Entrevista a Mariela Ajras: «El muralismo es una experiencia comunitaria muy fuerte»

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Mariela Ajras (1984) es una artista plástica y muralista argentina. Desde muy chica estudió pintura y dibujo con Ignacio Sosa, perteneció a la primera camada del taller de muralismo de Lean Frizzera y Emy Mariani, y fue una de las fundadoras del colectivo de artistas llamado Un pueblo, un mural . En 2013 viajó a Colombia como parte de Festival de Arte Urbano de la Ciudad de Bogotá. Y en 2014 recorrió México en el marco del festival Meeting Of Styles. 

Después de un año y medio de viaje por diferentes países de Europa y Latinoamérica en los que fue dejando su huella, Mariela regresó a Buenos Aires y el próximo sábado 2 de julio presenta Interferencias, un tratamiento del tiempo, su nuevo mural que será la nueva fachada de El Quetzal, Casa Cultural. 


─¿Cuándo empezaste a hacer muralismo?

Hice un curso de muralismo en el 2011, creo. Ya había estudiado pintura y dibujo con un maestro, Ignacio Sosa, y de chica siempre estuve metida en talleres. Hice muchos años de cerámica, mi tía es artista plástica y tenía un taller cuando yo era chica, y me la pasaba ahí. Siempre estuve en bastante contacto con la pintura. Veía los murales en la calle y flasheaba, yo quería hacer eso. Probaba, me pintaba la terraza de mi casa en la que vivía en ese momento con una amiga, y jugando y probando salió. Después empecé el taller de mural de Lean Frizzera y Emy Mariani, y fuimos la primera camada. Ahí me hice un grupo de amigos con los que después seguimos pintando juntos, armamos un colectivo de artistas y estuvimos viajando un poco por el interior.

─¿Cómo se llama ese colectivo de artistas y qué hacían por el interior?

Se llama Un pueblo, un mural. Imagináte que te armaste una banda con tus amigos, y que a veces tocás, a veces no, pero igual siguen siendo todos amigos. Ahora dejamos de organizar cosas en grupo, porque cada uno tiene sus laburos y sus cosas, pero somos amigos y seguimos hablando todo el tiempo. En el interior pintamos en Salta, en Santa Fé, en Provincia de Buenos Aires, y llegamos también a Colombia. Después cada uno armó su historia individual, y empezamos a viajar un poco más sólos.

─Como grupo, ¿elegían una temática para sus murales?

Entre nosotros no decíamos “vamos a pintar esto”, sino que cada uno pintaba lo que quería. En general, tenemos un estilo similar. Nos gusta lo figurativo, entonces todos pintábamos alguna persona, alguna escena, alguna cara, y nos acompañábamos mucho, nos ayudábamos mucho. No hacíamos necesariamente murales colectivos. Cada uno pintaba un mural. Sí, hemos hechos trabajos como grupo de trabajo, murales conmemorativos en algún pueblo, pero cuando ya no había temática, cada uno pintaba lo que quería. Marcos, por ejemplo, pintaba siempre monos en diferentes escenas, Marian pintaba cosas muy lisérgicas y personajes psicodélicos, Milu que tiene como sus personajes sus niños. Cada uno en su flash, pero en un estilo de pintura no muy diferente.

Hay una mutación muy fuerte del lugar de la mujer del pasado a hoy, y siendo una mujer, me encuentro atravesada por esa problemática. Pintar es el ejercicio de hacerse una pregunta y esbozar algún tipo de respuesta, y de ahí emerge una nueva pregunta. Como si al pintar me diera un poco de información sobre lo que en ese momento me genera inquietud.

─¿Y vos?

Yo pinto, en general, escenas del pasado y mujeres. Al principio era más un ejercicio de práctica. Siempre me sentí atraída a ese tipo de imágenes. Pero a medida que fui haciendo murales y obras, empecé a ver que había una cosa recurrente, tendía siempre a elegir esas imágenes. Entendí que era una pregunta que yo tenía, y que la tenía en un montón de esferas, no solamente en la pintura, que tenía que ver con lo femenino, con qué es ser mujer hoy en día, una mujer potente pero que no copie al hombre, que encuentre un lugar de poder e iniciativa, libertad y autonomía, pero desde la singularidad de lo femenino. Hay una mutación muy fuerte del lugar de la mujer del pasado a hoy, y siendo una mujer, me encuentro atravesada por esa problemática. Pintar es el ejercicio de hacerse una pregunta y esbozar algún tipo de respuesta, y de ahí emerge una nueva pregunta. Como si al pintar me diera un poco de información sobre lo que en ese momento me genera inquietud.

─¿Crees que es posible separar el arte de la política?

Primero trataría de esclarecer lo que es para mí la política. Entonces, lo primero que te diría es que, para mí, la política no es partidaria necesariamente. No creo que el arte tenga que ver con lo partidario, pero sí 100% tiene que ver con lo político, porque es el trabajo de lo público.

─Un mural, a diferencia de una pintura y un dibujo, es bastante grande. ¿Cómo es el proceso en el que visualizás todo?

Hay diferentes técnicas para pintar murales. Una es usar una cuadrícula para poder pintar en gran tamaño, una herramienta para trasladas el dibujo chico a una escala más grande. Yo uso cuadrícula. También se puede usar proyector.

─¿Cuál fue el primer gran mural que terminaste y dijiste “este es un mural” que separaste de esa vieja etapa de experimentación?

Me han pasado secuencias en diferentes lugares. A veces miro la imagen y la imagen me devuelve la mirada. En México, una vez, estaba pintando un mural en base a una fotografía que sacó mi papá de mi abuela. Cuando llegó el momento de pintar la cara, empecé a pintarla con todos los lineamientos técnicos, una mancha de luz, una de oscuridad, bla bla bla, y fui construyéndola. Y de repente, la miré y era mi abuela, sentí que la imagen me miró, y eso es lo que más me copa. Cuando la imagen adquiere una entidad propia. Me sorprende, y a la vez me da un poco de miedo.

─¿Ese viaje a México fue por FUTURA?

Sí, es una galería. Yo estaba en festival que se llama Meeting of Styles, tenía que ir a 3 ciudades, y entre una semana y otra, viajé a Michoacán y pinté con la gente de Futura. Cuando pinté en Ciudad Juárez, después, fue para mí la primera vez que pinté un mural grande, con una grúa para mí sola, 25 metros la pared. Tenía que saber si lo podía hacer o no, y no hay otra forma de saberlo que intentarlo. Nunca había pintado en ese tamaño. Empecé a armarlo, lo dibujé, aprendí un montón, y un día terminé de pintar una de las caras de la imagen. Es una imagen de una señora con una niña, y la señora le esta peinando el cabello, como la abuela y la nieta, y terminé de pintar la cara de la señora y me bajé de la grúa, crucé la calle y la miré. Me auto di una palmadita. Pude. Había algo que estaba apareciendo.

El muralismo es mucho más viejo que la galería. Primero se pintaron las paredes. Después se entró en un sistema, se armó una industria, se creó un mercado. Pero la primera marca fue en una cueva.

─¿Pintaste murales en Buenos Aires?

Yo estuve viajando un año y medio, y ahora volví a Buenos Aires, y los murales que había pintado acá fueron tapados. Había pintado un mural en Forest y Lacrosse, ahí a la vuelta de Chacarita, que era la fachada de un edificio, y se derrumbó. Pinté en Villa Crespo, también, y me lo taparon al toque. En la estación del tren de Villa Pueyrredón, ese sigue sobreviviendo. Pinté muchos en el interior porque con el colectivo viajamos, y creo que esos sobreviven.

─¿Es posible vivir de pintar murales?

Bueno, estoy viviendo de eso. También doy clases de mural y de pintura, y desde que estoy en Buenos Aires, vivo de eso. Así que supongo que sí, y eso está bueno.

─¿Cuál te parece que es la principal diferencia entre un arte como el muralismo, que está en espacios abiertos y públicos, y un arte más de galería?

El muralismo es mucho más viejo que al galería. Primero se pintaron las paredes. Después se entró en un sistema, se armó una industria, se creó un mercado. Pero la primera marca fue en una cueva. A mí me parece que esta bueno el ejercicio de tomar el espacio público y usarlo. Me acuerdo que en un momento estábamos muy en esa, llevar la galería a la calle, el museo al cielo abierto, aproximar la experiencia de ver una obra de arte a cualquiera, y no solo a un circuito. También la producción de obras públicas es muy diferente a la lógica del arte conceptual, o del arte de galería, el circuito del arte de Bienales. Son búsquedas muy diferentes, todas súper interesantes, pero se producen obras muy distintas.

Trabajo con la temática del tiempo y la memoria, y ahora estoy en un momento en el que pienso mucho en las interferencias del recuerdo, en los baches de la memoria y en cómo todos los recuerdos son ficciones, y no necesariamente aquello que realmente sucedió. El otro día me puse a escribir un poco para ésto, y apareció que recordar es como mentirnos piadosamente, porque en realidad lo que recordamos no es exactamente lo que sucedió, entonces hay un espacio en donde esa vivencia desaparece. ¿Hacia dónde va? Ahí entra la dimensión del tiempo como una percepción muy subjetiva. Las interferencias tienen que ver con ese momento en el que la imagen se rompe, se desdibuja, hay algo ahí que desapareció del recuerdo.

─¿Por qué es importante defender el arte urbano?

Creo que el movimiento de arte urbano sigue una lógica que abrió las fronteras de dónde se ve el arte. Respeto y admiro mucho a los muralistas y grafiteros que pueden encontrar un cuerpo de obra que puede estar en cualquier soporte, desde el dibujo, el cuadro hasta el mural. El soporte se convierte en casi una excusa de dónde poner lo que buscás decir. Pero el muralismo es una experiencia comunitaria muy fuerte, es charlar con la gente, es intercambiar, poner ahí una imagen, una pregunta, algo que hace que la gente se detenga, se pregunte sobre eso que está ahí, y ese es su gran potencial. Es una excelente herramienta de trabajo comunitario.

─¿Cómo surgió la propuesta de pintar en El Quetzal?

Conocí a Marian Viceconte en una muestra y me dijo que tenía ganas de pintar el frente del Quetzal, y me propuso pintarlo. Y este sábado queremos contarle a la gente que lo terminamos de pintar, mostrarlo. Es un mural que se viene estirando, porque en el medio me enfermé, así que realmente hubo una interferencia. El mural quedó parado como un mes. Van a tocar bandas copadas, va a ser un fiestón total, y contar que hay un mural nuevo en la fachada, ¿no?

─¿Por qué se llama Interferencias?

Es una temática que tiene que ver con los últimos murales que estoy pintando y la obra que vengo armando. Trabajo con la temática del tiempo y la memoria, y ahora estoy en un momento en el que pienso mucho en las interferencias del recuerdo, en los baches de la memoria y en cómo todos los recuerdos son ficciones, y no necesariamente aquello que realmente sucedió. El otro día me puse a escribir un poco para ésto, y apareció que recordar es como mentirnos piadosamente, porque en realidad lo que recordamos no es exactamente lo que sucedió, entonces hay un espacio en donde esa vivencia desaparece. ¿Hacia dónde va? Ahí entra la dimensión del tiempo como una percepción muy subjetiva. Las interferencias tienen que ver con ese momento en el que la imagen se rompe, se desdibuja, hay algo ahí que desapareció del recuerdo.

─¿Cuál es tu mayor sueño a alcanzar como muralista?

Idealmente, desde la idea, porque es algo que creo que se puede alcanzar, aspiro a seguir viajando. Vengo de un año y medio de viajar mucho, y ahora estoy asentándome un poco en Buenos Aires, pintando un poco más acá. La vida de muralista es muy nómade. Para poder hacer, tener más trabajo, pintar cosas más grandes y mejorar como muralista, necesitás viajar, ir a los lugares donde están sucediendo las cosas. Eso ya lo entendí haciendo y viajando. Me puedo quedar un rato en un lugar, pero en seguida necesito moverme y viajar, conocer gente y lugares. Idealmente, entonces, quiero eso. Ir y venir.

Foto de portada: Gautier Houba Photography

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