, es otro de los triunfos del neoliberalismo que tiene a su servicio a los Estados, los grandes grupos económicos y los medios concentrados. Avalar las imágenes que se difundieron de la Policía de la Ciudad el pasado 1 de septiembre o lo que tuvo lugar el día de ayer en Europa, no hace más que desnudar los siniestros intereses que triunfan sobre cualquier derecho humano.

De esta manera, vale preguntarse si la represión no cayó definitivamente en las leyes de la espectacularización, generando que millones de espectadores en todo el mundo puedan ver estas imágenes y no sientan nada. O peor aún, sientan empatía hacia quienes reprimen y violencia contra las víctimas. Argentina, una vez más, sigue teniendo a Europa y a Estados Unidos como referentes y, en materia de represión, parece ser que lamentablemente no va a ser la excepción.



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