Reseñas Caprichosas – «Heridas que no cierran» de Gerardo Burton: la poesía como denuncia

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El libro Heridas que no cierran (Espacio Hudson, 2017), de Gerardo Burton, editado con el apoyo y participación de la colectiva feminista La Revuelta, de Neuquén, enfrenta al lector con una problemática urgente como es la violencia de género en Argentina. Con un estilo directo y un lenguaje desacartonado, recrea distintos casos de femicidios cometidos alrededor del país, explorando el potencial de denuncia que condensa la poesía como una herramienta política. 


Sobre el autor

burtonGerardo Burton nació en Buenos Aires en 1951, pero reside en Neuquén desde 1968. Es poeta, periodista y editor de plaquetas artesanales de poesía bajo el sello la cebolla de vidrio. Publicó varios libros de poesía, compilados en Obra junta (2007) por la municipalidad de la ciudad de Neuquén, y una recopilación de sus textos periodísticos editados en La piedra y la raíz (Espacio Hudson, 2013). Tradujo obras del inglés y el francés, entre ellas Aullido de Allen Ginsberg.


La poesía como denuncia

¿Qué posibilidades ofrece la poesía a la hora de cuestionar el orden establecido? En Heridas que no cierran (Espacio Hudson, 2017), Gerardo Burton busca una respuesta al explorar el potencial denunciatorio de versos que giran alrededor de una problemática urgente: la violencia de género en nuestro país.

Los quince poemas que componen el libro reflejan historias de femicidios cometidos en distintos puntos de Argentina, haciendo foco en los victimarios, a diferencia de la tendencia mediática y social que suele poner la lupa en las mujeres. Cruzando el género periodístico, el autor incluye  fotos de los femicidas y una síntesis de los casos a los que hace referencia. Así, recorre algunos de los tantos crímenes de género perpetrados en el último tiempo, como el de Lucía Pérez, en Mar del Plata, o los de Yanet Zapata y Ayelén Arroyo en Mendoza. 

(Leer nota relacionada: Los femicidios en Mendoza: un patriarcado que no para de matar)


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Con versos certeros y filosos, pero sin caer en ningún momento en la espectacularidad que muchas veces caracteriza al ámbito mediático, Burton logra recrear escenas enfrentando al lector con la crueldad de una sociedad machista. A través del estilo directo, encuentra las palabras justas para describir un horror difícil de nombrar, dejando una sensación que parece perdurar en el aire: quedó el olor de la pólvora/ en el pasillo mudo/y era ella, ella/ que moría. Una huella que se graba en la memoria al desnudar la violencia con un lenguaje desacartonado, distinto del que se encuentra en las noticias periodísticas.

A su vez, el autor recrea las voces de los femicidas intercalando con habilidad letras de tangos y canciones populares, que cosifican a la mujer, siendo ejemplos de una cultura que, a lo largo del tiempo, la ha subordinado y reducido a la propiedad del varón. Así, puede leerse por ejemplo: te vas/ porque yo quiero/ adonde yo te diga/ te vas porque/yo/soy tu dueño/ y de los otrosUn universo polifónico que enriquece el poema, pero también demuestra ingeniosamente cómo la violencia de género tiene sus raíces en una serie de valores que se extienden en toda la sociedad a partir del discurso: es cornudo qué pretenden/ justificó la/ abogada, además/ ella conoce la noche/ todos saben/ el hombre/ no es culpable en estos casos.  

En un contexto de emergencia, Heridas que no cierran puede leerse como un mapa poético que hila la violencia de género y desnaturaliza la idea aún vigente de que los femicidios son hechos aislados. De esta forma, los versos condensan un sentido político que despliega las posibilidades artísticas de denuncia para visibilizar la responsabilidad de un Estado que continúa ignorando las bases mismas de la sociedad patriarcal.


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