Una rebelde multitud en la Marcha de la Gorra

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A pesar de una intensa lluvia y de un sorpresivo paro del transporte urbano, este jueves se llevó a cabo en Córdoba la octava edición de la Marcha de la Gorra, convocada por el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos, y acompañada por numerosas organizaciones sociales, partidos políticos, familiares de víctimas de gatillo fácil y público en general, alcanzando esta vez una convocatoria de 20.000 personas que exigieron la derogación inmediata del Código de Faltas, así como también la ejecución de medidas urgentes para frenar el recrudecimiento de la violencia policial que se viene dando este último año.

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Una verdadera multitud se dio cita en Colón y Cañada para acompañar una nueva Marcha de la Gorra, esta vez bajo la consigna “Más vale gorras embrollando, que la policía matando”. El principal motivo de la convocatoria fue, un año más, pedir la inmediata derogación del marco legal que rige la vida de los cordobeses: el Código de Faltas, una ley provincial sumamente cuestionada que cuenta con artículos que permiten a la policía realizar detenciones contravencionales bajo la también cuestionada figura del “merodeo”. La ambigüedad de la norma permite que los agentes realicen las detenciones basándose en la “portación de rostro”, siendo las principales víctimas los jóvenes de los barrios más populares, de entre 18 y 25 años, y con ciertas características físicas, sociales y culturales.

Esto da como resultado obvio que la mayoría de las detenciones en la provincia son por este tipo de contravenciones, en contraste con el bajísimo porcentaje de las que son realizadas por delitos. Se estiman que se producen al menos 70.000 detenciones anuales bajo el Código de Faltas. Además, a partir de los sucesos de diciembre del año pasado luego del caos provocado por el acuartelamiento de la Policía de la Provincia, se produjo un recrudecimiento de este tipo de accionar, a lo que le sucedió el aumento de denuncias por casos de maltratos, torturas, abuso de autoridad, gatillo fácil y todo tipo de violaciones a los Derechos Humanos.

Un párrafo aparte merecen las amenazas del jefe de la institución, Julio César Suárez, al periodista Dante Leguizamón, que justamente se encontraba cubriendo un caso de represión policial de una protesta de familiares de una víctima de gatillo fácil, un joven asesinado por un policía que ya contaba con una denuncia por el mismo delito. La respuesta del gobernador José Manuel de la Sota fue ratificarlo en su cargo, lo cual marca de manera contundente y explícita el tipo de política de seguridad que se pretende fortalecer.

Los casos de gatillo fácil fueron alarmantes en 2014, tanto por su cantidad (siete jóvenes asesinados en siete meses) como por las modalidades implementadas en los mismos: todos caracterizados por la impunidad, la violencia selectiva hacia un sector social, la frialdad (la mayoría de las víctimas fueron ejecutadas por la espalda), y la pasividad del gobierno provincial.

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Postales

Los controles selectivos son postales típicas en la geografía cordobesa. Basta visitar el centro y sus alrededores para descubrir una exagerada presencia policial que se encarga de “colar” a quienes no son aptos para circular libremente por la ciudad. La fractura social que esta política conlleva cala hondo: se cuentan por miles los relatos de jóvenes que, en circunstancias de las más diversas, tuvieron algún tipo de inconveniente que –terminando en detenciones o no- implica un grado de violencia y humillación que nadie necesita. No son pocos los pibes de barrios de la periferia que se resignaron a ni siquiera intentar nuevamente dirigirse a la zona céntrica, cansados ya de los permanentes roces.

Dolorosas y crueles son las historias que a veces toca escuchar: desde personas que tuvieron que afrontar problemas laborales o incluso despidos, demoras y cacheos humillantes frente a otros, hasta golpizas, torturas y todo tipo de tormentos que muchas veces no tienen límite, como lo grafica el conocido caso en el que un grupo de uniformados apaleó duramente a un discapacitado.

Por eso es que la marcha se realiza en pleno centro, culminando en la plaza San Martín, con todo el simbolismo que representa caminar libremente, cantando, saltando y bailando, subvirtiendo momentáneamente el espacio que diariamente le es vedado a muchos de los que concurren a la manifestación.

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La realidad es dura, pero desde la organización del evento siempre se habla de la alegría de la resistencia. Ésta siempre figura entre las consignas que se gritan fuerte durante toda la tarde, se refleja en el clima que allí se respira, en las increíbles intervenciones callejeras que adornan la marcha, los ingeniosos disfraces, los afiches, las gorras y un plus indescriptible, una sensación que flota en el ambiente, un aire de cambio y de esperanza de un pueblo joven que no se achica, y que parece no estar dispuesto a agachar la cabeza sino más bien a todo lo contrario.

 

Fotos: Facundo Moya y Natalia Etchepare

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