Interior que es afuera y adentro

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El interior de la provincia de Buenos Aires, y de la Argentina, tiene esa característica particular que cautiva. Las estaciones de tren, las plantaciones, el olvido. Las personas que hablan y esperan. Los mates, los árboles, la siesta. Letras mayúsculas blancas sobre un cartel negro para afirmar en qué lugar se está. Los perros, la soledad, la quietud. Ciudad del interior: una plaza, rodeada de la municipalidad local, la iglesia o catedral según la autoridad, el banco, la escuela Nº1. Las desesperadas ganas de no desesperar.

Esos lugares olvidados y borrados del mapa del turismo, promueven la verdadera esencia de la historia del país. Pueblos que crecieron alrededor del ferrocarril que se incorporó con el único fin de hacer más ágil el traslado de los materiales a la ciudad para poder exportarlos. Pero cuando esto dejó de ser fundamental y la privatización de los mismos terminó derrumbando a la industria ferroviaria argentina, estos lugares pasaron al abandono. Estos pueblos dejaron de crecer, algunos desaparecieron, otros perduran en el tiempo y siguen viviendo el día a día con una identidad que los define -en algún punto como a todos los define su lugar de nacimiento.

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Los viajes en tren en el interior de la provincia de Buenos Aires dan cuenta de que la arquitectura de los lugares deja increíbles huellas sobre la historia económica y política por la que atravesaron. También se puede notar en un auto, micro o colectivo, pero los trenes tienen ese condimento especial que recuerdan el lugar de dónde se viene, cómo se originó dicho transporte en la Argentina, quiénes lo diseñaron y sus porqués.

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Se pueden seguir generando enumeraciones, dar cuenta de una realidad o manifestar la alegría que genera visitar cada uno de estos espacios que se atreven a resistir al tiempo. El interior no es tal, sino que está afuera del área metropolitana de Buenos Aires y adentro de la Argentina. De tal manera, revitalizar todos los rincones que albergan al país es un trabajo increíble por emprender.

Pasividad, espera, anhelos. Las ansiadas expectativas por resurgir, el trabajo del día a día para ser parte de la cadena que mueve la dinámica de un territorio, la comunidad conocida por todos sus integrantes en la que se desarrolla la actividad de un lugar. Fortalecer el ferrocarril argentino implica dar un empujoncito a todas estas historias que hay por detrás, historias de personas que conocen otra forma de vida, historias de personas que no conocen más que lo que han oído, historias que forman parte de los rincones que constituyen a su país. Después de todo, el atardecer -y el renacer- siempre es mejor fuera de la ciudad.

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Fotos: Francisco Rodriguez

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