Entre y salga (del mundo)

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Entre y salga. Llegue a la cima de sus inventos y destrúyalos todos, llegue al final de todos sus cuentos y vuelva a comenzar. Reitere para reírse. Conserve para olvidar. Teja masticando los hilos, abroche queriendo despegar. Vuele y vuelva, vuelva siempre, ajústese la conciencia y enloquezca sus ojos, ya no vea lo que quiere, devore el «más allá». No se crea quieto, nadie quiere domesticarlo ni mucho menos adiestrarlo. Siéntase parte combinada de luz y tierra. Camine, recorra, abunde, despliegue sus orejas para decir, arrugue sus narices para sentir. No se prohíba, ni se inquiete. Vístase de azul cielo, tómese de a sorbos los lamentos y escupa fuego hasta bailar. Báileselo todo, bien bailado, enuncie todas las palabras que quiera, enrédese de pretextos, inúndese de excusas hasta ya no querer más. Habite su cuerpo, contamine su alma, vuele por volar lento para observar el panorama.

Súbase a un puente que separe el desierto del mar, tómese toda el agua y escúpala en suelos infértiles, inúndelos de líquido hasta sacarles las grietas. Crezca. Abrace las compañías, no las ilusiones. Ame su ser inmenso como un submarino que se sumerge y se asoma en un interminable océano de más submarinos. Todos necesitamos oscurecer para aclararnos. Aclarar las ideas, vivir sin fronteras, acampar en el campamento de los vientos que se llevan consigo los tiempos y los momentos, dejando en esta isla un árbol más. Ajústese los cinturones para luego quitárselos de a poco, cuando el vértigo se vuelva placer, cuando caer implique subir, cuando lo inmenso sea minúsculo y todo calme y calle y explote. Siéntase dichoso de sentir. Nada lo priva ni prohíbe. Nada. Tóquese las mandíbulas, mastique los nuevos sabores, no deje de deleitarse de novedosos olores. Reinvéntese y reviente. Nada es inventado, todo transformado.

Tiña de verde sus sangres, conserve su gris, combine blanco y negro. Esos son los estados que necesita para empaparse de colores. Aduéñese de sus luchas y conquistas. Desate todo ese miedo hasta desterrarlo de sus venas. Deguste sus cicatrices, ellas quieren que las dejen tranquilas. Aprópiese de todo lo propio, no se diluya ni restrinja. Cambie como cambian los días, lluévase hasta solearse. Sea arco iris, relámpago, permítase ser terremoto y desestabilizarse un poco. Asuma los riesgos, súbase al paracaídas, llegue a los extremos, borre los límites, están puestos para que usted se contenga. Vuelva a las líneas, curvas. Sáltelas en zig zag hasta humedecerse los pies de cansancio. Duerma, duerma mucho pero despierte y espere. No corra hasta querer correr pero viva hasta querer vivir. Percusione su cuerpo, resuénelo hasta sentirlo. Él quiere saber de su música, ser su única canción posible. Él quiere estarlo a usted como usted a él. Beba para saber lo que es estar sediento y libérese para entender de libertinajes. Váyase por las ramas, un amigo me dijo una vez que lo importante es seguir en el mismo árbol. Eche sus raíces al movimiento, no se sujete a nada. Trasládese, piense con toda la mente, pero no deje de lavar su cabello. Solo humectándolo, las ideas se vuelven acciones y las guerras entienden de paz. Peléese hasta que no tenga motivo de discusión, ahí entenderá del tiempo, de las agujas del reloj, de cómo son ellas las mismas que se clavan en nuestra vida para reglamentarla.

Renuncie a las horas, disponga de sus minutos y vuélvalos incontables. Abandone sus matemáticas, use su lengua hasta saborearlo todo. Cómase, cómase los horizontes. Sea fiera en pantano, pez en arroyo, ave en los aires. Que no le quiten las ganas nunca, no sea infiel a sí mismo. Palpítese, reconquístese y deje ser su ser. Lo único auténtico son su piel y sus huesos. Desencuéntrese para encontrarse, lastímese para curarse, mímese para mimar su mundo. Él lo necesita.