Carmen, una ridícula tragedia: entre lo sagrado y lo profano

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Carmen, una ridícula tragedia es la versión teatral en formato clown de la célebre ópera homónima de Georges Bizet. La búsqueda es buena y la intención es clara; sin embargo, esta transposición no encuentra su cauce ni una resolución concreta o eficaz. Navega algunas rutas interesantes, pero no logra salir de aquellas vaguedades y oscilaciones en las que finalmente queda atrapado el elenco, incluso a pesar del talento individual de algunos de sus integrantes. La obra se presenta los viernes a las 20.15 en el Teatro No Avestruz (Humboldt 1857).



Un grupo de clowns se enfrenta al desafío de llevar adelante la representación de la famosísima ópera compuesta por Georges Bizet, Carmen. Pero, ¿cómo? La pregunta por la forma aparece de inmediato y resulta sumamente atractiva. Una tragedia universal en manos de una troupe de clowns cuyo único propósito en la vida parece ser el de causar gracia a quien los mire, aún contra sus propias voluntades. El qué no importa demasiado en este punto, porque de alguna manera el público ya sabe de qué se trata Carmen (y si no conoce los pormenores de este relato trágico y fogoso, al menos puede tocar de oído algunas de sus notas más difundidas).

Un grupo de clowns se enfrenta al desafío de llevar adelante la representación de la famosísima ópera compuesta por Georges Bizet, Carmen. Pero, ¿cómo?

El punto de partida resulta interesante porque pone en escena algunos buenos recursos: el canto inicial, la guitarreada con la que se recibe a los espectadores desde un rincón de la sala, el intento de hablar por parte de una de las actrices que de manera insólita se ha quedado muda (y eso le costará su papel) o un viejo tocadiscos en donde suena la versión francesa de esta obra legendaria para el género operístico.  Sin embargo, después de unos minutos de gracia y carcajadas, estos pocos recursos se agotan, se diluyen, y el resto del argumento se torna un tanto predecible.

La calidad interpretativa de los actores es bastante dispar: algunos miembros de este elenco demuestran gran solvencia y potencial con sus gestos o movimientos corporales aún en escasas apariciones, mientras que otros no consiguen apropiarse de la escena por completo, e incluso de sus parlamentos.

El tratamiento de eso que algunos diletantes dan en llamar «lo alto» o «sagrado» (la ópera en tanto alta cultura, como parte de una cultura de elite) bajo las formas desgarradas de «lo bajo» o «profano» (el clown, la risa ante el gesto o la caída, la cultura del pueblo), constituye un gran foco de interés

La idea no es mala, pero podrían haberse explotado mucho mejor otros recursos como la gracia o el carisma de algunos actores, más allá de lo meramente gestual o el humor físico, que sin dudas es un elemento válido, aunque a veces también resulta peligroso y para nada imbatible. El trabajo con la mímica sobre la versión en francés y las sombras chinescas detrás de una sábana son dos estrategias bien sencillas pero muy logradas, empleadas de manera pertinente.

El intento por unir dos mundos en apariencia tan dispares como el clown y la ópera constituye un excelente punto inicial. Pero, por supuesto, como en toda pieza artística buena parte de la cuestión se juega en las formas, y los caminos para resolver una intención pueden ser múltiples, diversos. Así, el momento de elección de esas herramientas resulta decisivo en la construcción de la arquitectura dramatúrgica. En Carmen no encontramos malas decisiones (después de todo, sería injusto reprochar esa clase de elecciones desde un lugar tan subjetivo), pero sí cierta vaguedad en su concreción.

El tratamiento de eso que algunos diletantes dan en llamar «lo alto» o «sagrado» (la ópera en tanto alta cultura, como parte de una cultura de elite) bajo las formas desgarradas de «lo bajo» o «profano» (el clown, la risa ante el gesto o la caída, la cultura del pueblo), constituye un gran foco de interés porque se atreve a indagar en las concepciones de la cultura y sus múltiples máscaras. Tamaño debate amerita un abordaje integral que invite a ampliar esta reflexión y no se quede tan sólo con la carcajada hueca. La intención está presente.



FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Actúan: Ivan Acciarressi, Brenda Lem, Rosario Mejía, Gabriel Mercado, Roberto Ordóñez, Federico Paiva, Inda Petrzela, Julia Eva Saggini, Pablo Sleiman, Jimena Vilacoba
Diseño de vestuario: Indiana arzamendia, Rocío Telecemian
Diseño de escenografía: Indiana arzamendia, Rocío Telecemian
Diseño de luces: Verónica Lanza
Realización de vestuario: Susana Luque
Operación de luces: Estefanía Piotrkowski
Diseño gráfico: Brenda Lem
Entrenamiento corporal: Diego Starosta
Asesoramiento coreográfico: Nadia Gómez
Asistencia de escenario: Machi Barthaburu
Asistencia de dirección: Carlina Simón Gerritsen
Producción: Cielo Compañía De Clowns
Colaboración Especial: Mariana Senra
Dirección: Luis Levy

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